Hemos basado la economía en el consumo, el consumo en la caducidad oculta, la obsolescencia programada y percibida y estas, en la capacidad de los borricos productivos de consumir al mismo tiempo que producen, como si fuera sostenible a perpetuidad una estrategia cuyo movimiento genera roces sociales por donde se pierden ingentes cantidades de energía vitales para el funcionamiento del Sistema capitalista, obligando a los temidos cíclicos ajustes que elevan de grado los problemas sin resolverlos, describiendo así una espiral cuyo cenit se augura próximo, según va acelerándose el proceso, acortándose los tiempos entre reajuste y reajuste para mantener la maquinaria en movimiento, pero cada vez precisando de mayores inyecciones de energía para ello, intuyéndose la futura hecatombe cuando se haya alcanzado el punto máximo que traerá consigo hambre, destrucción muerte, y revolución.
Una economía basada en el consumo superfluo y a la vez en obtener el máximo beneficio de pocos- cada vez menos- al menor coste de quienes se benefician, que no en el máximo beneficio de todos, al menor coste social…solo puede conseguirse temporalmente a través de las siguientes estrategias, ninguna de ellas saludables, a saber: La explotación de terceros. En este caso, dado que la explotación del hombre por el hombre, parece abiertamente asumida por sindicatos y la izquierda parlamentaria que sin remilgos acepta el libre mercado, la libre competencia y la libre estupidez, e incluso por la población occidental que la tiene por natural, buena, e inevitable…no vamos a perder el tiempo en algo muy manido. Empero, creo oportuno indicar que actualmente, se da a pecho descubierto, la explotación de un conjunto a otro conjunto, cuando la mayoría de pobladores de una región además de padecer, hambre, guerra y necesidad, abastece de las materias primas, mano de obra barata, sin contrapartida alguna en condición esclava, a aquellas regiones donde la mayoría de la gente vive demasiado bien, dentro de lo que cabe. De tomarse en consideración este aspecto, se nos debería caer la cara de vergüenza de comprar la ropa tan barata o adquirir productos cuyo precio no explica su valor ni por lo más remoto entre nosotros, sumados sus costes de producción, su elaboración, su trasporte, sus materiales, etc. Si alguna vez nos llegamos a creer eso de, la ley de la oferta y la demanda, va siendo hora de saber que hoy, lo que impera para bajar los precios y mantenerlos bajos, ya no es la competitividad, sino la externalización de gastos, cosa que se consigue por el expolio de las materias primas a países como Somalia, Uruguay, Congo, Afganistán, etc, y esclavizando a las gentes de lugares como China, Vietnam, Ecuador, Senegal…Somos culpables pues de todos esos horrores que las películas condenan: esclavitud, explotación, Genocidio, como nunca antes se había hecho.
Pero, si alguna vez la famosa ley de la oferta y la demanda ha funcionado, no ha sido en el mercado de los productos, sino en el de la mano de obra; de ahí que en su día se facilitase el acceso de la mujer al campo laboral remunerado, y ahora se nos diga, cada dos por tres, lo necesario que son los inmigrantes, como si ellos y nosotros ganásemos algo con el proceso, cuando lo justo sería que nadie se viera obligado a emigrar lejos de su gente, su entorno y a trabajar más barato, en peores condiciones que los autóctonos, para lucro de los explotadores que se valen de su llegada para abaratar costes, depreciar la mano de obra y recortar derechos básicos de los trabajadores. Claro que, este percance afecta solo a los más desfavorecidos de nuestra sociedad, que son los que carecen de toda capacidad de consumo y de protesta; por ende, casi ni se nota en el mercado, mientras la misma se mantenga en unos límites no superiores a un tercio de la población. De ahí que, todavía gocemos de adquirir productos a bajo coste por el placer de comprar barato y no por vernos obligado a ello, como les sucede a inmigrantes y nuestra población miserable, lo que se conoce como escoria blanca entre los anglosajones. Es así, como se puede meter la energía extra que requiere el Sistema, para dar otra vueltita más de tuerca.
A la explotación de terceros, y la competencia entre trabajadores, también se le ha de sumar el concurso cómplice de aquella masa crítica necesaria de co-laboradores que se hallen cómodos en la situación, permitiéndoles dotarse de bienes de consumo arrebatados a sus compañeros, convirtiéndoles en privilegiados de la clase trabajadora y a quienes identificaremos como clase consumidora, por ser ella, la que mantiene engrasada la maquinaria. Pues bien, es para ellos que se ha diseñado las tres mejores estrategias de mercado, la caducidad oculta, la obsolescencia programada y la obsolescencia percibida:
La caducidad oculta, consiste en producir bienes cuya utilidad viene establecida de antemano, para que a x años de haberlo adquirido, no esté en condiciones adecuadas de prestar servicio, de este modo, la industria se garantiza cíclicas acometidas de clientes en busca de coches, electrodomésticos, maquinaria, por dejarles de funcionar lo que hubieron comprado en su día, o por un repentino cambio legislativo que lo deja fuera de juego. Por supuesto, tan sofisticada estratagema se ve acompañada de la paulatina desaparición de garantías, piezas de repuesto y posible reparación a coste razonable.
La obsolescencia programada, viene establecida por el control de los tiempos en que se han de ir incorporando los avances científico-técnicos a la industria destinada a producir bienes de consumo, de este modo primero se espera a que un mercado esté suficientemente saturado de un producto, para introducir una pequeña novedad en su diseño, o un significativo avance; cuando esto sucede en la vanguardia de Occidente, o sea en, el mundo Anglosajón, se retira de su mercado los productos ya obsoletos y se distribuyen en el mercado secundario occidental, el mediterráneo, Europa del Este y latinoamericano, y cuando las novedades llegan aquí, el resto pasa a distribuirse entre los países subdesarrollados…De este modo se optimiza la estrategia de la obsolescencia programada en tres o cuatro tiempos, realidad que cualquiera que haya viajado por los continentes puede observar sin dificultad. Por supuesto, en cada mercado hay personas y grupos que representan a escala más pequeña este proceso, que hasta se puede rastrear por barrios.
Por último, la obsolescencia percibida, es lo que vulgarmente conocemos como moda que a día de hoy no es cosa sólo de ropa y música, sino que afecta a los nuevos modelitos de móvil, ir a la última en tecnología digital, hacerse con la nueva gama de electrodomésticos, etc. La cuestión es que la gente deje de usar hoy lo que adquirió ayer, para comprar lo que abandonará mañana. Para ello debe sentirse muy a disgusto consigo mismo y con cuanto le rodea, asunto del que se encarga la publicidad, para de este modo, buscando la aprobación de sus iguales, crea hallar refugio en la compra compulsiva que le permita renovarse, actualizarse, ponerse al día con el grupo y no desentonar diciendo ¡Eh! ¡Miradme! ¡Soy de los vuestros! ¡Yo también contribuyo a la economía….
Pues bien, este modelo basado en el consumo esclavista y en el consumo esclavo, no da más de si, porque en breve, la gran mayoría de consumistas en nada se distinguirán de la gran mayoría de esclavos.
Todos vivirán para trabajar y trabajarán para consumir. Y eso, eso no es economía.