Todo es relativo, menos la Teoría de la Relatividad.
Autor: Nicola Lococo
Del Estupendismo
Cuando el pasado Miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso, la líder de UPyD, Rosa Diez, instó al Presidente a dejar de quejarse por la herencia recibida, Don Marrano Rajoy, además de recordarle finamente que fue ella quien le preguntó en el Pleno por la herencia recibida, le espetó con su característica ironía «Da la sensación de que todos somos muy malos; Pero menos mal que la tenemos a usted, que es estupenda. Debería ser un poco más modesta» cuya reacción trae a la memoria escenas más propias del patio de colegio que al temple que un político de su altura ha de mantener en tan ilustre foro, pues cualquiera diría que anda algo picado con que sea ella, aún suspendida, la político mejor valorada en las encuestas de opinión.
Porque, de cuantas voces hay para hablar bien de una persona aunque sea en tono irónico, nuestro querido Presidente fue a escoger precisamente esa voz susceptible de encolerizar a todo el feminismo, pues creo no ser el único en entender por “Estupenda” algo más que la acepción aportada por María Moliner de “Muy hermosa, muy buena o muy sorprendente”.
“Estupenda” es una de esas palabras que pronunciada varias veces empieza primero a perder su significado para de inmediato comenzar a sonar mal. ¡Hagan la prueba antes de seguir leyendo! Por ejemplo: el estupendo de Mariano al frente de su estupendo Gobierno se ha reunido con la estupenda Esperanza Aguirre y la no menos estupenda Ana Botella para ver el modo de introducir nuevos estupendos recortes para preservar el estupendo sistema de subvenciones a las estupendas grandes empresas por medio de estupendas privatizaciones de servicios públicos mientras se nacionalizan estupendos bancos en quiebra con nuestros estupendos impuestos…Supongo que a más de uno el término “estupendo” y “estupenda” ya se le asemeja a “estúpido” y “estúpida”. Son cosas de la fonética y de la etimología.
¡Así es! Como bien señala Ricardo Soca en su excelente obra “La fascinante historia de las palabras” el verbo latino stupeo, stupere denotaba ‘estar (o quedar) inmovilizado’, ‘paralizado’, ‘entorpecido’, ‘congelado’. Los autores clásicos latinos hicieron metáforas en las que el ‘entorpecimiento’ se convertía en admiración o encanto. “Ut terrae stupeant lucescere”, decía Virgilio, para expresar cómo ‘la tierra se admira de ver lucir’. Así el ‘atontamiento’ de stupeo de donde proviene “la estupidez y el estúpido” dejó su lugar al matiz de admiración que damos hoy a “estupendo”. Pero según mis propias averiguaciones podemos ir mucho más lejos ya que siguiendo las huellas de la formación “st” al inicio de palabra, damos con que su origen pre-indoeuropeo que bien pudiera enlazar con lo más rudimentario del ancestral lenguaje Neandertal, tiene que ver con la añorada quietud perdida o buscada del nómada que no quiere serlo como fue el caso de dicha especie ante la llegada del Cro Magnon – había tribus cazadoras-recolectoras que por el contrario detestaban el sedentarismo y la agricultura como quedó atestiguado en el bíblico combate entre Caín y Abel – de ahí que “estatua” hable de una figura inmóvil, el estampado queda ahí donde se pone, el “estudiante” haga su tarea sentado, la “estadística” fije en una “instantánea” los datos, el “Estado” sea “estático” y bien “establecido” cuanto el verbo “estar” lo pensemos quieto como lo están las “estrellas” en el cielo, o en inglés se dice stand para un espacio fijo y hasta el mismo Stop se ocupa de parar lo que anda en movimiento.
Pero la nueva “Rosa de España” es todo, menos un culo quieto. Será entonces que el estupendismo al que se refería Rajoy fuera ese otro del que se hace eco el diccionario LGTB para el cual la voz “estupenda” viene a significar “Lesbiana que tiene asumido que lo es sin hacer gala de ello, pero que tampoco lo esconde porque le da lo mismo que se le note o que no”. Eso, o ¡Mire usted! también puede aludir a esa práctica que raya con el esquí sin que haya más nieve que la que tenemos delante de nuestras narices. En cualquier caso, no estaría de más, si no una disculpa, al menos sí una aclaración por parte del Presidente del Gobierno, quien no por predecible es menos ambiguo en su intervención dirigiéndose como lo ha hecho, con la más apreciada de todas sus Señorías.
¡Todos los políticos son iguales!
¡Nuestra generalización es vuestro crimen! Vosotros los políticos malhechores, delincuentes habituales de corbata y subvención, con vuestro comportamiento adlátere, encubridor, cómplice, conspirador, mirando hacia otro lado, cobarde, sumiso, de moral equivocada sobre la lealtad en el mejor de los casos para con la vileza de vuestros compañeros de escaño, altos cargos del Partido, concejalía y demás lugares comunes para cometer fechorías contra la confianza de la mayoría idiota-democrática, habéis avalado que desde fuera os contemplemos como un conjunto compacto sin fisuras semánticas acerca de vuestros grados de honradez por cuanto sólo sabemos de vuestros delitos gracias a acusaciones externas, bien de la prensa no asociada a vuestra camarilla, bien proveniente de la camarilla contraria directamente, que todavía falta el día en que un miembro de un Partido denuncie las tropelías contra la comunidad cometidas por otro compañero de siglas sin mediar entre ellos rivalidad por un puesto.
Siendo como son tantos los casos de corrupción endosados a dirigentes políticos, representantes democráticos y altos cargos institucionales, la inexistencia de denuncias por parte de los propios compañeros de partido de las malas prácticas a ese respecto de compañeros que hayan percibido o propuesto sobornos, la ausencia de ceses fulminantes por parte de los responsables de velar por la buena conducta de sus subordinados a la más ligera sospecha de que los mismos no llevan una conducta ejemplar en el desempeño de sus funciones, lo difícil que es que alguien descubierto o acusado de haber malversado fondos presente su dimisión sin recibir presiones mediáticas, etc, nos permite establecer que, una de dos: o nuestros políticos sólo están capacitados para vigilar, denunciar y exigir el cese por mala conducta de sus rivales políticos, o bien que cuando se trata de compañeros de partido actúa en ellos el espíritu antes mencionado de solapamiento del crimen y el delito.
¿Saben ustedes de algún caso en el que un miembro de un partido haya denunciado la corrupción de un compañero? ¿En todo lo que llevamos de Democracia ha habido alguna vez que el Presidente del Gobierno haya expulsado a un Ministro por corrupto? ¿Y a un Ministro que haya llevado ante la justicia a algún Alto Cargo de confianza que haya desviado dinero público de las arcas del Estado? ¿Qué me dicen de entre los varios miles de Congresistas, Senadores, Diputados Provinciales o Parlamentarios autonómicos, hay alguno que haya criticado públicamente a su camarada por conocer su vertiginoso enriquecimiento personal? No deseo aburrirles con la misma pregunta recorriendo el elenco sinvergüenza que nos arruina. Creo que con lo expuesto debería ser suficiente para comprender que la expresión ¡Todos los políticos son iguales! les es doblemente merecida: primero porque sin decir en qué son iguales, toda la población – incluidas sus Señorías – la entiende de modo peyorativo y segundo, porque dicho modo que comporta elípticamente su naturaleza corrupta, es del todo justa dado que la denominada Casta Parasitaria parece dividida en quienes se corrompen abiertamente y quienes se lo consienten.
Pero lo peor de todo, es que los medios de comunicación y los electores se están contagiando de tal proceder degradado, sucediendo que quienes apoyan con sus cabeceras o votos a unas determinadas siglas, parecen excesivamente sensibles a los deslices de sus competidoras a la vez que anestesiados éticamente para percibir lo más abyecto y aberrante en quienes creen haber depositado su confianza, asunto peligrosísimo que desprestigia cualquier elección depauperado como está el juicio crítico que se activa únicamente para echar abajo lo que hace la parte contraria y se inhibe de toda acción contestataria o de repulsa cuando el actor principal en cuestión pertenece al campo propio al que hemos tomado cariño.
Antiguamente, cuando la justicia popular alcanzaba no sólo al infractor que también a su cómplice, familia, clan y hasta la aldea entera a la que pertenecía, no hacía falta tanta policía. Cada cual procuraba comportarse lo mejor que podía por la cuenta que le traía a él y a los suyos. Tanto es así, que si era pillado en un renuncio, los primeros en ocuparse de su castigo eran los más cercanos a él. De este bárbaro y salvaje modo de administrar justicia propio una época en la que no habían tribunales, ni jueces, ni abogados ni fiscales, ni cárceles…nos ha quedado la costumbre de que los padres sean quienes castiguen a sus hijos, para que su mal comportamiento no dañe la imagen de toda la familia que podría ponerse en cuestión en todo el vecindario si su prole va profiriendo palabrotas por las escaleras del portal, escupiendo por las calles o poniendo los pies en los asientos del autobús.
Pues bien, cuando las bases de los Partidos denuncien a sus directivos, los compañeros de siglas se adelanten a sus rivales en denunciar la corrupción en el seno de su partido, cuando ante la más lugera sospecha o indicio el afectado presente su dimisión y se someta a investigación y juicio renunciando al privilegio de escapar a los tribunales por su condición de Representante democrático, etc. Entonces, seguramente la generalización desprestigie a quien la profiera y la expresión ¡Todos los políticos son iguales! Necesitará ser completada con la coletilla “Ante la Ley”.
De la solidaridad eficiente. Ocurrencia
Piensa en todos esos niños que no tienen qué llevarse a la boca, que no tienen acceso al agua potable, ni a medicinas. Ahora, separa de tu gasto diario un euro que no da ni para tomar un café e introdúcelo en un tarro de cristal. Si haces esta operación durante una semana, tendrás siete euros, tras un mes ya serán 30 y si continuas así al cabo de un año ya habrás llegado a la bonita cantidad de 365 euros.
Llegados a este punto debes reflexionar a quién de los dos, a ti o a ese pobre niño, dicha cantidad va a aprovechar más; Al niño que se muere de hambre está claro que no le va a sacr de pobre. En cambio a ti te puede pagar una escapada el próximo puente…Por tanto, lo mejor que puedes hacer es no dejarte llevar por el sentimentalismo. Vacía el tarro, quédate el contenido que a fin de cuentas es tuyo y dale el tarro a alguna Oenegé para que se lo haga llegar a ese niño que le será de gran ayuda para poder comer, no un día ni dos, como hubiera sucedido de darle el dinero, sino con suerte si lo cuida y no se le rompe, toda su cortita vida.
Final Injusta
Llevo treinta y pico años ufanándome de ser del Athleic “sólo cuando gana” para evitarme disgustos. Pero la ilusión futbolera debe ser más contagiosa que la gripe funcionaria que se coge al primer anuncio de Couldina y resulta que el pasado Miércoles me he llevado a la cama la tristeza de todo un pueblo derrotado ¡No por el infortunio! Sino por la injusticia. ¡Como lo oyen!
No es justo que dos equipos que tan necesitados de alegrías como son el Athletic de Bilbao y el Atlético de Madrid, tras una temporada de ¡Aupa! Tengan que jugársela a un cara o cruz para que las televisiones hagan negocio con los sueños de sus seguidores, por no hablar de las agencias de viajes, que cuando menos podían devolver a los perdedores el importe de su billete para que así perdamos todos y no únicamente los aficionados que por culpa de los políticos se han adquirido muy malas costumbres.
Tampoco es justo que siendo rojoyblanca la indumentaria de ambos equipos sólo uno de ellos tenga el placer de competir con sus colores. Este factor pudo ser psicológicamente determinante, pues todo el estadio parecía apoyar a un solo equipo, cuando en el campo había dos. ¿Por qué no se podía haber jugado los dos equipos con su vestimenta habitual? O en su defecto ¿No podrían haberse turnado de rojoyblanco el primer tiempo uno y el segundo otro?
Muchas veces escucho decir eso de ¡El fútbol es así! Cuando lo que se debería exclamar es ¡El fútbol es injusto! No sé, creo que podría introducirse ciertas medidas equilibradoras durante los partidos como expulsar al jugador que marque gol o acortar en 10 cm la anchura de la portería por cada gol encajado, para reducir las diferencias entre los competidores para hacer la justa, ¡eso! Más justa.
Por último, antes de que me cabree más leyéndome según escribo, durante toda la puta semana hemos estado oyendo dale que te dale que es una final española, entre dos equipos españoles, España p aquí España pa ca…pues si es tan española, lo justo sería que anulasen los goles metidos por extranjeros y que descalifiquen al Atlético de Madrid
Por otra parte, como dice mi amigo Miguel Ibarra, ha sido toda una temeridad pretender sacar la Gabarra ante Neptuno.