El diccionario remite “Criminal” a “Crimen” palabra de origen latino que a su vez integra el lexema indoeuropeo “Krei” que supone segregación, discriminación, separación, división, etc. Por ello, bien pudiera ser en grado de hipótesis que, tanto la palabra como su significado tuvieran su origen en un tiempo muy anterior a la constitución de los primeros Imperios reconocidos por la Historia.
Mientras la humanidad deambulaba nómada en busca de alimento siguiendo los ciclos de los frutos silvestres o pastos para su ganado, poca oportunidad había de que el sujeto prosperara en detrimento de los intereses del grupo. Fue con la sedimentación agrícola fundamento de la primera acumulación de riqueza, que el individuo tuvo oportunidad de reivindicarse como distinto de la familia, clan, tribu, o aldea. Fue este uno de los urgentes asuntos a despejar por las comunidades arcaicas, cuyo trauma quedó plasmado en Mitos, donde los Héroes enarbolan precisamente el valor del sujeto ante el cuerpo social, si bien, todavía en beneficio del colectivo como representan las figuras de Hermes o Prometeo, frente a los cuentos donde precisamente se castiga la libre actuación de los personajes persiguiendo su único provecho siendo presentados como la encarnación del Mal, verbigracia, la Madrastra de Blancanieves.
Aquellas endebles entidades, en cambio, se sentían fuertes todavía frente al empuje de los individuos contemplando a los egoístas más como una desgracia para ellos que como una amenaza para la comunidad. ¿Quieres ser libre? ¡Adelante! Pero solo. ¿Quieres ir a cazar por tu cuenta para quedarte la mejor pieza? ¡Ve! ¿Pero ya podrás cargarla a cuestas hasta tu casa? ¿Quieres tener tu propia choza para ti únicamente? ¡No hay problema! Te la construyes fuera de la empalizada y que te hagan compañía las fieras…Y así con todo.
Pero a medida que el grupo crecía, también lo hacia el sentimiento diferenciador constituyéndose gradualmente la Conciencia personal en contraposición de la comunal. De este modo, se pasó de “No soy nada sin el grupo” a “El grupo nada es sin mi” culminándose su recorrido intelectual con Luis XIV exclamando ¡El Estado, soy yo!
Para la resolución de estos conflictos, las sociedades primitivas, en su sabiduría, antes que la pena de muerte, la esclavitud, los trabajos forzados o la privación de libertad, instituyeron la expulsión de la comunidad de aquellos miembros poco colaboradores para con ellas. Reflejo de aquellas tímidas fórmulas de solventar las nuevas situaciones presentadas por las fricciones entre el individuo y la sociedad, quedaron medidas como el ostracismo, la excomunión o el destierro.
Pues bien, entre el 8.000 y el 5.000 antes de nuestra Era, pequeñas jefaturas de Euroasia y la cuenca mediterránea coincidieron en expulsar de sus sociedades a quienes querían vivir exclusivamente para su exclusivo provecho, tomando de sus vecinos cuanto les apetecía mas sin aportar nada de su parte, amparándose en su derecho Natural y que la Tierra les había parido libres. Y como quiera que por aquellas fechas todavía no hubiera nacido la Filosofía, lejos de debatir tan árida cuestión que Aristóteles diluyera afirmando la naturaleza social del Hombre, no dudaron en dejarles ejercer su deseada libertad, pero fuera de sus fronteras.
Marcados como Caín, sin mediar acuerdo internacional alguno entre las incipientes entidades políticas de la época, los expulsados de todo poblado, atravesaban los territorios sin hallar recepción hospitalaria hasta arribar a la zona más occidental del continente, lugar abrupto rodeado de mar, salvo por un estrecho paso montañoso. Allí se asentaron todos los egoístas del mundo civilizado, quienes miraban por su máximo interés, cuantos buscaban beneficiarse del resto sin arrimar el hombro y los que no tenían freno moral en saltarse tradiciones, costumbres, pactos y leyes si eso les deparaba un privilegio o ventaja sobre los demás.
Aquel territorio separado del fin del mundo a donde no había llegado nadie hasta entonces, era conocido como, el País de Crim, sinónimo de infierno, lugar sombrío en la neolítica lengua Nostraica, de cuyo modelo surgirían el resto de imágenes del Tártaro, Hades, Sheol…a cuya imagen y semejanza muchísimo después se construirían las prisiones, precisamente para los criminales.
Las primeras hordas de corruptos, asesinos, traidores, ladrones, timadores, estafadores, mentirosos, simuladores, vagos y maleantes, pronto sintieron la necesidad de organizarse evolucionando en breve plazo del libertinaje a la creación del primer Estado de la Prehistoria, donde todos eran felices ciudadanos libres de Crim con desigualdad de derechos y obligaciones, pasando a denominarse ellos mismos “Criminales”, pues no otra cosa significo el término en su denotación oficial, aunque literalmente la traducción etimológica de “crim (Infierno)-in (En; dentro de; conservado en lengua inglesa)-al (Suerte; cuyo rastro puede seguirse en, alegría, aleluya, Alejandro, en la expresión latina “Alea jacta est” o en el saludo alemán “Alles gute”) fuera “Afortunados en el Infierno”.
Tras cruentas batallas por el poder donde los hijos mataban a sus padres, testimoniadas en las cosmogonías de los dioses, uno debió erguirse por encima del resto convirtiéndose en Rey cuyo título era “Crim de Crim” de donde procede la expresión “Crem de la crem” siendo su sentido “ciudadano de los ciudadanos”, pero que pronto pasó a significar “El criminal de los criminales” en el mejor sentido de la palabra.
Era evidente, que si todos los habitantes del país eran criminales, lo único que debían hacer para garantizar la paz social, era dotarse de unas instituciones criminales y unos gobernantes igual de criminales que ellos para que les representase. Gracias a tan coherente decisión, tras una transición depurando a los miembros menos inclinados al vicio y el delito mediante la forma de los sacrificios humanos allí instituidos, el País de Crim iba bien y los criminales de toda condición estaban encantados: Las empresas criminales hacían grandes negocios criminales gracias a las subvenciones criminales otorgadas por los políticos criminales quienes a su vez recibían criminales donaciones de aquellas, al tiempo que daban muestras continuas de su lealtad criminal al “Criminal de los Crminales”, es decir al Rey de Crim, cuyos familiares demostraban a todo el mundo por qué la Casa real “Crim de Crim”, era merecedora del título.
Evidentemente, cuanto más criminal era uno, mejor le iba en el País de Crim. Los criminales desde muy niños eran educados para la traición, la insidia, el engaño, la artimaña, de modo que, para la adolescencia, todos los jóvenes criminales ya poseían nociones básicas sobre malversación de fondos públicos, cohecho, evasión fiscal, economía sumergida, blanqueo de dinero, caja B, y un sinfín de conocimientos útiles para su posterior vida adulta. Huelga comentar, que a esas edades, ya barruntaban en sus mentes deseos de matar a sus progenitores para cobrar la herencia y cosas por el estilo.
Acaso por ello, alguno, de mayor, viendo defraudadas sus expectativas criminales, se lamentaba de que los gobernantes criminales sólo cometían crímenes en su propio beneficio, reproche injustificado que pronto era reprendido por otro criminal familiar, amigo, vecino o compañero, quien le recordaba que “él haría lo mismo en su lugar” o que “no se debía generalizar”. Pero lo cierto es que, en el País de Crim, todo era criminal por definición: la banca era criminal, la industria era criminal, los sindicatos, los Partidos, los científicos, los religiosos, los deportistas, los artistas…Todos, absolutamente todos, eran criminales. Tan pronto aparecía en el plato carne de caballo en vez de solomillo de ternera, como desaparecían cien mil toneladas de carbón bajo la lluvia; Aquí te raptaban bebés, allí faltaban millones. Todos se mataban por robar, y el que no cogía su parte era por falta de oportunidad, no de ganas. Quien más quien menos, se escaqueaba en su trabajo, defraudaba al fisco, se procuraba un enchufe en la administración, copiaba en los exámenes, sobornaba para obtener títulos académicos, echaba de menos en el peso que por si acaso estaba también trucado, falsificaba moneda, publicaba plagios, incendiaba bosques para recalificar el suelo, aceptaba regalos de las farmacéuticas por recetar los medicamentos más caros, etc.
Paradójicamente, el País de Crim, desde su aislamiento geográfico, pronto se convirtió en paradigma de prosperidad para todo el mundo. Los reyezuelos de todos los rincones del planeta vieron en su ejemplo un patrón a imitar. En consecuencia, desde Egipto a la China, pasando por la india, Mesopotamia y resto de las grandes civilizaciones, allí donde las primeras culturas situaron al Occidente el primer infierno, ahora colocaban los paraísos terrenales, como el Jardín de las Hespérides, los Campos Elíseos, o la mismísima Atlántida. Y ese es el motivo también de por qué hasta hoy, los Estados y sus mandatarios son en su mayoría criminales.
Debió ser por aquella época que se fijara en lengua Indoeuropea la raíz “Krei” al significado de “Separado, dividido, segregado, discriminado” en recuerdo de aquel territorio aislado del continente donde fueron a parar los segregados de todos los pueblos primitivos. Para entonces hacía mucho que el País de Crim había desaparecido como tal, acaso porque sus habitantes fueron reclamados por todos los gobernantes para poner en práctica su modelo de desarrollo en sus propios reinos. Muchos han creído hallar en la actual península de Crimea un posible vestigio de aquella ancestral comunidad de criminales de la que provienen todos los Gobiernos del mundo; Empero, todo parece indicar que como en el caso de la Iberia Caucasiana, la coincidencia sea sólo nominal, como ha querido el idioma que “Criminales” y “Crisis” compartan la misma etimología aquí expuesta.
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Sobre España. Ocurrencia
España en Europa, se ha convertido cada vez más en un país de servicios. Por eso, cada vez somos más siervos, serviciales y serviles.
Pobre ¡Sí! Pero honrado
Cuando uno de cada cinco españoles es declarado oficialmente “pobre” a instancias del INE, por no poder llegar a fin de mes sin deudas el 12,7% de las familias, por no poderse ir de vacaciones el 44,5% de los hogares, por estar hipotecadas el 29,8% de las viviendas…aunque todavía estemos lejos de alcanzar el famoso objetivo del 33% marcado por la Escuela de Chicago de Friedman, anhelado por dirigentes y empresarios criminales para mantener barata la mano de obra y sumisa a la ciudadanía, urge sin demora, revisar algunas desacertadas expresiones lingüísticas como la que encabeza estas líneas.
La exclamación “Pobre ¡sí! Pero honrado” es demasiado ambigua dado que permite colegir dos conclusiones diametralmente opuestas: superficialmente vendría a sugerir que la pobreza comporta honradez en contraposición a la riqueza siempre sospechosa en su consecución; empero, atendiendo a su estructura profunda, transmite la idea retratada en “Los miserables” de Victor Hugo de que, a la pobreza material le sobreviene la miseria espiritual de su embrutecimiento, de modo que, el sujeto profiriente de la expresión reconoce su condición de pobre, más con ánimo de diferenciarse de los de su clase continua con un “pero” que aclara que pese a ser pobre, es honrado. En cualquier caso, debe observarse que si bien parece ilógico que la pobreza conduzca a la honradez, lo contrario tiene visos de verosimilitud, o sea, que la honradez, si conduce a la pobreza.
Expresiones hermanas de la primera acepción serian sentencias populares como esa que establece “Nadie se hace rico trabajando” que induce a equívoco por cuanto está omitida del mensaje la parte que la hace sustancial, cuál es, la coletilla “Para otro” pues faltaría a la historia evolutiva del Hombre afirmar lo contrario “Nadie se hace rico trabajando para si mismo o haciendo trabajar a los demás para uno”. En términos generales, el trabajo que revierte en uno mismo enriquece al individuo o colectivo que lo ejecuta y el que se realiza para terceros, empobrece. De ahí que cuanto más se esfuerza en salir la clase trabajadora de su condición esclava metiendo horas extra, más aumenta su pobreza y cuanto más larga es su jornada laboral, menor es su nómina. Es de esta parcial observación que se concluyó que trabajando, nadie se hace rico.
El acompañamiento plañidero conformista de la segunda perspectiva apuntada lo constituirían desafortunados aforismos como “El trabajo realiza a la persona” “La riqueza no da la felicidad” “Los ricos también lloran” “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita” y estupideces de las que hasta los Nazis se mofaron cuando colocaron a la entrada del Campo de Exterminio de Auschwitz lo de “El trabajo os hará libres”.
A Dios ¡Gracias! además de anestesistas sociales disfrazados de moralistas, contamos con humoristas que contrarrestan el daño intelectual de estas expresiones llevándolas al absurdo como por ejemplo esa que subraya que “lo malo de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo”, si bien, “en el fondo, si tienes dinero, la pobreza no es un problema”, que se burlan de todas las anteriores.
Las clases dirigentes, conscientes de la fuerte impresión que ejerce en las masas la compensación moral a la desdicha material, la reforzó ligando el salario al trabajo libre. La medida caló tan profundamente en la muchedumbre que pasó a autoproclamarse con orgullo “clase trabajadora” – a mi me daría vergüenza – constituyéndose así el trabajo en un bien moral y material a preservar entre los pobres.
Para bien o para mal, en la tierra de pícaros que es España, la honradez abunda tanto como las ganas de trabajar, por lo que expresiones como las comentadas, aún nocivas para los individuos y nuestra comunidad, no están en capacidad de desarrollar todo su peligroso potencial entre la población, la cual en su sabiduría ancestral se ha dotado de un sistema improductivo que le garantiza por generaciones la escasez de puestos de trabajo, con lo que la expresión que nos ocupa podría entenderse mejor con unos puntos suspensivos “Pobre ¡Sí! Pero honrado…”
La paja en ojo ajeno
Al efecto de no volver loco al lector acostumbrado a exposiciones argumentativas rectilíneas redactadas para el encefalograma plano del discurso homogéneo imperante en los medios de comunicación consistente en emitir opiniones vulgarizadas fácilmente reconocibles y por consiguiente, agradables al intelecto que las recibe por no tener que emplear en ellas el sentido crítico del que carece a cuenta precisamente de que se lo hayan dado todo hecho al respecto, anuncio que, no es el caso de que no sea nacionalista, si por nación entiendo “aquí” mas, sí ocurre que con frecuencia me defino como internacionalista por cuanto entiendo que todo “ahí” incluso “allí” puede convertirse en un “aquí” con solo se desplace la conciencia del sujeto sin necesidad que lo haga el sujeto mismo, y por más señas, soy como nuestros gobernantes, contrario a la convocatoria de todo Referéndum en España por cuanto estoy convencido de que nuestra Democracia, a diferencia de la de Gran Bretaña, no resistiría la prueba de estrés de una consulta como la que se va a hacer en Escocia y menos aún la ciudadanía todavía demasiado asilvestrada en el franquismo sociológico.
Ya he comentado en otro lugar, que en nuestra geografía faltan patriotas y sobran nacionalistas, sobre todo, españoles que entienden que si alguien habla mal de España, entonces, no es español, acaso por aquello apuntado por los Obispos de que es “un bien moral a conservar”. Pero no parece haber mucha Fe que digamos en quienes profesan esa religión llamada España cuando no se busca tanto la voluntaria adhesión “al Bien” cuanto mantenerles encadenados al mismo a cuantos no lo aprecian como tal, pues “el Bien” no precisa de predicamento alguno más allá de su Revelación, si es que verdaderamente es Bueno, otra cosa es cuando sólo es bueno para quien lo predica y de ello saca beneficio que por algo nuestro amado Jesucristo estaba contra el sacerdocio al objeto de evitar que en su nombre se cristianizara más de lo debido, a manos de espíritus fanáticos.
Cuando una determinada Revelación, en lugar de iluminar al espíritu lo deslumbra, le convierte en todo un “Iluminado” que se cree en posesión de la Verdad. Verdad que en su lógica mal entendida, se ha de imponer a los demás porque de no hacerlo, dejaría de ser Verdad. La iluminación del fanático, las más de las veces le lleva a cometer actos contrarios al mensaje transmitido como le ha sucedido al Ministro de Educación e Incultura Wert quien sin sonrojo ha reconocido que uno de sus objetivos es “españolizar a los niños catalanes” porque con ello tácitamente ha dado a entender que la “catalanidad” no es suficiente para ser español y que se puede ser catalán al margen de ser español, bicoca que no ha pasado desapercibida para los nacionalistas oficiales del Tontodiario, cuales son, los de CiU, PNV y BNG que aparte de agradecer la baza política, se han reído a carcajadas con sólo imaginarse cómo será eso de “españolizar” a los niños catalanes vistiéndoles de toreros y bailaoras, dándoles de comer paella a todas horas, hacerles dormir la siesta por las tardes y poner en práctica todos los tópicos que Angela Merkel considere oportuno establecer como patrón de la españolidad, sin darse cuenta que si lo de “españolizar” a un catalán, vasco o gallego es una supina idiotez, ¿qué no será, por ejemplo, ese otro propósito confesado desde hace décadas consistente en euskaldunizar a un vasco?
Comprendo la alegría con la que los “separatistas” han aplaudido las palabras del Ministro de Incultura Wert por apreciar en ellas, la justificación oficial necesaria que poder esgrimir ante la ONU y la UE para cosechar un respaldo internacional masivo a su propuesta de convocar un Referéndum independentista en Cataluña y Euskadi. Pero no comparto ni la mofa ni las críticas que han vertido contra este pobre hombre por haber confesado abiertamente en su fanatismo, su deseo de ir por España españolizando catalanes y vascos, pues eso no pasa de ser, ver la paja en el ojo ajeno.
De la Democracia española. Ocurrencia
La Democracia española no soportaría el test de estrés de un Referendum como el de escocia. Por eso, entre nosotros, abundan las encuestas y sondeos.