Muchos tenemos a la homosexualidad por una tendencia natural más de la especie; otros juzgan su fenómeno como una opción cultural; muy relacionada con la anterior algunos expertos lo achacan a la atracción juvenil por trasgredir las normas; no faltan quienes observan en ello una enfermedad mental del individuo; e incluso los hay que se atreven a señalarlo como inequívoco rasgo de degradación moral de la sociedad…En cualquier caso, hoy por hoy, la homosexualidad declarada como tal, representa un perfil minoritario muy frágil siempre en peligro de extinción debido a su milenaria feroz persecución, perenne incomprensión o simple envidia, motivo por el cual cada vez más las leyes en los países civilizados como el nuestro protegen su singularidad identitaria frente a eso que hemos dado en llamar “Homofobia” porque hay que ser muy maricón para rechazar a los homosexuales por el mero hecho de serlo.
Es en este orden de cosas, que no podemos menos que felicitarnos por la grata medida del gobierno de Rajoy en un momento de crisis como por el que atravesamos, con recortes en educación, disminución de plantilla docente, supresión de becas de estudio, eliminación de ayudas para la en investigación, etc, de mantener y hasta aumentar la dotación económica en forma de subvenciones destinadas a preservar la libertad de elección educativa de los padres que deseen enviar a sus hijos a un Colegio Homosexual donde el alumnado es segregado no en función de sus capacidades intelectuales, sino explícitamente de su condición sexual fenomenológica. Para que luego digan que el Partido Popular no hace nada por el derecho de los homosexuales. Eso es desconocer la intimidad más apreciada de los cuadros dirigentes de esta organización política que antes de predicar con la palabra, practican con el ejemplo, desde Don Mariano, hasta el último de sus concejales.
Porque, si como dicen, en los colegios heterosexuales, las mentes de los jóvenes ven distraído su intelecto y excitadas su hormonas por los encantos con los que dios nos da acceso directo a su Gloria, podemos colegir que será en los colegios homosexuales donde los niños serán pasivos recipiendarios obedientes de las selectas enseñanzas de Safo de Lesbos, los más sabios consejos socráticos expuestos en “El Banquete” de Platón y tendrán como referente de amistad la relación de Aquiles con Patroclo. No es el caso entonces de estar en condiciones de rechazar por su carácter homosexual esta clase de enseñanza donde las institutrices mostrarán todo su arte a sus discípulas cuanto los maestros su ciencia a los pupilos tanto en el aula, como en la tutoría, durante los recreos en los servicios, el comedor y donde sea menester educar su comportamiento espiritual que atañe directamente a la esfera afectiva y sentimental de la persona.
Sea entonces que habremos de rebelarnos contra esa Progresía ignorante de la soterrada labor política que en defensa de la homosexualidad ha realizado siempre la derecha española, pronunciándose ora sí ora también escandalosamente en rotundo desacuerdo cada vez que desde el Ministerio se anuncia cualquier subvención aprobada para los colegios que segregan a los escolares por sexos, partida económica a la que constitucionalmente tienen derecho en mor de la mencionada libertad educativa.
Porque es gracias a esta clase de colegios que la homosexualidad, sea esta natural en el individuo, una opción personal motivada por el gusto, una moda cultural entre los intelectuales, debida a un trastorno emocional o trauma infantil, o sencillamente por lo irresistible de hacer lo prohibido, ha podido sobrevivir estigmatizada entre el rechazo social generalizado, la marginación total dentro de las familias, pueblos y trabajo, insultos públicos en las calles, plazas, novelas, chistes, teatro, cine, televisión…, cruel ostracismo, persecuciones institucionales durante siglos, encarcelamientos arbitrarios amparados por jueces y fiscales, torturas practicadas por personal médico en hospitales y psiquiátricos, aberrantes condenas a muerte específicas que prefiero omitir…pues es en estas instituciones donde el homosexual puede conocer, aunque sea muy fugazmente en medio de la hipocresía general en qué consiste la libertad y la felicidad que ya nunca más podrá gozar en sociedad.