Los Neandertales cantaban rap

http://www.youtube.com/watch?v=sLnihJGsBeA

Cuando accedí a sugerencia de mi amigo Jesús Peláez a leer la obra de Steven Mithen, no sospeché el uso inmediato que haría tanto de su título como de las enseñanzas que en el se recogen, cosa que, sin embargo, ha sucedido, al entremezclarse en mi mente las agudas observaciones que dicho autor realiza sobre nuestro querido lenguaje y la olvidada capacidad musical, con las noticias que me llegan a través de los medios de comunicación, del deplorable comportamiento diplomático mostrado por el Gobierno Español ante lo que está aconteciendo en el Sahara.

Steven Mithen, es de la opinión de que, las distintas especies Homo desde Ergaster hace más de un millón de años, ya contaban con un protolenguaje al que denomina Hmmmm acrónimo de Holístico, manipulador, multimodal, mimético y musical, capacidad que fue heredada por los Neandertales europeos a través del Homo Heidelbergensis, por supuesto en su forma más evolucionada, lo que le permitió sobrevivir a las glaciaciones y conservar casi intacta su desarrollada cultura y tecnología durante más de 200.000 años hasta su extinción, hacia el 35.000 antes de nuestra era.
La asociación de palabras que permite el rap y su primitivismo rítmico pueden ser claves ancestrales que explicarían su enorme éxito en el mundo musical contemporáneo. Claro que, hacer rap no es tan fácil como parece: las afinidades silábicas van mucho más allá del simple ripio, las relaciones internas vocálicas, la oposición de contrarios, las cadenas secuenciales, los giros previstos e imprevistos, modulan en nuestro inconsciente, la aparente lineal comprensión léxica del discurso superficial cuyos pliegues y repliegues, denotativos y connotativos, icónico-simbólicos interactúan libremente en nuestra psique sin necesidad de una gramática cromañón a la que estamos acostumbrados el Homo Sapiens que permitiría a los Neandertales cantar rap para transmitir milimétricamente los conocimientos adquiridos de generación en generación sin contar con otros artificios semánticos, morfológicos y sintácticos propios de las lenguas modernas que favorecen descubrir mediante traducción los distintos mensajes que se desea comunicar.

Para probar su teoría, he ideado el siguiente experimento mental en el que yo, sólo deseo participar con unas mínimas indicaciones, dejando a sus capacidades artísticas e intelectuales, el problemático resultado de los mismos, así como las consecuencias jurídicas que se pudieran derivar. El experimento mental, consiste en componer un rap Neandertal para denunciar el comportamiento del Gobierno Español respecto a lo que está ocurriendo en el Sahara Occidental. Sería bueno empezar por tomar en consideración, a parte de las habituales terminaciones silábicas que contribuyan en propiciar rimas asonantes y consonantes, el número de sílabas que constituyen los nombres y las palabras que deseamos casar. Así, si a Aznar en su día le correspondían adjetivos bisílabos como malo, feo, tonto, soso, lento, a Jiménez le ha de corresponder cómplice, traidora, cobarde, como a Rubalcaba y Zapatero es fácil acoplarles sinvergüenzas o hipócritas, para que haya una concordancia armónica interna entre el tiempo dedicado a un nombre y el adjetivo que le acompaña. Ciertamente es una técnica muy arbitraria, pues mientras a los trisílabos Marruecos o Mohamed, les puede corresponder los trisílabos invasor, criminal y canalla, al también trisílabo Sahara, en cambio, le puede acompañar con mayor propiedad exilio, auxilio, hartazgo etc. Hecha la selección de nombres implicados en esta ignominia y los calificativos que mejor se adaptan al significado y significante de cada caso, bastaría con hacer tres o cuatro oraciones y un poco de chumba chumba, para decirle al Gobierno entero ¡Hmmmm! por su despreciable comportamiento, cogerle a Trinidad Jiménez y hacerla ¡Hmmmm! por no llamar a consultas al embajador, mostrarle nuestro más enérgico ¡Hmmmm! a González Sinde por mandar callar a los artistas para que no denuncien lo que está ocurriendo como cuando en su día salieron contra Aznar, demostrarle las ganas que le tenemos ¡Hmmmm! a Rubalcaba por dar cobertura internacional a la desinformación alauí, mientras nuestro ¡Hmmmm! de Zapatero sigue sin condenar su actuación sanguinaria en El Aiún. ¡Hmmmm! les…¡Hmmmm! Si con todo no acertais a saber cómo hacerlo, os dejo con Frank-T y su «Gran obra maestra» donde el ¡Hmmmm! se intercala en el mensaje de modo Neandertal.

Vivir como un Hadza

Estoy preocupado por el futuro de nuestra familia. He oido hablar que en España mucha gente vive sin trabajar. Pero a nosotros sólo nos interesa averiguar cómo lo hace una determinada familia que se define como real; El resto deben de ser ficticias.

Nunca me ha gustado trabajar, pero tampoco la molicie ha generado en mí, el sádico placer de disfrutar viendo trabajar a los demás, si por trabajo entendemos aquello que se hace por dinero, forzado, o debido a la necesidad. Mas, no fue hasta cierto día siendo todavía bachiller, teniendo noticia de que la célebre obra de Paul Lafargue “ El derecho a la pereza” hallábase a pocos metros de dónde me encontraba, sintiera un irrefrenable impulso de adquirirla y leerla allí mismo, junto a la chimenea de la histórica librería Irrintzi de Estella, que mi natural inclinación a la vagancia, encontrara la necesaria justificación teórica para evitar los conocidos remordimientos de una conciencia que, aún recelosa, sucumbió a la mala educación abocada a la producción. De ahí que, textos como el mencionado o el del genial pintor K. Malévich sobre el mismo tema de la pereza, cuenten con toda mi admiración por apostar abiertamente por decisiones personales encaminadas a dejar de trabajar, sin que su acción repercuta en el resto de la sociedad, o se desplace a terceros, porque en dicho caso, flaco favor haríamos a la innovación antropológica, cuando son milenarias las instituciones del el servilismo y la esclavitud. Por ello, no termina de convencerme, el reciente planteamiento desenfadado de Timothy Ferriss en “La semana laboral de 4 horas” pese a contar con elementos interesantes cara a la viabilidad de un proyecto destinado a alcanzar la noble meta del “Pleno Desempleo” pues al final, es fácil adivinar lo que sucede.
Tener las cosas claras a tan temprana edad, sirvió para que mi Espíritu no se desviara en momentos de tribulación; hasta hace poco, me sentía dichoso de pertenecer, a la denominada “Clase Ociosa” aunque no todo lo que yo hubiera deseado. Y digo hasta hace poco, porque acabo de enterarme gracias a un estudio publicado por Bernard Campbell “Ecología Humana”, que hay un pueblo en Tanzania, cerca del Lago Eyasi, los Hadza, que todavía viven como en la Edad de Piedra: sin coches, trenes de alta velocidad, carreteras o autopistas, carecen de teléfono, radio, televisión e Internet, no conocen el dinero, los cheques, ni lo que es un banco, nunca han comido en un Mal Comas, ni bebido Coca Trola, no saben lo que es la democracia o para que sirve un partido político, no tienen ejército para defenderse de sus potenciales enemigos, tampoco poseen policía para castigar a los delincuentes, y no cuentan con espías o agentes secretos…que se sepa, desconocen lo que es la cárcel, colegios, guarderías, asilos y manicomios… Pero lo peor, es que, no precisan trabajar más de dos horas diarias para procurarse cuanto necesitan de vestido, cobijo y alimento. Antropólogos como M. Harris y compañía, ya amenazaban mi placentero estado de ánimo acortando peligrosamente el tiempo que las sociedades primitivas dedicaban, cuando entonces, a labores de subsistencia, estimándolo entre cinco y seis horas diarias, muy por debajo de la actual jornada laboral, pero al menos, todavía doblaba mi privilegiada posición -creía yo- en la confianza de que su modo de vida se hubiera extinguido con el desarrollo de las vías de comunicación y el advenimiento de la tecnología. Este conocimiento, lejos de reconfortarme por proporcionar, lo que los entendidos denominan un fósil viviente al aparato ideológico que mantenía mi convicción de estar en el sendero correcto de la felicidad, me ha sumido en una profunda depresión existencial, muy superior al desasosiego que ustedes puedan sentir por la crisis económica, pues a fin de cuentas, esta última es cíclica, en cambio la mía, tiene todos los visos de extenderse hasta la eternidad, de no ser que, hagamos algo por llevarles la civilización, la industrialización, el libre mercado, la competencia, las elecciones, la electricidad, el gusto desenfrenado por adquirir productos caducos de consumo, endeudarse con tarjetas de crédito, meterse en hipotecas y experimentar terribles ganas de trabajar para sufragar todo el lujo que les garantice una vida llena de estrés y contradicciones como la nuestra, porque de lo contrario, no soportaré no poder vivir como ellos.

Contra los besos

 

Así empezó el principio del Fin.

Mucho se ha escrito acerca del origen del beso: desde que apareció como prolongación del acto mamario, hasta la acción maternal Cro-magnona de masticar los alimentos a sus bebés, pasando por los olisqueos mutuos entre extraños para reconocerse. Mi parecer al respecto va también en esta línea, situando la acción de besar dentro del marco del despioje, más que nada, porque éste empezó dándose entre los más cercanos, generalmente parientes, explicación que comporta el plus de salubridad que se requiere para evolucionar como lo ha hecho hasta convertirse en saludo que amenaza a la humanidad con extenderse más allá de los límites cursis -que no románticos- de la familia, por cuanto ello supone un riesgo superior para la especie que el que se calcula puede sobrevenirnos de los cielos en forma de meteorito, haciendo bueno con mil años de retraso la Edad del Espíritu santo anunciada por Joaquín de Fiore, en la que el Amor Universal acabará triunfando, entendiendo por triunfo, El Final de los Tiempos que suena mejor que El Fin del Mundo. Porque si para algo ha servido la fantasmagórica Gripe A, ha sido para poner de manifiesto lo insano de esta práctica del besuqueo…
Así, de la sana acción de despiojarnos unos a otros, se llegó por error muy recientemente en la historia de la humanidad a saludarnos con besitos más falsos que los de Judas, pues si el saludo es a la salud lo que el salario a la sal, más nos hubiera valido salarnos, que todavía ni por estas llegaría yo a preferir asalariarme, por mucho que deteste que me babeen la cara en el mejor de los casos, que por lo general el asco suele ser recíproco sólo alcanzando a rozar las mejillas. Y digo recientemente, porque hasta bien entrado el Siglo XX, únicamente se besaba en la cara a los iguales; a las personas distinguidas se les hacía reverencia o como mucho, besaba en la mano como a los obispos o incluso la zapatilla como al Papa; Besar a una Dama en público en la mejilla era un atrevimiento tal, que en algunas culturas el chico estaba obligado a casarse, y todavía hoy, en un país tan culto como Irán, puede suponer pena de cárcel, legislación avanzada que deberíamos aplicar aquí de inmediato para evitar el contagio de esta repugnante moda.
Mis investigaciones antropológicas del beso, ponen de manifiesto una correlación directa entre la malsana costumbre de besarse y el desarrollo de una sociedad: Mientras Europa supo mantener el beso en la esfera privada, pudo competir de igual a igual con todo el Mundo y gracias a su tecnología y las armas de fuego, dominarlo, pese a lo reducido de su tamaño geodemográfico; Mas tan pronto como su práctica se expandió tras el Mayo del 68, vamos en caída libre. Los dos besitos que nos damos los europeos, pueden salirnos carísimos, como caros les saldrán a los americanos aunque sólo se den uno, pues los asiáticos saben de su perniciosidad debido a su masificación y lo evitan elegantemente sin necesidad de darse la mano –otra fea costumbre- con una inclinación de cabeza. Un morrocotudo escarmiento, fue el colapso de la Unión Soviética y todo el Pacto de Varsovia, poco después de verles morrearse a Erich Honecker y Gorbachov junto al Muro de Berlín, que se vino abajo como las murallas de Jericó.

Mapuches: pueblo prescindible

Los Mapuche, autodenominados humildemente “gente de la tierra” rebautizados por la historia como Araucanos, son uno de tantos pueblos indígenas que sin adaptarse como es debido a la civilización, pretende sobrevivirla a nuestra costa, como esos animales salvajes que cuentan con Greenpace para sortear su decadencia dándole esquinazo a Darwin. Ocupan el Suroeste de Argentina y Centro Sur de Chile, Estados modernos que sufren ciclicamente su presencia, como la que actualmente ha sabido captar la atención internacional esgrimiendo el típico victimismo que tantos réditos parece darles a otros pueblos prescindibles o fallidos que viven de lloriquear en los medios de comunicación la opresión a la que son sometidos palestinos, saharauis, tibetanos, kurdos, y toda suerte de tribu que en su día fuera incapaz de defender su derecho natural de dominar y no ser dominado. Porque, digo yo, si nosotros que podemos, no oprimimos a los Mapuches…¿Quién los va a oprimir? ¿ Los Yanomamo? ¿ Los Hopi? ¿A caso los Zulús?
Bosquimanos, lapones, bereberes, aborígenes australianos, y resto de pueblos dedicados a vivir de su folclore, única excusa justificadora de su fracasada existencia entre nosotros, de cuando en cuando se revuelven más por vergüenza que por el arrojo que les faltó para afrontar la modernidad, con el objetivo de mendigar la solidaridad de las sociedades que les oprimen, ruin mezquindad moral de la que se sirven los débiles e inferiores como bien advirtiera Nietzsche pero que sólo es atendida por naturalezas afines capaces de comprenderles en su ignominia, motivo por el cual, tarde o temprano acaban sucumbiendo al destino contra el que no han sabido o querido luchar.
Llama la atención que la Progresía tan animada a la renovación de los valores individuales en favor del aborto y la eutanasia, que no hace ascos en tirar abajo los pilares de la tradición, la familia y las instituciones que se le pongan por delante en aras de abrirle paso al progreso, en cambio se muestre tan conservadora a la hora de ponerle punto final en su insignificancia a especies que si quiera han llegado a ser nombradas, y sociedades que poco o nada han aportado a la humanidad, salvo la pincelada policromática cultural contra la que el Ser Humano como especie, ha venido rebelándose desde el principio de la Historia, clave de nuestro éxito, flecha del tiempo lógico y natural contra la que ahora algunos desean invirtamos su dirección amén de salvaguardar la otrora detestada diversidad.
Y es que, todavía los hay que no tienen conocimiento de que existen asuntos en los que la posible percepción angustiosa de un mal singular que afecta a los individuos, puede sin embargo ser altamente positivo para el conjunto de todos ellos, sin ir más lejos la Muerte misma. Cuánto más entonces, si la misma les acontece a los más débiles, inferiores, fracasados y prescindibles, que lejos de enriquecernos, suponen todo un lastre, del que a falta de una buena planificación, bueno es que el azar social haga el trabajo por nosotros.