Ida y vuelta al Hermitage

 

Así como los pobres hacen turismo acudiendo de compras a la quincena dedicada a la India en el Corte Inglés o yendo a comer a un chino los fines de semana, en estos tiempos de crisis, he decidido sustituir mi añorado viaje a San Petersburgo y hacer el Transiberiano, por ir en Alvia hasta Madrid y pagar religiosamente los doce euros que cuesta la entrada a la exposición que El Prado, en colaboración del Hermitage, ha tenido a bien ofrecer estos días a modo de regalo de Navidad.
Tras alojarme debidamente, apresuré el paso en dirección al Museo con la ansiedad de encontrarme con viejos amigos a los que no he tenido oportunidad de conocer ni en pintura, sólo por medio de reproducciones en libros o en diapositivas en clase. Así, pensando en el festín impresionista, abstracto, vanguardista que me aguardaba a eso de las seis de la tarde, recorrí toda la Gran Vía, no sin reparar en que a cada paso que daba, entre los centelleantes adornos de esta época del año, hombres anuncio vendiendo oro, chicas en las esquinas que si no lo valían, seguro que lo costaban, infinidad de puestos callejeros vendiendo lotería, espontáneos saliéndome al encuentro para rellenar una encuesta, una ya no inusual presencia policial, destacando la municipal – si no me crucé con veinte durante el trayecto, no lo hice con ninguno – la omnipresente hilera de comercios y restaurantes en competencia desleal con el perenne tráfico…mirase a la izquierda o a la derecha, era imposible esquivar la molesta presencia de gente durmiendo en la calle recubiertos de cartones o enfundados en una manta.
Hace tiempo que el fenómeno, no sólo ha dejado de ser noticia, que hasta puede haberse convertido en imprescindible seña de identidad para que una gran ciudad sea reconocida como tal, no digamos entonces, toda una capital europea que aspira a convertirse en sede Olímpica, pues de no haberlos ¡Habría que contratarlos! Pero esta vez, eran más que de costumbre en el santuario del despilfarro y el consumo en que se han convertido los centros de las junglas de asfalto.
Es verdad, que en esta ocasión, la postal humana no me impresionó tanto como cuando hace veinte años vi por primera vez tras el ventanal del autobús pasando por la M-30, una especie de trogloditas New Age alojados en los entresijos de la autopista al más puro estilo Carpanta – a todo se hace uno – e incluso me agrada ver de cuando en cuando a algún que otro desgraciado al objeto de no incurrir en lo que los Neoliberales han dado en bautizar “Riesgo Moral Social” de saberse rescatado en caso de extrema necesidad, salvo que seas un Banco, se sobre entiende.
Con todo, el contraste de una muchedumbre atiborrándose de hamburguesas y patas fritas, “Coca Trola” en mano, sin ningún pudor tras el escaparate del gigantesco “Mal Comas” con las escenas entrañables de los miserables navideños que invitan a despertarnos los más cálidos instintos cristianos, pegados a sus cristales como si vieran en la tele ¿Quién vive ahí?, arrancó en mi un impulso irrefrenable, parecido al que se parodia en la serie del detective “Monc” y sin pensármelo dos veces, di media vuelta, retrocedí hasta la entrada del hotel y desde allí, reloj en mano, me dispuse a contar los “Sin Techo” con los que me encontrara por la acera, al más puro estilo periodístico de contabilizar victimas de carretera o mujeres muertas a manos de sus…”amantes” queda mal, “amigos”, peor, mejor de sus asesinos.
Sin hacer trampas, o sea, sin computar los que se adivinaba en la acera paralela, ni dar por buenos los que desde las calles colindantes entraban por el rabillo del ojo, con paso firme y decidido rescaté de mi juventud la infantil costumbre de contar chicas guapas heredada de las enseñanzas del Conde Drako de Barrio Sésamo, solo que esta vez aplicada a los vagabundos, aunque sin puntuarles, más que nada porque llevaba prisa para entrar a la Pinacoteca Nacional, pues no crean ustedes, que entre el Cuarto Mundo hay más igualdad que en el Primero, ¡Ni mucho menos! también hay diferencias como he podido constatar en esta investigación de campo. No saben ustedes lo bien equipados que están los nuevos pobres en este país que va camino del subdesarrollo; Un poco más y podrían pasar por “Indignados”.
Como les decía, en un recorrido que no tendrá más de kilómetro y medio desde la salida del Metro en Gran Vía, Pasando por Cibeles, hasta llegar a mi destino, para el que no precisé – semáforos de por medio – más de un cuarto de hora, contabilicé entre las seis menos veinte y menos cinco, un total de cinco tumbados, según iba para el Prado.
Pero una vez dentro de la cárcel del Arte, hice un paréntesis mental para quitarme de la cabeza la escoria humana de nuestra ética y poder disfrutar del sublime espectáculo de la belleza estética. – Hasta cierto punto…si los que sufren, sufren y los demás sufrimos por ellos, aquí nadie se lo pasaría bien. En cualquier caso, durante esta mía enésima visita a El Prado, me percaté de un hecho singular que hasta este pasado Martes 13, me había pasado desapercibido, cuál es, la ausencia total de pedigüeños entre cuadro y cuadro o de personas durmiendo en sus escasos bancos en el interior de estos edificios dedicados supuestamente a la cultura. Por primera vez, caía en la cuenta de que en los museos, como en las zonas turísticas, es donde mejor un pequeño burgués puede disfrutar de sus cada vez más pequeñas libertades.
Sabiéndome a salvo de manos tendidas salidas de cualquier rincón, de miradas tristes que en “Efecto Doppler” me persiguen de horizonte en horizonte entrelazadas por las farolas, de voces cansinas suplicantes y demás atrezos de la mendicidad, me dispuse a pasear tranquilo entre las joyas del Hermitage en el corazón de Madrid. Allí Patterson, Rembrandt, Rubens, Cézanne, Monet entre otros muchos colocados sabiamente al inicio para no incitar en demasía al arrebato de los amantes del Arte figurativo, evitando con ello innecesarias quejas al consumidor, que podrían derivarse de presentar el susto vanguardista que les puede suponer “Juego de bolas” o “Conversación” de Matisse, donde uno sobrelleva mejor la corrupción política al enterarse súbitamente de la muerte del arte, si es que antes no se queda a cuadros mirando “Mujer sentada” de Picasso.
Pero la paz espiritual que proporciona la mirada contemplativa de la belleza, el éxtasis de los sentidos ante lo sublime, la percepción intelectual de hallarse uno ante lo Absoluto, no duró mucho: Sólo hasta las ocho. Terminada la visita a la exposición del Hermitage, me vi enfrentado a desandar el camino que me había llevado hasta allí, trecho que se me antojó ahora más cuesta arriba de lo que la física sería capaz de aceptar como plausible, pues desaparecida la prisa y la ansiedad de visitar el museo, como que regresar al hotel no era lo mismo. Sólo una cosa me sirvió de entretenimiento haciéndome más llevadero el regreso, a saber: contabilizar de nuevo los desgraciados que han de dormir al raso, para comprobar si habían disminuido o aumentado.
Mientras contaba gente tirada en el suelo, reflexionaba sobre la distancia que media entre la Ética y la Estética que aunque parezca absurdo, va más allá que la diferencia fonética que media entre la Astronomía y la Gastronomía. Sea como fuere, el lapso de tiempo se me hizo corto porque según me acercaba al alojamiento, la marca anterior fue pulverizada de manzana en manzana, hasta llegar a la nada despreciable cantidad de 22 personas durmiendo en la acera, número que da para montar un equipo de fútbol profesional o hacer una propaganda de la Lotería Nacional. ¡Estaba entusiasmado! Dado que, ya antes de entrar al museo nació en mi dar cuenta de todo ello y sobre la marcha fui construyendo este artículo que ahora les presento, por lo que no quedaba nada mal que la cifra lejos de mantenerse estable o disminuyera, hubiera subido tan espectacularmente en menos de tres horas.
Estando casi al lado de mi Hotel, en la Plaza del Carmen, observé bajo unos andamios un bulto sospechoso. Estuve por pasarlo por alto, pues en principio, no se ajustaba a lo estipulado. Ante el dilema de si sumarlos al cómputo traicionando mi estadística o por el contrario darles el visto bueno corrigiéndola, decidí acercarme para comprobar si se trataba de un vagabundo más o si por el contrario, solo era algo de lo que en opinión de la Concejal Ana Botella, debería ocuparse la Brigada de Limpieza. No crean ustedes que fue tarea fácil despejar la incógnita, entre lo oscuro que estaba aquello, la poca vista que tengo y que los muy sinvergüenzas se tapaban hasta la cabeza, casi me voy de allí sin contarles; ¡Menos mal! que la naturaleza nos ha dado pies y mantas cortas para poder adivinar que bajo aquellas con tres pies sobresaliendo, había no menos de dos personas.
En ese momento me asaltaron infinidad de preguntas como por ejemplo ¿ Están allí por su propia voluntad? ¿A caso por su mala vida? ¿Por qué no van a un albergue? ¿Son buena gente con mala suerte? ¿O por el contrario son mala gente que se merece estar como está?…Acordándome de la sabia advertencia de Spinoza de que “el preguntar no tiene fin” me dispuse a cruzar la plaza, asaltándome la duda de si debía o no ayudar a aquella pobre gente que iba a pasar la noche a la intemperie sin nada caliente que llevarse a la boca, mientras yo dormiría en una habitación con cama limpia, ducha, televisión en color y conectado al WiFi. ¡No era justo! No era justo que alguien tan sensible como yo, tuviera que tenerles justo al lado. ¿Dónde estaban los Servicios Sociales madrileños, me da igual que sean los de Zapatero, los de Rajoy, los de Gallardón o los de Aguirre para apartarlos de mi presencia?
Pero, pensándolo mejor, dado que de la temática yo iba a sacar provecho escribiendo todo este artículo y el motivo de su malograda circunstancia particular venia que ni de perlas para destacar mi calidad como persona, tome la decisión de desempolvar mi instinto caritativo, comprándoles algo de fruta, embutidos, pan, galletas y cerveza en un supermercado cercano, bolsa a la que adjunté veinte euros extra en metálico para que pudieran desayunar y comer algo caliente al día siguiente. ¡Quedé como Dios! Me dieron las gracias mil veces, pero no consentí que fuera a cambio de nada: me enteré de que eran dos hermanos, que su madre había fallecido y la casa donde vivían se la había comido el banco, que no tenían sitio en los albergues, que no les permitían entrar en los bares….en fin, un melodrama al que solo faltaba el acento.
Esa noche dormí a pierna suelta recordando haber estado cerca de los genios de la pintura y de haber tocado con la yema del dedo índice derecho el cuadro “Negro sobre blanco” de mi admirado Malévich. Pero sobre todo, de lo que más feliz me sentía, era de saberme una excelente persona, hasta el extremo de preguntarme ¿Por qué soy tan bueno? antes de cerrar los ojos.

Atendo: Entre la atención social y la desatención personal

En los saberes humanos, es habitual que aparezca el dilema de qué fue antes, si el huevo o la gallina, verbigracia, todavía desconocemos si somos humanos porque gozamos de libertad o gozamos de libertad porque somos humanos. Esta pescadilla que se muerde la cola, toma forma al observar la proliferación de empresas que ofrecen servicios, que hasta hace bien poco, eran prestados altruistamente primero por la familia, luego por los amigos y finalmente por los vecinos y conciudadanos, no pudiendo esquivar por más tiempo la cuestión de, si estas empresas responden a una necesidad real, en cuyo caso la degradación del comportamiento individual para con los semejantes resultaría evidenciado, bien su emergimiento, a priori innecesario, genera a la postre, habida cuenta la inclinación al vicio de nuestra humanidad, su reclamo. Para ser más claros: Una empresa como “Atendo” que se ha especializado en la Atención y Asistencia a viajeros con discapacidad o movilidad reducida que RENFE pone a disposición de los clientes para su mayor comodidad a la hora de orientarse, informarse, acceder o transitar en sus estaciones, responde únicamente a la voluntad del Ministerio de Fomento por mejorar la igualdad de derechos y oportunidades en el uso de los servicios públicos de transporte, o por el contrario, sucede que en nuestra sociedad, como no te ayude una Oenegé, una institución o el mismo Estado, ya ni dios lo hace, por no haber para el sujeto más incentivo que el que pueda reportar la alegría que se experimenta al hacer el bien, de modo que, se antoja imprescindible la especialización subvencionada, nómina mediante, para garantizarnos lo mismo que hasta hace unos años se lograba principalmente por la educación y el ejemplo.
No quisiera con esta reflexión mancillar la buena imagen debida a la excelente labor que esta empresa está realizando. Sólo deseo llamar la atención sobre un fenómeno que debería empezar a alarmarnos, cuál es, el de que por haber una entidad especializada en atender a las personas con alguna discapacidad o problema puntual, el resto nos despreocupamos de la situación, dándose la paradoja de que entidades como esta que deberían hablar bien de una comunidad que cada vez se ocupa más estructuralmente de la asistencia social, en verdad esconde el drama palmario de que a pasos agigantados palpita la cruel realidad de una mayor desasistencia personal y un nada disimulado desmarque por parte de todos a la hora de echar una mano a quienes necesitan de nosotros en la inmediatez de la vida.
Lo que está sucediendo en la red de transporte público, es una réplica exacta de lo que ya ha pasado a nivel social, a saber: que por haber organismos oficiales, instituciones, Oenegés, Concejalias de Bienestar Social, Cáritas…los ciudadanos desatendemos nuestras obligaciones morales inmediatas, aquellas que se aprendían por osmosis desde pequeñitos y que se han transmitido de generación en generación desde antes de que nos irguiéramos en la sabana africana, al contemplarlo en ejercicio cotidiano entre cuantos nos rodean. De este modo, si vemos un incendio, damos por sentado que es responsabilidad de los bomberos apagarlo, si contemplamos a una señora desmayada en mitad de una acera, esperamos a que llegue alguien autorizado para socorrerle y un largo etcétera de casos que rápidamente nos vienen a la memoria. Con ello, poco a poco, la cadena de transmisión de ayuda mutua que nos caracteriza como especie que se valía de la acción directa y de su continuo ejercicio de parte de los individuos antes que del grupo, se va diluyendo en favor de la más frágil transmisión institucional, que a fin de cuentas, depende de aquellos y no subiste sin ellos, por mucha EpC que se les imponga académicamente, si bien, si contribuye a deformarlos, ordenarlos, controlarlos e incluso desmovilizarlos para hacerles dependientes de su modelo, porque el objetivo de toda Institución, no es velar por la supervivencia de los individuos que la integran, sino precisamente por ser ella la que les sobreviva. De ahí, que exclamemos aún en medio del estupor de cuantos todavía confían en “Papa Estado” aquello de ¡Muerte al Estado! Y ¡Viva la Anarquía!
Porque la Anarquía, lejos de lo que se afanan en propagar las malas lenguas al servicio del Poder establecido, no es sinónimo de “Caos” sino todo lo contrario, apunta a la autogestión, al sincero compromiso personal para con tu gente y la sociedad en la que vives, que traducido al caso que nos ocupa, vendría a establecer la máxima de “No dejes para otros lo que puedes hacer tú”. Cierto es, que las personas que conviven, han de ceder un poco de su libertad personal en beneficio del colectivo y a caso suceda que la libertad personal no exista fuera del grupo; Pero por muy compleja que sea una cultura, esta no debería suplantar, menos desactivar y por supuesto, nunca poner en riesgo lo más valioso que posee el colectivo humano, que es, la ayuda espontánea que sus miembros se prestan sin que medie otro interés que el saberse parte de un todo y que se necesitan mutuamente.
Hemos llegado a una situación tal, en la que preferimos pedir dinero a un banco que a la familia o amigos, porque son los bancos los especializados en dicha tarea; nos parece mejor que un administrador nos lleve las cuentas de la Comunidad de vecinos, antes que rotarnos el derecho y obligación de ser Presidentes de Escalera o portal; Tenemos hijos que son llevados con meses a las guarderías para que se ocupen de ellos personal con estudios en puericultura; Y padres que están mejor asistidos por especialistas en geriatría; De seguir así, dentro de poco, contrataremos a trabajadores del sexo para que cumplan con nuestra pareja, sólo que se dará el absurdo de que se follarán entre si los del citado gremio, cosa parecida a lo que le ocurriera a aquel profesor que en lugar de acudir al aula para impartir clase, enviaba a un adjunto con la lección grabada en una cinta magnetofónica, que un buen día se encontró decenas de grabadoras en los pupitres en lugar del alumnado.
Evidentemente, la civilización requiere especialización, al menos en aquellas tareas donde la misma solventa más problemas de los que crea, como puede ser la instrucción académica que no la educación integral del futuro ciudadano, el cuidado de enfermedades que requieren hospitalización y no todo achaque o resfriado, la regulación del trabajo asalariado y no si se fuma o se deja de fumar, juzgar un asesinato pero no si fulanito me ha insultado…porque de atomizarse y burocratizarse en exceso toda actividad humana, los individuos desconectados entre si, dependientes de un centro tractor heterónomo, dejan de aportar lo más valioso que tienen, su propia capacidad gestora, autoreguladora, pérdida irreparable que finalmente supondrá el colapso del sistema.
Las personas han de colaborar entre si, sin esperar a que intervenga mediador alguno que resuelva la situación, porque si dejamos la ciencia en manos de los científicos, la política a solas con los políticos, la religión entre los sacerdotes, el arte decidido por los artistas, que hagan deporte los deportistas, que canten los cantantes y ayuden a bajar del tren a las personas mayores los trabajadores de Atendo ¡Que para eso les pagan! estaremos muertos como individuos y como sociedad y no sabría decirles que ha sido antes…Lo que tengo claro, es que si nacer nacemos siempre acompañados, morir, morimos completamente solos, y eso si que nadie puede hacerlo por nosotros.

EpC: Cómo montar una ONG

Ya comenté en su día, que a mi modo de ver, toda Oenegé que depende de subvenciones para su supervivencia, deja ipso facto de ser una ONG, es decir, “una Organización No Gubernamental” y pasa a ser una ODG, o lo que es lo mismo, “una Organización Dependiente del Gobierno”.
Montar una ONG, no es tan difícil como la gente cree; Basta tomar conciencia de la situación, asumir la responsabilidad y pasar de la reflexión a la acción. Ahora bien, como dice el estribillo de Seguridad Social “No quiero hablar de la lucha, si no estamos preparados” y menos si sólo contamos con el buenismo voluntarista de cuatro filósofos de salón y tres descerebrados dispuestos al ¡Pin! ¡Pan! ¡Pun! a diestro y siniestro que nos abocaría sin remedio al otro estribillo de Miguel Bosé donde perdido el Norte, confesaríamos “No se si hacer o más bien deshacer, si hacerlo mal o hacerlo bien,
hacer por hacer, solo pa´deshacer
lo que nunca se hacer.”
Lo primero que se han de plantear las personas que están pensándose dar un paso al frente para presentarse altruistas a la tarea de sacrificarse por los demás, es la necesidad que tienen de organizarse para combatir el Mal. A lo mejor, dependiendo de su calidad individual, íntimas capacidades o privilegiada circunstancia, pudiera darse el caso que para la causa, fuera mejor que se quedara al margen de toda estructura y colaborase con ella desde el exterior. Mas como quiera que a la mayoría le regocija eso tan humano de la pertenencia a un grupo, ha de ponerse cuidado en que a los agregados les apetezca más integrarse en un reducido número de elegidos que se sientan cabeza de ratón a que busquen competir en el Estado placiéndoles sentirse cola de león, pues de haber necesidad justa y necesaria de montar una auténtica ONG, esta no debe ni reproducir lo que hay, ni extenderlo, sino presentar una alternativa bien diferenciada ante la población.
Por consiguiente, no es bueno que se persiga constituir una ONG de ámbito Internacional, ni Nacional, si quiera Regional ¡Hay demasiadas! Y a la vista está que del todo ineficaces. A tenor de los resultados, ¡cualquiera diría que tienen vocación de permanencia! Las ONGs de las que hablo, son de carácter muy distinto; Se trata de ONGs microscópicas, nacidas de la nada por generación espontánea, que no se reparten el territorio, que apenas se interrelacionan para evitar el Efecto “Hilo de Ariadna” y menos todavía se entroncan en una jerarquía piramidal para no facilitar el efecto “Dominó”. Son ONGs constituidas desde la afinidad, de modo que, todo el que la integre sea familiar, amigo o vecino con intereses muy ligados al resto de los miembros del equipo, condición que pone el listón muy alto tanto a la infiltración de indeseables como a la traición. A lo sumo, pueden, si lo desean libremente y de forma puntual asistemática, asociarse y desasociarse etéreamente en acciones conjuntas coordinadas por medio de franquicias fugaces que surgen y desaparecen como flor de un día, en el más absoluto caos intencional.
Este tipo nuevo de ONG, no precisa registrarse, pues no solicita subvenciones para hacer sus acciones en favor de la sociedad; No requiere de nombre ni logotipos, ya que no reclama gloria alguna para si; No perderá el tiempo en redactar comunicados que marean la perdiz, porque sus hechos dirán más que sus palabras a quienes entienden el lenguaje no verbal más allá del explicado por Flora Davis; Tampoco necesita de un aparto permanente, o de liberados, su realidad sería de rango divino, para entendernos, que existiría sólo allí y cuando se la necesite…
Una ONG de estas características, actuaría estrictamente en el ámbito local, ayudando a los socios integrados en primer término, a sus familiares y amigos en un segundo momento y por último a sus vecinos y conciudadanos más cercanos, favoreciendo la resolución de conflictos o en su defecto, eliminando sus problemas cotidianos en la empresa, o en las instituciones. Por supuesto su modus operandi ha de mimetizar la técnica endiablada del enemigo a combatir, de manera que sus acciones jamás han de ser publicitadas, menos reivindicadas, nunca reconocidas, jamás aplaudidas o vitoreadas…todo ha de sucederse con naturalidad: algo pasa aquí, algo pasa allá, en un libre albedrio accidental.
Por supuesto, esta clase nueva de ONG no es ajena al Mundo que la rodea. Pero hemos de ser humildes y reconocer que el mundo que nos rodea, no está en los polos, Afganistán o Somalia…pensando de ese modo la buena voluntad personal queda anonadada ante la ingente tarea a acometer, como el consumidor se ve como un pigmeo ante las Multinacionales. Deben aparecer ONGs de carácter local que solucionen los problemas de la gente o al menos que los hagan desaparecer, porque ya no hay Estado de Derecho y el Estado está contra nosotros, por no hablar de los Gobiernos integrados por sociópatas criminales.
Las ventajas de seguirse este otro patrón de acción, que vendría a confeccionar un híbrido entre la unión personal de una secta, la organización de las miles de Logias masónicas repartidas por el Orbe y el sigilo con que trabaja la Mafia Siciliana, saltan a la vista: en una realidad salpicada de pequeñas ONGs no reconocidas, sin portavoces, ni comunicados, sin que se reclame nada, con no más de una docena de amigos solidarios que realizan una labor continua de baja intensidad desde su vida cotidiana que resuelven con energía y decisión, de cuando en cuando un problema que tiene angustiado a todo un barrio…es muy difícil que se desmantele su estructura y en caso de caer toda la estructura, esta no iría más allá de esa organización particular, pudiéndose dar el caso de que justo al lado hubiera otro vecino integrante de otra ONG tan reducida como la suya.
Los obreros mueren todos los días en ataúdes rodantes, caen de los andamios, aplastados por planchas de acero, construyendo puentes y túneles de autopista, envenenados por la bazofia que se les da de comer, de frio en la calle en la más absoluta indigencia cuando llega el invierno, por inasistencia médica adecuada, de distintos cánceres por estar expuestos en las barriadas a las antenas de telefonía o al amianto…esta es la técnica que debemos imitar en las nuevas ONGs al objeto de combatir el Mal. Dejemos que Cáritas, Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras y demás hermanitas de la caridad, se ocupen de paliar sus efectos en terceros desconocidos y nosotros, ocupémonos de la Cosa Nuestra, procurando fagocitar de raíz las causas de los distintos males que acechan impunemente a nuestra gente, con la misma humildad de quien ayuda cristianamente a su prójimo – o sea, próximo – de modo anónimo sin alardear de ello, porque sólo así Dios estará con nosotros y con nuestro espíritu.

Resistencia Gallega

Entre lo que nos cuentan y lo que nos dejan de contar, no son pocos los mensajes que podemos leer por nuestra cuenta. Así, es admirable la eficacia de la policia en detener incipientes organizaciones clandestinas de resistencia civil como la gallega a la que prácticamente se ha desartriculado en una operación impecable, actuando antes de que sea demasiado tarde. El problema de esta consigna transmitida por todo medio de comunicación, es que puede convertirse en un boomerang cuando el ciudadano se pregunta por qué dicha prontitud preventiva, brilla por su ausencia a la hora de desmantelar las distintas mafias que operan en nuestro país, evitar la fuga de capitales de las grandes empresas o en descubrir las tramas gubernamentales de corrupción.

Una primera respuesta a la cuestión planteada, apuntaría a que los movimientos de base encaminados a la resistencia armada de parte de la indefensa población, a diferencia del crimen organizado antedicho, suelen ser más voluntarista que práctica, o sea, que se pierde en idealismos decimonónicos, en lugar de dedicar toda su energía a eliminar problemas concretos de su barrio o de la empresa, gustando siempre alardear de sus futiles acciones con la excusa de despertar conciencias por medio del consabido algoritmo revolucionario “Acción-Reacción-Acción”, cuando en verdad no les mueve otra cosa que lo que a un artista dar a conocer su obra, para entendernos, su egolatría, de ahí que hoy en día suceda “Acción-Detención-Delación”. Muy distinta entonces de la forma de trabajar que tiene la Mafia cuya actividad se limita a quitar de en medio todo aquello que estorba a sus fines, sin dar explicación alguna, mucho menos reivindicarlo, nunca reconocerlo y jamás de los jamases trasgredir la Omertá. Es la diferencia que mediara entre los antiguos constructores medievales de Catedrales preocupados por lo que importa, el edificio y la gloria de su ciudad, con los actuales arquitectos de renombre, absorbidos por lo que les motiva, el arte por el arte, su particular fama y cuantiosa nómina.

Una segunda explicación estaría relacionada con la falta de medios de la gente común que está prácticamente desarmada para hacer frente a la agrsión de los enemigos sociales, mientras cualquier organización criminal, no digamos ya el Estado, cuenta en su haber con toda suerte de equipación de última tecnología y un nutrido número de profesionales y especialistas para emplearlo; El desarme del Pueblo, no consiste únicamente en falta de armas, también carece de instrucción suficiente para su ducho manejo, desaparecido el logro revolucionario napoleónico del ejército popular y hasta de convicción ética de su acción, jamada la cabeza como la tiene desde pequeñitos por los dibujos animados de Disney y el estúpido pacifismo con el que nos hacen comulgar a todas horas, salvo en las películas de Schwarzenegger, donde los buenos son los que más matan.

Los dos factores apuntados pueden hacer más comprensible la eficacia policial y la capacidad de infiltración de los Servicios Secretos en esta clase de ONGs clandestinas. Pero no lo creo suficiente para explicar cómo contando con el humus necesario para aparecer y reaparecer sin descanso, cual es la continua opresión que padecemos, sucede que no permanece una estructura permanente de combate, aunque cambie el nombre y el logotipo.

Y es que, aunque como bien dijera Don Camilo “ Aquí vence el que resiste” a mi modo de ver las cosas, “Aquí sobrevive el que colabora” más que nada, porque los colaboracionistas tienen garantizada la paz de conciencia, por cuanto su colaboración se traduce en ventajas para si mismos y para sus más allegados, pues no hay axiología sana que castigue mirar por el propio interés. No así los resistentes, cuando de su acción se siguen más perjuicios que beneficios, no ya para los suyos, sino para ellos mismos. ¡Eso sí es un mal moral! en toda escala de valores que se precie. Al menos esto es así, en un primer momento. Cuando los resistentes ganan la partida, las tornas cambian, pero sólo lo hacen en el aspecto moral que no material de lo acontecido, de modo que puestos a elegir, el colaboracionismo es abiertamente preferible en todos los sentidos a la resistencia, como lo atestigua cualquier prueba a la que sometamos a un colectivo humano, sea el francés ante la invasión alemana, sea la de los judios ante su exterminio: La mayoría de los franceses, estaban encantados con el armisticio firmado por el Gobierno de Vichy. La Resistencia francesa es más fruto del cine que de la realidad, si descontamos a los infelices escapados de nuestra contienda que creian combatir el fascismo. ¡Qué diferencia con Rusia! Los judios por su parte se sometian sumisamente a cuantas vejaciones se les hiciera desde la proclamación de las leyes de Nuremberg hasta llegado el momento de entrar a las duchas en el Campo de concentración. Lo del Gueto de Varsovia fue la excepción. Pero que nadie se equivoque…no estoy reprochando nada; Yo mismo hubiera votado a favor de la resolución de Pétain, yo hubiera trabajado de judio de confianza y seguramente, como el pobre jovenzuelo de Benedicto XVI, me hubiera alistado a las SS, porque siguiendo el consejo del Oráculo de Delfos, me conozco a mi mismo y además, nada de lo humano me es ajeno.

La noticia de la detención de varios jóvenes en Galicia pertenecientes a un grupo de Resistencia, dice más de lo que parece, empezando por que existe Resistencia, cuando por lo demás sólo daba la sensación de haber colaboración.

El Reino de Don Quijote

El Reino De Don Quijote, es un proyecto inmobiliario que a decir de sus promotores, integra en un entorno natural, ofertas de ocio, negocio, comercio y bienestar junto con un desarrollo residencial de máxima categoría, ofreciendo todo aquello que ha otorgado renombre internacional a España: cultura, gastronomía, patrimonio histórico y una excelente calidad de vida. Para resumir: un parque temático typical spanish.
Al margen de mi particular opinión negativa sobre los auténticos objetivos de estas materializaciones de nuestras más nobles fantasías colectivas de las que sin pago alguno de derechos de autor se apropian los empresarios del entretenimiento de masas, hemos de reconocer, que de tener que consumir basura intelectual, mejor la autóctona que la importada. Es más, para ser coherentes con eso que todos hemos exclamado alguna vez junto a las cuevas de Altamira o el Castillo de Olite, “Si estuviéramos en América, hace tiempo que aquí habría un Parque temático”, hasta deberíamos aplaudir que inversores y autoridades, por una vez, hayan creído en la viabilidad económica de motivos arraigados a la idiosincrasia mediterránea.
Sin embargo, la crisis económica ha obligado a su Junta Directiva a declarar el Concurso de Acreedores y con ello, el sueño de un Parque temático español, para el que se habían anunciado inversiones de 6.500 millones de euros en 15 años, no se hará realidad, al menos esa realidad a base de luces, cemento y decorados al que se accede con entrada y que está científicamente diseñada para el consumo de las familias durante los fines de semana como cara opción al burrimiento.
Lo sucedido, me ha servido para meditar, no ya sobre la verdadera causa de que este quijotesco proyecto haya fracasado cuando otros de su especie, trufados de simbología foránea con animalitos que menguan la inteligencia y autoestima de nuestros pequeños han echado con fuerza sus tentáculos entre nosotros…sino por las condiciones que hacen que estos proyectos ni se planteen entre nosotros, cuando como ya he adelantado, no nos faltan escenarios, personajes, rutas, leyendas y mucho menos imaginación para llevarlos a cabo.
Al principio consideré la posibilidad de que los Parques Temáticos están tan fuertemente asociados a los dibujos animados nacidos con Disney, que a ojos de la ciudadanía europea, como que no parece serio hacer un complejo de estas características para ubicar las batallas de Corocotta, las aventuras del Cid, la resistencia de Numancia…lo propio con nuestra cultura es enclaustrarla en Museos que nadie visita por no estar en ellos permitido correr, gritar y tocar, sólo se permite, ver, oír y callar, como sucede en los museos de cera. En un segundo momento, achaqué nuestra incapacidad para hacer negocio con la cultura a aquella diferencia que Weber apuntara en su celebrado ensayo sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” pero como quiera que recientemente hasta nuestra querida Santa Madre Iglesia haya empezado a practicar el marketing o el merchandising modernos y que el gentío gusta de la fiesta y el jolgorio perpetuos, como que no me parecen muy convincentes ninguna de las dos anteriores especulaciones para dar razón suficiente de este curioso fenómeno, cuál es, el de no sacar partido económico de nuestras ventajas, más allá del turismo tradicional de Sol y playa, entorno a los cuales, si que hemos sabido montar toda una industria. Por fuerza ha de existir otra variable explicativa.
No deja de ser curioso que una tierra que ha dado tantos genios que supieron materializar la fantasía universal en pintura, escultura o teatro, en la actualidad sea incapaz de construir soportes de cartón piedra que recreen el imaginario colectivo para que el público pueda vivenciar las más famosas escenas literarias, o experimentar en propia carne, antiguas leyendas, más allá de lo que le ofrece el cine subvencionado del Ministerio.
Pensando sobre este detalle, a lo mejor, la clave deberíamos buscarla en que nuestra sensibilidad se viera del todo satisfecha con dicha representación visual de su lectura, pintura, pero sin necesidad de construirla en 3D. Podía ser…pero entonces ¿Cómo explicar la tradición de las procesiones, las representaciones de Moros y Cristianos, etc? El límite entonces se circunscribiría no tanto a su materialización en la tercera dimensión, cosa de la que participa la danza, el teatro y la escultura, cuanto por su permanencia en la realidad imitando precisamente la realidad de algo que sabemos es ficción o perdido en el pasado. Me explico:
Es posible que nuestra forma de entender el mundo sólo disfruta de la fantasía y del pasado histórico dejándolo como tal, para no confundir precisamente sus límites, de modo que su furtiva aparición sea sólo una recreación fugaz que mientras dura nos engatusa los sentidos pero que luego por bien que esté realizada su representación, precise de nuestra memoria, recuerdo e imaginación, pues como dijera nuestro señor Jesucristo, “Mi Reino no es de este mundo” y parece ser que el del Quijote…tampoco.