Sospechosamente, la industria cinematográfica lacaya advenediza como es de todo otro Poder, se ha volcado en presentarnos al Satanismo como un fenómeno litúrgico-ritualístico-folklórico, no exento de excentricidades y ridiculeces propias de una pretendida parafernalia inversa burlesca de la atractiva Tradición Católica con la que se intenta desprestigiar su Culto por medio de su grotesca imitación, cuando lo suyo hubiera sido circunscribirlo al mundo financiero, concretamente escenificado en la Gran Banca, que lejos de perpetrar sus perversos planes en las profundidades Órficas del subsuelo donde se esconden mendigos y pordioseros en las cloacas de nuestras grandes urbes, conspiran plácidamente contra nosotros desde las alturas donde se reúnen los altos ejecutivos en sus gigantescos rascacielos, contrariando abiertamente el milenario imaginario cultural que sitúa a las fuerzas malignas ligadas a la cavernaria oscuridad telúrica en pugna con la descendiente energía positiva de la luz celestial apareciendo bajo el halo protector de su elevada posición. Y es que, no hay como actuar bajo el sol del mediodía para que los mayores crímenes contra la entera humanidad pasen del todo desapercibidos. Sirva de botón de muestra que al portador de la luz, Lucifer, se le ha bautizado “Príncipe de las tinieblas” por traer la luz y no como la gente piensa por crear la oscuridad, claro que como dice el refrán, “no es oro todo lo que reluce”.
El Maligno, ya no se presenta con cuernos, tridente y rabo, hoy se nos muestra bajo la forma de entidades bancarias con esbirros vestidos de traje, corbata y maletín, dominando las cimas y colinas de las grandes ciudades ocupando los mejores espacios públicos en forma de oficinas, aseguradoras, y para que no nos asustemos de su inmenso poder y presencia, camuflado en pequeños comercios y locales de hostelería que han de pagarle tributo a cada cambio de luna. Su propósito, es mantenernos a todos sojuzgados, esclavizados, acoquinados, sumisos y obedientes a sus imperativos y mandatos. Bien se han ocupado ellos de dirigir nuestra rabia y rebeldía contra aquellas marionetas que en su día fueron en sus manos quienes ejecutaron su estrategia de sometimiento y perversión contra la ciudadanía, como lo fueron ejércitos, gobernantes, y por que no reconocerlo, también la Iglesia Católica, que a diferencia de los anteriores, supo mantenerse siempre alerta – que no inmune – de su presencia pudiendo zafarse in extremis de sus garras para continuar la lucha espiritual y material contra la Bestia. Por consiguiente, mientras los ciudadanos no tomemos conciencia de que, es nuestra obligación moral acabar físicamente con la presencia omnímoda de estos vampiros sociales, volatilizar sus marmóleos templos y fagocitar a los Demonios que trabajan sin descanso contra nuestra existencia en sus juntas de accionistas disfrazados de altos ejecutivos, únicamente la Iglesia Católica puede hacerles frente de derrota en derrota hasta la victoria final, pues la fuerza de la Fe es superior a la fuerza de la fuerza, secreto espiritual que el Maligno y la Banca conocen mejor que nadie y sin desmayo buscan el modo de confundirnos para que demos por perdida la batalla antes de comenzarla.
Los siervos del Maligno, sonrientes, nos conceden hipotecas, con ojos brillantes prometen créditos a largo plazo, nos regalan tarjetas de crédito sin límite, nos proponen abrir cuentas sin comisiones, con tal de atrapar el alma de nuestras vidas…desde hace poco facilitan a sus captados con igual generosidad hacer por ellos la Declaración de la Renta, maléfica estratagema que valiéndose de nuestra ignorancia y falta de tiempo para acometer la tarea por nosotros mismos, se ha potenciado enormemente desde que en dicho documento tributario las nobles almas formadas en la moral cristiana de hacer bien al prójimo, tenemos la facultad de elegir por medio del signo de multiplicación a qué entidad deseamos contribuir para actos benéficos solidarios o de caridad, persiguiendo única y exclusivamente con ello socavar la autogestión y autofinanciación de la Iglesia Católica, la única que en contra de la propaganda mediática pagada por el Mal, es la única que hace frente, como Dios manda, al dolor que ellos siembran y los desmanes que causan, desviando sus fondos, sin que nosotros lo sepamos, cuando les confiamos la responsabilidad de hacer nuestra Declaración, a sus propios fondos sociales que luego nos presentan en la publicidad por ellos contratada, como aportaciones propias de sus dividendos, los muy criminales.
El otro día, uno de estos Demonios me hizo el mencionado trámite contributivo a todo correr, en la sucursal de una Caja: me preguntó por los ingresos, facturas, hipotecas, intereses, nóminas, estado civil… Cuando me da a conocer el resultado del ejercicio a presentar, se me ocurrió preguntarle por lo de la equis…Y ¡sorpresa! Parece que el Maligno, en dicha entidad financiera, por defecto tiene inscrito en el sistema que va a sus fondos sociales; cuando inmediatamente le comuniqué mi deseo de poner la equis en la casilla correspondiente a la Iglesia Católica, me dijo que ya no se podía cambiar por que ya había sido enviada. O sea, que tampoco esperó el Diablo a que yo diera mi conformidad con el resultado. Los ateos y agnósticos pueden hacer lo que crean conveniente, pero nosotros los cristianos, que nos caracterizamos por la Comunión, hemos de permanecer unidos frente al Mal que nos ataca y amenaza. Por tanto, cuando vayan a los templos demoníacos a visitar al Mefistófeles local, póngale las cosas más difíciles y hágale saber que es su expreso deseo contribuir con el bien y no con el Mal que su entidad infernal representa.
Una cosa más: Yo que me permito el lujo de hablar del Rey, el Presidente del Gobierno, los políticos, los militares y en ocasiones pongo a parir a la mismísima Virgen María, ahora no me atrevo a decir en qué entidad bancaria concreta me sucedió lo que he relatado; A lo sumo me permito comentar que aconteció el pasado Martes 31, a plena luz del mediodía en una sucursal de la Plaza Zabalburu de Bilbao, cosa que demuestra quién manda, nos oprime y nos reprime de verdad, ante quien sin remedio nos postramos de rodillas con mayor temor y temblor del que Kierkegaard fuera capaz de mostrar por el Dios de Abraham.