Diccionario progresista

A falta de ideas, buenas son palabras, que si al hambre no hay pan duro, la izquierda desideologizada no tiene remilgos en perderse en cuestiones semánticas con tal de rellenar su ausencia. Que a estas alturas de “El final de la Historia” anunciado a bombo y platillo por Fukushima, la Progresía aparezca con un Diccionario para redefinir los términos, es poco menos que un insulto a cuantos antecedentes genuinos, indistintamente de las posiciones políticas que defendieron, buscaron el modo de arrojar algo de luz a sus contemporáneos y por extensión a la posteridad, que como los pensionistas, empieza a sospechar que las va a pasar canutas con estas lumbreras intelectuales que a mesa puesta del Neoliberalismo, tras leerles la cartilla, le escamotean el primer y segundo plato de sesuda argumentación y alternativa bien trabada, para traerle un postrecito en forma de definiciones, cual trabajo escolar del “Rincón del Vago”.
Esta semana, la “Fundación Ideas” del PSOE en colaboración con el “Center for American Progress”, ha presentado públicamente – prueba inequívoca de sin vergonzonería – “Work in progress” un Diccionario de ideas para el progreso que «debería ver la luz a lo largo de estos próximos años». Si me permiten darles una primicia imaginativa de por dónde van los tiros y esta cabecera me lo permite…
A, de Aborto: Es de lo más progresista. Ante un mundo en decadencia, lo mejor es no traer hijos al mundo.
B, de Bien Común: Entelequia de la que nos quieren convencer, pero que sabemos sólo llega para unos cuantos.
C, de corrupción: dícese de ese mal accidental que afecta a ese otro mal necesario que son los políticos para hacer posible ese otro mal menor que es la democracia al objeto de articular ese otro mal inevitable que es la sociedad, de esos males naturales que son los seres humanos con los que hemos de convivir.
D, de Democracia: Excusa con la que algunas personas pueden vivir del cuento.
E, de Elecciones: Timo cíclico generalizado que demuestra que es posible engañar a todo el mundo, a la vez y durante mucho tiempo, al menos cuatro años.
F, de Fundación: Procedimiento por el cuál las grandes fortunas no contribuyen a Hacienda Pública y los Partidos Políticos pueden canalizar las subvenciones institucionales y recibir cuantiosas comisiones en forma de donaciones para beneficiar a las primeras.
G, de Globalización: Término percha muy socorrido en el que colgar los males propios a terceros desconocidos e invisibles, aunque tremendamente activos contra los intereses de los ciudadanos.
H, de Hacienda: Hucha general para provecho particular.
I, de Impuesto: Realidad caída del cielo para mantener la corrupción y la democracia.
J, de Jurar: Acción insustancial tramitatoria previa a tomar el cargo que da vía libre para saquear a discreción. Los hay que lo hacen por imperativo legal, con lo que su saqueo es más ético que el de los demás, pues lo hacen obligados.
K, de Kilómetro: los de carreteras y autopistas hechas con dinero obrero para el Gran Capital. Sirve para justificar el gasto ante los tontos ciudadanos en alquitrán.
L, de Libertad: Voz peligrosa y subversiva en boca y oído de la ciudadanía. Se recomienda sustituirla por su sinónima de Seguridad.
M, de Marxismo: no se reconoce en la izquierda más marxismo que el de Groucho y con precauciones.
N, de Nada: Finalidad última que se persigue desde un cargo público, sea para hacer en provecho social, sea para dejar libre de gasto en cualquier presupuesto aunque no sea necesario. Como decía Heidegger “ La nada, lo nadifica todo”.
Contiene la Ñ: Lugar en el que pasar el rato leyendo el periódico e incluso durmiendo.
O, de oenegé: Reducto de inútiles incapaces de medrar en un partido. Viven a la sobra de los Gobiernos que los mantienen por medio de subvenciones.
P, de Partido Político: Empresa traficante de votos que da de comer a pocos con la ilusión de muchos. Vive de comisiones, subvenciones y sobornos.
Q, de Quién: Partícula interrogativa imposible de despejar en asuntos políticos donde los individuos están supeditados a los Partidos. Su incógnita sólo puede resolverse cuando no queda otro remedio.
R, de Realidad: la conocemos mejor que nadie aunque parezca lo contrario a alguien. Y no nos ha de importar demasiado.
S, de Subvención: especie de soborno para mantener tranquilas las Oenegés y poderse financiar ilegalmente a los amigotes.
T, de Trabajar: palabra negativa que nos ha de recordar constantemente para qué nos hemos metido en política.
U, de Urna: recipiente al que va a parar el deseo del pueblo. Se desconoce por qué su uso se ha diferenciado del retrete.
V, de voto: realidad que no le permite al ciudadano venderse, para acto seguido sacarle nosotros el máximo beneficio de habérnoslo entregado gratis. Es reciclable cada cuatro años.
W, de Washington: Capital del Imperio al que todos rendimos cuentas económicas e ideológicas.
X, de xenofobia: voz de uso transversal en coyunturas de ósmosis de la praxis en la entereza reciclada del guarismo inapetente. Algunos piensan en González.
Y, de Yo: origen de la Voluntad General, del Bien Común y de la Soberanía Popular. No hay por qué tener miedo a su inclinación hacia la tiranía en un marco institucional refrendado por la mayoría de yoes dispersos.
Z, de Zp: Referente mundial interplanetario de a dónde conducen las ideas de la Progresia elevadas a su máximo exponente.

Apuestas en base a los datos de la DGT

Siempre hemos oído hablar de cuánto les pirra a los ingleses realizar apuestas sobre los aspectos más insospechados que quepa imaginar sobre qué día la palmará el Papa, si Carlos llegará a reinar y cosas similares, extravagancia magníficamente retratada en “La vuelta al mundo en 80 días” de Verne, que a los latinos, nosotros que procuramos mantener la suerte encerrada en juegos de azar, casinos y lides deportivas, siempre nos ha parecido poco menos que tentar al destino, olvidada “La divina comedia” de Dante, como si la vida pudiera conducirse de modo más racional que el lanzamiento de una moneda al aire.

Hace tiempo, que esa costumbre bárbara se abre paso en nuestro territorio cultural como también empuja fuerte la pagana fiesta macabra de las calabazas, para vestirse la noche de difuntos de muerto, que ya son ganas de invitar a la Parca…Pero hasta la fecha, aparte algunas bromas y ocurrencias de verbena y romería, lo cierto es que, su ímpetu, parecía amoldarse a la estética mediterránea castrada por el espíritu cristiano tras la caída de Roma, perdidos entre las brumas del tiempo aquellos juegos de sangre y muerte, de los que los toros son apenas un singular recuerdo venido a menos, contentándose con incitar apuestas sobre los resultados electorales o animarnos a organizar porras sobre cuál de los candidatos ganará el próximo debate.

Todos los de mi edad hemos jugado alguna vez circulando en ciudad a eso de contar puntos según viéramos cruzar peatones por el paso de cebra simulando que los atropellábamos otorgando puntos arriba y abajo según fuera anciano, mujer, niño, etc. Es lo que tiene pertenecer a la generación que se ha pasado la infancia matando marcianitos…Pero como siempre, la realidad ha superado la ficción:

Llevaba años con la mosca detrás de la oreja por la insistencia con la que el Tontodiario nos da a conocer las cifras de los asesinados en carretera, persistencia que sospechosamente guarda extraordinaria semejanza con la puntual información con la que se ofrecen los resultados en bolsa y ¡cágate lorito! de los resultados deportivos con los que para más INRI coincide los Lunes tras los fines de semana. Con todo, les confieso que el otro día me quedé de piedra cuando estando en Madrid cerca de la “Torre Picasso” tuve ocasión de contemplar con mis propios ojos y escuchar con mis propios oídos durante un ágape empresarial de gente muy pija en el que me colé por equivocación – yo iba con unos becarios de la Biblioteca Nacional y ya se sabe…– cómo se pagaban y cobraban apuestas sobre el número de muertos en carretera en base a los datos ofrecidos por la DGT pasado el fin de semana, a la vuelta de los puentes, los inicios y finales de vacaciones, de la operación salida y demás oportunidades de poner a prueba los ataúdes de hojalata, de ahí, su truculento seguimiento donde más que parecer irnos la vida, a algunos les va la bolsa.

Según parece, hay gente que ya no sabe qué hacer para dar sentido a su existencia, que se aburre y ha perdido todo respeto por la vida propia y ajena;Hastiados de las carreras suicidas o de jugar a la ruleta rusa, ahora han sustituido tan arriesgados métodos de subir la adrenalina, por este otro procedimiento algo más sofisticado e indirecto pero seguramente más gratificante que los anteriores para cuantos lo practican. Reconozco que al principio me asqueó bastante la escena. Me pareció repugnante que gente como aquella, de traje y corbata, con sueldos superiores a los 10.000 euros al mes, a decir por los coches que había aparcados en las inmediaciones – estuve por llamar al Camarada Arenas –hicieran apuestas tan aberrantes y desquiciadas sobre el infortunio de sus semejantes. Aquello me dejó tocado lo suficiente como para dedicarle todo el viaje de regreso a intentar entender, cómo es posible que algo así suceda entre nosotros, llegando a la conclusión de que en una sociedad en la que se permite que unas personas se enriquezcan a costa de la ruina del resto, no debería escandalizarme que los haya que deseen lucrarse con la desgracia ajena. Bien mirado, sus apuestas, hoy por hoy, no interfieren en la realidad de modo que podría decirse que sus beneficios o pérdidas son moralmente menos perniciosas e inmorales que las de las multinacionales o inversiones financieras del momento o las estimaciones tétricas con las que las aseguradoras trillan las estadísticas de tráfico para obtener el máximo beneficio.

Y por si alguien cree que esto es una fabulación literaria hiriente, les hago saber que este autor , a sus cuarenta y tres años, ya ha perdido por accidentes de tráfico a ocho compañeros de colegio, dos alumnos y un colega, por lo que jamás se me ocurriría hacer mofa de algo tan triste y serio como lo es la guerra soterrada que permiten los sucesivos gobiernos para mantener los beneficios de la industria del petrolera y del automóvil.

Cara a cara

http://www.youtube.com/watch?v=Xl-uFWjazoA

Cara, en sentido económico, nos sale la pantomima del cara a cara entendida como frente a frente, que el próximo 7 de Noviembre las dos erres del entretenimiento dialéctico – Rajoy versus Rubalcaba – van a solventar en la sede de la Academia de Tele Visión (ATV) que bien podría haberla acogido igualmente la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) ante la que estos dos caritas de bronce nos tienen preparado tras las elecciones del 20-N que es para ponernos los pelos de punta con el tiro en la nuca que le van a dar a las pensiones, los coches bomba que van hacer estallar en los convenios laborales, la bomba lapa que le van a colocar bajo la Ley de Huelga, las amputaciones que van a provocar a la conciliación familiar, dependencia, educación, sanidad, deporte, cultura, ciencia… como se verá, nada que envidiar a los terroristas en causar daño y sufrimiento a todo el país, ahora que ETA parece dispuesta a dejar de ejercer de Prima Donna en las cortinillas del Tontodiario y el imaginario colectivo como siempreterna preocupación del españolito medio. Y es que, no hay como tener a la población continuamente atemorizada para que sin chistar asuma solícita cuantas imposiciones sean necesarias para su futura opresión.

Cara, con el significado de afectuosa, se nos hace la farsa del cara a cara, aun cuando son caras contempladas como rostros, más que conocidas, por si en sus gestos, al modo en como los arúspices etruscos y romanos escudriñaban las entrañas de los animales, somos capaces de adivinar algo de la que se nos avecina por si no fuéramos duchos en la fisionomía criminal que a un buen estudioso de la frenología de Cesare Lombroso que mantenía, groso modo, que “los malos tienen cara de malos” ofrece cual jeroglífico egipcio la lectura de sus respectivos perfiles en los carteles electorales. Pero, para que el cara a cara sea genuino, pese a estar pactado en todos sus extremos, al menos es necesario que en el mismo circo intervengan, cuando menos, dos caras – permítanme omitir en qué sentido de la expresión – sino tres, contando con el moderador. Con dos caras dando la cara, o sea, en lugar de, por sus partidos para partirse la cara ¡es un decir! ciertamente merece la pena dejarnos engañar durante unos minutos al modo en que hemos disfrutado de esa otra carantoña que ha sido la Conferencia Internacional de Paz, de cara o al objeto, a salvaguardar los valores de lo que Guy Debord bautizara como “Sociedad del espectáculo” en la que hemos convertido la política de nuestros días. Ello, también nos permitirá hacer apuestas sobre quién ganará el debate, realizar porras en los bares sobre los puntos de ventaja y todas esas otras de hacer más divertido lo que de otra manera carecería de interés, pues si difícil se nos hace beber agua sin sed, ni les cuento que ocurre con el poker sin dinero.

Cara por su cuantía, cara por el morbo que causa entre los ciudadanos, el cara a cara, lava la cara. No así por los caras que han de acudir a la cita que, dejan mucho de desear, pues más que dos caras de una misma moneda, a caso sean sólo la misma cara de la misma moneda. Y uno, puede tolerar que le tomen el pelo en el Parlamento. Pero ¿En Televisión? ¡Bajo ningún concepto! Yo cuando veo la tele, quiero ver algo distinto de la realidad como que los malos sufran y los buenos triunfen y demás cuentos hollywoodienses. ¡Nada de tragedias griegas! Que ya tenemos suficientes. Es muy pernicioso para la ficción esa moda cinematográfica de “Dogma” de retratar con realismo las tramas presentadas al espectador. ¡Yo quiero disfrutar del espectáculo! Para sufrir a los getas, no en el sentido de pueblo Tracio del Danubio, ya les tendremos toda la campaña pidiendo el voto.

Sobreactuación parlanchina

Los críticos de teatro hablan de sobreactuación, referida a cierta exageración artística de parte de los actores en la representación de su papel, aún cuando, como bien señala Gustavo Bueno, su conducta se deba a un exceso de naturalidad que muchos profesionales de la escena, practican en nombre del realismo, olvidando que el actor no puede identificarse con su personaje. Dicho tecnicismo puede igualmente emplearse para denunciar la reprochable conducta de aquellos personajes públicos a quienes se les nota en sus comparecencias – como también apunta el colega – una cierta intención de subrayar «el divino papel que representan».
No harían mal entonces los Polichinelas de la política en familiarizarse un poco más con el famoso método Stanislavski, que es un sincero esfuerzo de acercamiento a la actuación para determinar cómo una persona puede controlar el rendimiento en los aspectos más intangibles e incontrolables del comportamiento humano, tales como las emociones y la inspiración artística. Claro que en su caso, el esfuerzo parece sobre humano, pues la actuación política no se ciñe únicamente a la representación de una farsa en la que el público es plenamente consciente de su ficción, que como en la magia, también se pretende que los espectadores se crean lo que ven y salgan convencidos de lo que escuchan como si fuera real. ¡Y además! Sin que sospechen que hay truco.
Porque el Método Stanislavski entre otras muchas consideraciones técnicas, trabaja la concentración, relajación, sensualidad, fluidez en la comunicación verbal y no verbal, la interiorización, sentido de verdad, imaginación y creatividad, naturalidad, atender la circunstancia…cuyo resultado debería ser la credibilidad y verosimilitud, cuando sus enseñanzas son aprendidas con suficiencia. Ahora bien, resulta que este método está diseñado para ser llevado a escena por actores y no simples marionetas, por lo que dudo mucho, ahora que caigo en ello, que de su estudio le saquen algún provecho ¡No nuestros actores políticos! Sino los títeres de los mercados en que se han convertido estos Pinchos impenitentes que pretenden confrontar en una pantomima televisiva de dos o tres horitas pactando los planos, los temas, las preguntas, el moderador, etc, todo aquello que han sido incapaces de hacer durante cuatro largos años de legislatura allí donde verdaderamente ha de acontecer el mejor debate de ideas por medio de las votaciones de leyes y presupuestos, que de atenderlos con la sabiduría ancestral de lo que nos conviene, nos llevaríamos las manos a la cabeza, antes de arrojarles tomates y retirarles a todos de inmediato con el mango del bastón sin darles tiempo a que sigan insultando nuestra inteligencia y buen gusto, que a todo se acaba acostumbrando el respetable, como lo demuestra la programación televisiva y que ese fraude orquestado por las dos más perniciosas fuerzas Parlanchinas – me resisto a seguir denominándolas Parlamentarias – se barrunta alcance doce millones de espectadores.
Entendido este debatiburrillo de guiñol como una representación pitimini de la tragedia continua de nuestro Parlamento, observamos ciertamente una sobreactuación en la que aflora toda la tramoya que sustenta el entero sistema de la representación: los dos Partidos Democrimis – contracción de demócratacriminales – primero se ponen de acuerdo para hacer un debate a dos dejando al resto democráticamente fuera ¿Con qué derecho? Segundo su fechoría es secundada por los crimediación – contracción de criminales medios de comunicación – que lejos de oponerse a colaborar con semejante cortapisa a la libre elección y público debate de ideas plurales, sustentan cuanto les es posible dicha marginación en aras del pensamiento unívoco y la flexión monocorde de la opinión pública; Y tercero, al objeto que nada se les escape por la improvisación del directo, único guiño de momento a la realidad, ni se esfuerzan en ocultar su esmero en pactar todos y cada uno de los aspectos que pueden incidir en el debate ante las cámaras cuando por necesidad se ven forzados a ofrecer algo de espectáculo fuera del Hemiciclo…¡Qué no harán estos enmascarados en su cortijo!

Debate entre Eugéne y Justine

http://www.youtube.com/watch?v=5KbkyPab12M

Preguntarse a qué velocidad vuela una mosca dentro de un avión desde la cabina del piloto a la cola donde se sientan las azafatas, hoy parece más científico que aquella cuestión Medieval sobre el sexo de los Ángeles y sin embargo, ninguna de sus respuestas puede ayudarnos a adelgazar sin que otra persona engorde a nuestro alrededor, o sea, llevando la contraria abiertamente a la Primera Ley de la conservación de la masa humana. Y si esto no es posible, qué otra solución nos queda que confiar en que a caso por buscar el Bien, acabemos encontrándolo o por azar, dado que somos buenos, nuestra arbitraria elección determine como elegido algo que también lo sea.
No se preocupe el lector si del párrafo anterior no ha sacado nada en limpio. ¡Es lógico! En cambio no pierda tiempo en ir al psiquiatra más cercano de haberle convencido con ello de la necesidad de votar en las próximas Elecciones Generalísimas. Su redacción bien puede adscribirse a la palabrería biensonante con la que el Marxismo humorístico se mofaba de los grandilocuentes discursos culturales con los que nos embrollan desde las distintas rollísticas comerciales, políticas, económicas, científicas o de cualquier otra especie. Pero hubo un tiempo en que el teatro del absurdo provenía más de la incapacidad para entenderlo que de los disparates que allí no aparecían, a caso por el trauma que para la hipocresía de la época le suponía a la conciencia encontrarse consigo misma.
Hablar de “Debate” al referirnos a lo que el próximo 7 de Noviembre va a acontecer entre Rajoy y Rubalcaba, hace flaco favor al castellano. Ya me imagino al primero exclamando cosas como “Yo sólo le puedo decir, que lo que he dicho hasta ahora, no es ni más ni menos que lo que he dicho siempre. Y no me oirá usted decir otra cosa.” Y al segundo espetando “ Pues yo ¡sí! Yo sí le voy a decir algo distinto de lo que he venido diciendo…en su momento, cuando corresponda.” De haber algún debate, este sería figurado entre dos personajes del Marqués de Sade, a saber: Eugéne representada por los políticos y Justine que encarnaría al desdichado Pueblo Llano, al modo en como Joly dispusiera su “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”.
Entre ambos verbos disolutos arrastrarán el intelecto colectivo por un sinfín de sofismas, falacias y espejismos lingüísticos recibidos durante las apresuradas sesiones de maquillaje de un asesor de imagen – por aquello de que vale más que mil palabras – que no de las sesudas lecciones de los antiguos tratados de Retórica, al modo en como fuera instruida Eugénie en dos días en la “Filosofía del tocador”, de modo que, como dijera Sade en tan bella obra “un crimen se paga con otro crimen” y a tan bajo perfil discursivo, seguramente le prestaremos una inusitada atención, como ya ha empezado a ocurrir. Al presente artículo me remito.
Porque no se lo pierdan. Momento tan carente de mensaje útil, de verdad, de sinceridad, de raciocinio, de argumento correcto, etc, será primero objeto de ardua especulación mediática, motivo de gloriosas tertulias radiofónicas, hará correr ríos de tinta sobre su formato…y después los grandes analistas nos desmenuzarán los más mínimos detalles, los especialistas nos ilustrarán sobre sus tics, los hermeneutas debatirán sobre distintas hipótesis de lo que han dicho y dejado de decir, emulando con ello las orgias de aquel Noble escritor que no hizo otra cosa que poner blanco sobre negro en el retrato de su sociedad, enseñándonos que, en los placeres de la vida hay más lujuria en planificar sus preparativos y en revivirlos en la memoria contándoselo a los amigos, que en la comisión fatigada del propio acto.
En esta tesitura, sólo nos cabe encomendarnos a la sabiduría de otra genial pluma y aprender de Quevedo cuáles son esas “Gracias y desgracias del ojo del culo” a las que alude en su celebérrima obra, para que de la sodomización mental a la que durante la campaña vamos a ser sometidos sin remedio ni misericordia de parte de los poderosos, no sólo sepamos extraer el máximo placer y el mínimo dolor, apreciando unas y desatendiendo las otras, que también para hacer de la necesidad virtud esforzándonos por conducirnos entre tantos depravados por aquella suprema rectitud de espíritu que supo cultivar la otra heroína Justine a lo largo de toda su vida.