Desde que saltara la polémica durante el 2009, cuando se filtró a los medios una honrosa circular de la propia Policía denunciando lo discriminatorio de las redadas contra los inmigrantes que sus superiores les mandan ejecutar, el Ministerio del Interior ha negado sistemáticamente la existencia de dicha práctica en nuestro territorio. Al objeto de poner en evidencia su desmentida realidad, en todas las ciudades donde hay al menos un reducido grupo de personas bienacidas, se han constituido desde hace año y medio, las denominadas Brigadas Vecinales de Observación de los DDHH integradas por lo más selecto de la sociedad, quienes dedican su tiempo libre a hacer patrullas dos o tres veces por semana por las zonas con altas tasas de extranjeros, denunciando públicamente la presencia de estos controles policiales, provistos unicamnete con chalecos reflectantes para “vigilar al vigilante”.
Pues bien, la hipocresía del Gobierno criminal de Zapatero, parece haber llegado a su fin o cuando menos su zorril Rubalcaba paciencia, dado que la pasada semana ¡Por fin! los españoles podemos enorgullecernos de contar entre nosotros, por primera vez desde la aplicación de la inhumana Ley anti-inmigrantes, con cuatro personas multadas con 301 euros cada una, por ayudar cristianamente al perseguido, encarcelado, torturado, vejado, denigrado y estigmatizado, cuando los pasados 21 y 22 de Diciembre mientras los demás nos felicitábamos las Navidades e íbamos de compras al Puto Inglés, ellos hicieron su noble cometido en los barrios madrileños de Lavapiés y Carabanchel advirtiendo a los viandantes de la presencia de estos – secretos que no discretos – controles “Caza inmigrantes” La cosa es que, a raíz del informe que realizaron los agentes implicados, la Delegada del Gobierno, María Amparo Valcarce, cómplice que llena de ignominia al fruto de su vientre y de vergüenza a sus progenitores,, les acusó de cometer una falta grave según la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana: «Provocar reacciones en el público que alteren o puedan alterar la seguridad ciudadana», según versa la denuncia contra uno de ellos.
Seguramente, usted sea una de esas almas bienintencionadas que disfruta sentadita en su sillón frente a mamá televisión comiendo patatas fritas y bebiendo Coca Trola ejerciendo de buena persona llena de nobles sentimientos, dispuesta al auxilio de desamparados, cuando en una de romanos, aparecen en la arena del circo inocentes e indefensos cristianos amenazados por fieros leones y hasta se avergüenza de aquellas gentes capaces de regocijarse con tan sangriento espectáculo; Su inteligente mente se pondrá siempre de parte del débil permitiéndole a su conciencia encarnarse e identificarse en todo momento con el héroe justo y valiente del relato; Fluirán entonces todos los ¡Yo haría! ¡Yo no haría! que cabe imaginar, tantos como lágrimas que inundarán sus ojos viendo en el cine la vida cruel que debieron soportar los esclavos negros en las plantaciones americanas, situación que le hace asentir internamente su apuesta por la libertad diciéndose para sí una y otra vez ¡Yo no aceptaría eso! ¡Yo lo denunciaría! ¡Yo jamás tendría esclavos! ¡ Yo lucharía por su liberación! ¡Yo sería abolicionista! Elogiable Yoísmo que nada tiene que envidiar al propuesto por el idealismo de Fichte y que aflora interrogativamente espeluznado cuando se nos presenta en la gran pantalla cualquier escena del Holocausto de Gitanos y Judíos a manos de los malos Nazis bajo las fórmulas ¿Cómo pudieron? ¿Cómo lo consintieron? ¿ Cómo nadie se rebeló contra tan magna barbarie?…en cuyo caso, permítame avisarle de que usted, ¡Sí! el majete sentadito en su sillón al que aludían los Celtas Cortos, es el villano de la trama aquí expuesta en nuestras calles y aceras: el Pilatos que se lava las manos después de condenar a la cruz a uno que sabe inocente, el cortesano que ríe las gracias salvajes de un Calígula en palacio, el capataz que chasquea el látigo sobre la desnuda espalda de los esclavos, el miembro de las SS que conduce a los niños a la cámara de gas, el Gobernador de Texas que firma la pena de muerte de un deficiente menor de edad de 14 años ejecutado en silla eléctrica al cumplir los 18…Pero como no es tiempo de tragedia, usted también está a tiempo de volverse bueno como Schindler y figurar en la lista de los justos uniéndose a estas Brigadas Vecinales de Observación por el cumplimiento de los DDHH en su ciudad y al tiempo, salvará el buen nombre de su ciudad, pues en estos tiempos de crisis, hasta nuestro indignado Dios, hace rebajas, de modo que, a diferencia de Lot que precisaba de diez justos para preservar a Sodoma y Gomorra de la destrucción, a nosotros, nos bastan cuatro personas decentes por localidad para aplacar su ira y las ciudades que no cuenten con una de estas Brigadas, serán reconocidas como nidos de víboras y estercoleros morales por inhumanidad.
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CIErren ¡Ya!
Mañana Miércoles y pasado Jueves, el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial, estudiará para nuestra vergüenza colectiva, el duro informe que la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos les ha remitido revelando que durante el año 2009 sufrieron privación de libertad en los nueve Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) existentes en España, un total de 16.590 personas, de las cuales 8.935 fueron expulsadas del país. Ello supone que cuando menos, en la mitad de los casos, la detención administrativa ha sido violatoria del derecho a la libertad y a la seguridad personal que proclaman tanto la Constitución Española como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de aplicación necesariamente contraria al artículo 5 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.
El informe del organismo internacional también recoge las condiciones inhumanas de internamiento que sufren todas las personas extranjeras afectadas, víctimas frecuentes de abusos y malos tratos que atentan claramente contra su dignidad y seguridad, convirtiendo a dichas instalaciones en auténticos campos de concentración donde personas que no han cometido delito alguno se hallan más desprotegidas que en un centro penitenciario. Por todo ello, sus máximos responsables llaman al cierre inmediato de estos centros inhumanos e insiste en que España debe ratificar urgentemente la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares.
Pero no nos hagamos ilusiones. Los criminales que nos gobiernan y quienes aspiran a sucederles, lejos de corregir la situación, antes exigirán el cierre de Guantánamo a los EEUU, darán lecciones morales a la Cuba de Fidel, conminarán a los países árabes a respetar los DDHH, en la confianza de que esos mismos espectadores que en el cine se negarían a bajar el pulgar en el circo romano pidiendo la muerte o jamás de los jamases ayudarían a los nazis a perseguir a los judíos, ahora, con toda naturalidad aplaudan su proceder fuera, mirando así para otro lado y les dejen hacer con los extranjeros lo que hace tiempo se viene haciendo con los presos FIES intramuros, porque ya se sabe: ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! Y al tiempo que todo esto sucede, se le exige a Batasuna que condene la violencia…
Contra los inmigrantes
¡Sí! Yo también estoy en contra de los inmigrantes. Sin ningún pudor, se aprovechan de nuestros escasos recursos sociales a la vez que nos quitan los puestos de trabajo; La mayoría ni se integra, ni quiere integrarse: no aprenden el idioma, se mofan de nuestras costumbres, suelen tener un perfil problemático, el que no es alcohólico, es un gamberro delincuente, convirtiéndose en un auténtico riesgo para nuestra seguridad y convivencia. Pero no me estoy refiriendo a esa pobre gente que huyendo de la miseria global viene aquí, buscando una vida mejor ofreciéndose como esclavo para que le explotemos con todas las de la ley y a los que gustamos denominar despectivamente, putos negros o sudacas de mierda, ¡como podría! siendo como soy hijo de inmigrantes. Me refiero, a esos bárbaros dotados de tecnología que llegando como turistas, invaden nuestras costas y con cuatro duros de su jubilación viven entre nosotros a papo de rey elevando los precios de la vivienda y de los alquileres locales, agrupándose en auténticas colonias en las que consumen solo en establecimientos regidos por y para su gente, sin mezclarse con la chusma latina, a la que sin embargo, no dudan en saquear su maltrecha Seguridad Social.
La inmigración ilegal que tanto preocupa a Gobierno y Oposición, no es nada comparada con lo que esta sucediendo en las zonas turísticas donde empezamos a sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra, no precisamente por ver como de nuestros enfermos, niños y ancianos se ocupan indígenas trenzas con ponchos coloristas, como los moros venden de todo en las aceras, los rumanos nos hacen solo una pregunta en las esquinas de nuestras calles, los negros introducen el top manta en los bares donde somos atendidos por melosos acentos exóticos o los chinos reconstruyen el pequeño comercio que hundieron las grandes superficies, pues ninguno de ellos ha pretendido nunca que les hable en su idioma, siempre me han dado las vueltas en mi moneda y me han tratado con muchísimo respeto, por la cuenta que les trae, pues siendo muy conscientes de su condición esclava, procuran en lo que pueden evitar problemas que les convierta en centro de nuestra atención. Por el contrario, la ofensa gibraltareña se ha extendido por todo el litoral desde Huelva a Barcelona, con letreros en inglés, atendido por ingleses, que solo hablan inglés, que venden productos ingleses y para mayor desfachatez, cuando se les antoja, devuelven el cambio en libras. Además, como se creen superiores a nosotros, como nosotros nos lo creemos respecto a los subsaharianos, resulta que no tienen problemas en montar algaradas, destrozar el mobiliario urbano, causar accidentes de tráfico, ensuciarlo todo, etc, porque precisamente, nada de lo que hagan aquí, les supone un problema ni en su país de origen, ni en nuestra república bananera dónde se les consiente todo. A estos si que habría que expulsarlos por la vía rápida y mandarlos a su país.