Barrio Sésamo contra Al Qaeda

Se lo tomarán a broma, pero cualquiera que haya viajado en el Alvia más de una vez, estará en condiciones de formarse una idea del sufrimiento mental que se le genera a un Ser Humano sometido a escuchar de modo recurrente una melodía por muy elevada que sea su calidad musical y la maestría de sus intérpretes. Yo mismo he llegado a odiar la otrora sublime “Rapsodia sobre un tema de Paganini en La menor, op. 43” de Rachmaninov que me ha aturdido los oídos con sádica regularidad dos veces por semana, una de ida y otra de vuelta en mis desplazamientos de placer o de trabajo por la península durante los últimos cuatro años, al extremo de terminar yendo preferentemente en Regional, que por lo demás es más barato y tiene mejor servicio de cafetería.

En consecuencia, aunque mueva a risa de sólo imaginar la escena de un barbudo talibán vestido de naranja frente a un trajeado miembro de la CIA con la entrañable melodía introductora de “Barrio Sésamo” lo cierto es que, a uno se le hiela la sangre de sólo pensar a qué categoría moral de mente humana se le puede ocurrir utilizar las canciones que integran tan inofensiva Banda Sonora para quebrar los nervios y la voluntad de los terribles miembros de Al Qaeda retenidos ilegalmente en la base militar Estadounidense de Guantánamo fuera de toda jurisdicción nacional o Internacional; aunque acaso sea la misma que la de aquellos nazis que en su día obligaron a desfilar a mujeres, niños y ancianos hacia las cámaras de gas entre dulces compases de violines, ahora, en pleno siglo XXI, cuando prácticamente se había alcanzado tácitamente una especie de “Acuerdo de Ginebra musical” por el cual, se evitaría torturar la naturaleza melómana que todos llevamos dentro con obras inapropiadas para ello como Villancicos, Valses, nanas o melodías infantiles como la del programa de Epi y Blas, tarea para la que parece más acertada la elección que se hiciera en el 2003 en Abu Ghraib durante la Invasión de Irak, cuando a los prisioneros se les hizo escuchar día y noche a grupos de Heavy Metal, aunque en la actualidad también podría darse por bueno para futuras ocasiones el inaudito dúo compuesto por Xakira y Macaco.

No es de extrañar entonces la indignación mostrada por uno de los compositores del programa, Christopher Cerf, al enterarse por el documental “Songs of war” de la cadena árabe Al Yazzera del uso que el ejército y las Agencias de inteligencia daban a sus obras musicales, quien lejos de sentirse halagado por servir a la Seguridad de su país ha confesado sin acogerse a la famosa 5ª Enmienda que «Mi primera reacción fue decir: esto no puede ser verdad…Por supuesto no me gustó saber que yo mismo estaba ayudando a acabar con la moral de los prisioneros, pero fue mucho peor cuando me enteré de que además utilizaban la música para los interrogatorios más largos, para provocar tal dolor en los detenidos que al final tuvieran que hablar», público desahogo que le puede costar muy caro de ser llevado ante un Tribunal acusado de traición a la Patria.

Ahora bien, en justicia debemos reconocer que nada hay en las melodías escogidas para adscribirlas como adecuadas o inadecuadas para torturar a un semejante, por cuanto en verdad, nada en ellas hay tampoco que permita adscribirlas a lo infantil, salvo nuestra arbitrariedad y azarosa costumbre, como lo demuestra el hecho de que uno de sus más famosos temas, precisamente el “Sesame Street” de Joe Raposo, Jon Stone y Bruce Hart, era en origen un motivo reggae, como la celebérrima “Manah-Manah” era una divertidísima canción que el italiano Piero Umiliani, había compuesto para ambientar un documental erótico llamado “Suecia, infierno y paraíso” (1968), que con posterioridad logró un éxito enorme entre los más pequeños de la casa, ajenos todavía a los porros y el sexo.

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