Confesionarios en El Retiro

En un momento en que el pueblo no se acerca a la Iglesia, bien está que la Iglesia se acerque al pueblo, aunque no estoy muy seguro que la idea de sacar a la calle los confesionarios sea la mejor manera de hacerlo, pues el modo actual de administrar este Sacramento parece contrario a realizarlo en la vía pública pese a encontrarle cierto acomodo nominal en un escenario tan propicio para su ejercicio como es “El Retiro”, de no ser que, el Catolicismo tenga la intención de recuperar – sin sustituir – la costumbre de reconocer en alto ante el resto de congregados como se hace en las comunidades religiosas ante los hermanos o en las terapias de grupo de cualquier problema, las personales faltas.

Algunos ciudadanos – no sin razón – andan preocupados por la catadura moral de estos grupos de cristianos venidos de todas partes del mundo a festejar la JMJ como para que precisen dos centenares de confesionarios asistidos por 2.500 curas a su disposición doce horas diarias durante estas cuatro jornadas. ¿Qué sucede? – Se preguntan alarmados – ¿Tantas fechorías vienen a cometer a nuestra tierra en tan breve plazo como para que se les queden cortos los miles de locutorios que hay apostados habitualmente en los templos? Porque ciertamente, las gentes que han viajado desde tan lejos para acompañar al Papa en el jolgorio espiritual, devotos como son, seguramente se habrán confesado antes de venir y en consecuencia, la verdad es, que no habría motivo suficiente para este descomunal despliegue de confesionarios, de no ser que la organización se tema algo entre el bullicio ocasionado y los calores del verano, porque hay que reconocer que algunas feligresas levantan la Fe que da gusto.

Sin embargo, prefiero a las personas que se confiesan a diario, como puede suceder con estas gentes que viven la Fe con intensidad, a aquellas otras que jamás se arrepienten de nada, que a nadie reconocen sus errores y cargas espirituales sea por no tener conciencia, carecer de remordimientos como los psicópatas, o por creerse tan fuertes como para no necesitar de ayuda alguna, pues son juez y parte de su propia causa sea para condenarse, sea para absolverse. Seguramente a alguna de estas formas de proceder, pertenezcan los individuos que se dedican a la política.

Y a propósito, les confieso que entre el mejor de los políticos y el peor hombre de Iglesia, me quedo con este último, porque al menos, se arrepiente de sus pecados reconociéndose en sus semejantes capaz de lo mejor, pero también de lo peor; Como consecuencia de esta característica de los miembros que integran la Iglesia, ahí tienen las continuas peticiones públicas y oficiales de perdón a manos de sus dirigentes, incluido el Papa, por los errores pasados de la Institución como los cometidos por las Cruzadas o la Inquisición o contemporáneos de sus miembros como la pedofilia, actitud que brilla por su ausencia de parte de Gobiernos y Estados democráticos sobre, por ejemplo, la conquista de América por las potencias europeas, la guerra del Opio en China por Inglaterra, la Bomba Atómica sobre Hiroshima y Nagasaki por los EEUU, etcétera mucho más dilatado, sangriento y cruel en apenas quinientos años que lo que podemos esgrimir contra la Iglesia Universal en más de dos mil años de historia.

Aunque el Sacramento de la Confesión basado en el poder de “Atar y desatar” en la Tierra como en el Cielo ya viniera recogido en el Himno 25 dedicado a Varuna en la tercera parte del Rig Veda, lo cierto es que, desde Mt 16; 13-20 primero los Cristianos y después más acentuadamente los Católicos, han hecho de esta práctica su seña de identidad frente al resto de religiones en las cuales, sea porque quienes cometen faltas no las pueden borrar de la existencia espiritual por ser su Karma como en el Hinduismo, bien porque el perdón solo depende de Dios como en el Islam, bien porque no necesitan de mediación humana alguna para redimir sus pecados como en el protestantismo donde la mera Fe salva… Y que quieren que les diga, la opción Católica para las masas, me parece la más apropiada, pues requiere de la intervención de los tres actores principales de la triangular existencia humana de la Fe, a saber: el arrepentimiento de la conciencia del creyente, la comprensión social de sus iguales representada por el sacerdote y por supuesto de Dios que perdona.

Mas, mucho me temo, que lo acontecido en el parque madrileño del Retiro, no sea otra cosa que el “Canto del cisne” en estos momentos de tribulaciones varias a la espera resignada de ver coincidir en el tiempo las distintas profecías de Malaquías, Nostradamus y los Mayas, por lo que no me extrañaría nada que la curiosa postal ofrecida por cientos de confesionarios animando a que los pecadores se atrevan a dar cuenta de sus divinas cuitas para recibir al aire libre la Absolución a modo de liviano souvenir de la JMJ que no precisa pasar por aduana, sea presagio no de una vuelta a la declaración pública de los pecados como antes especulaba, sino del Retiro de los confesionarios incluso dentro de los templos, toda vez parece más difícil conjugar el creciente hipócrita arrepentimiento confesado, con el comportamiento que de facto hacemos gala para contradecirlo en cuanto salimos de misa, acción salvífica que a estas alturas, sólo Dios está capacitado para realizar. Tan ingente es la tarea. Y si no me creen, atiendan con que desparpajo dicen ¡Joder! a cada momento ante las cámaras del mismísimo Canal 13, los fieles entrevistados para declarar lo bien que se lo están pasando, en vez de exclamar el pasado de moda ¡Aleluya! que parece mucho más apropiado.

¡Dios está con los indignados!

http://www.youtube.com/watch?v=eEuFooH1FIU

Aunque todavía nuestro bien amado Rouco Varela no lo sepa ¡Dios está con los indignados! Aunque los indignados no se lo crean ¡Rouco Varela está con Dios! Y aunque les repugne a las citadas partes, la lógica nos dice que el Obispo madrileño a la fuerza debe estar también con ellos, quieran o no quieran los indignados; quiera o no quiera el propio Rouco Varela. Al menos eso desprendo yo de la lectura actualizada del Sermón de la Montaña donde se recogen las Bienaventuranzas.

En verdad os digo, que todos los Obispos comparten espiritualmente la causa de los indignados y abrazan en Cristo sus justas reclamaciones; lo que ocurre, es que lo hacen al modo en que el Santo Varón Aznar hablaba catalán, o sea, en la intimidad de su alcoba emulando el desgarro existencial de “vivir sin vivir en mi y muero porque no muero” en el que subsiste el mensaje de nuestro Señor envuelto en los ungüentos momificadores de una institución que pese a todos sus humanos fallos lo ha preservado a lo largo de dos mil años, a ese amor por los pobres, por los perseguidos, los desahuciados, los enfermos, necesitados de salvifica misericordia derramada desde lo alto de la Cruz no sólo para los que en su palabra creyeron – apañados estaríamos desde la huida cobarde de sus discípulos – sino de todos cuantos desean el bien de sus hermanos, aman la justicia y buscan denodadamente la verdad, cosa que nadie les puede negar a cuantos estos meses se vienen manifestando pacíficamente en nuestras calles y plazas contra el Poder omnímodo el mismo con el que fuera tentado Jesús durante cuarenta días y noches en el desierto, con las mismas armas con que lo hicieran Profetas como Isaías o Juan Bautista, con la indignación y la palabra, me refiero. Mas ¡cuidado! Como advirtiera Jesús en Mt 5, 13 Ellos (Los Indignados) son la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

A caso por eso, la otra noche, después de ver las imágenes de lo que en tiempo real estaba sucediendo en la Plaza del Sol, hablé con Dios y precisamente me dijo de escribir esta verdad para que todo el mundo tenga conocimiento de que ¡Dios está con los indignados! Porque como expone Mt 5, 14-16 Vosotros ( Los indignados) sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte (Una Plaza) no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Es más, me dijo que Él también está indignado y para que me hiciera una idea, me envió como señal a la mañana siguiente el libro del Vallisoletano José L. Fernández Casado “Terrorismo contra Dios” donde viene excepcionalmente narrado el atentado que desde los distintos poderes como la Banca y los Gobiernos se vienen cometiendo contra el Orden Divino.

Me gustaría que a la Jerarquía de la Iglesia Católica española no le sucediera lo que le pasó a las letras de nuestro país reflejadas en un Cervantes que le fuera negado a Cela durante varias ediciones y que a todo corre corre para no quedar en vergüenza que sumar a su ya descrédito tuvieron que concederle de postre tras el plato principal del Nobel, es decir, que no tuvieran que explicitar su espiritual abrazo a la gente que indignada se manifiesta, después de que el Santo Padre otorgue públicamente su bendición al 15-M, pues hasta esto se me ha comunicado: que el Papa hará un guiño a quienes desde la más sana desesperación, sin liberados como los sindicatos, sin dinero público como los partidos, sin subvenciones como las Oenegés, con la más pura autogestión solidaria, totalmente anónima, como la caridad cristiana, ha sabido alzarse contra la injusticia que supone llevar a la miseria a personas trabajadoras, honradas familias que han creído en la virtud del sistema democrático cuan Epifanía celestial traicionada por las fuerzas demoníacas que nos gobiernan desde la más absoluta impunidad positiva.

No crean ustedes que es mera coincidencia que el 15-M haya hecho de la Plaza del Sol su baluarte y que por ello mismo las fuerzas oscuras del mal pretendan eclipsar ahora su fuerza invicta irradiadora de Luz para las mentes dormidas y calor para quienes han perdido la esperanza. Este signo debería abrir los ojos a la Iglesia y guiar a sus fieles en apoyo de este Movimiento ciudadano de indudables raíces cristianas. Y no con menor ardor, las personas que acuden en cívicas manadas a las convocatorias indignadas deberían llenar los Templos donde sus reclamaciones serán escuchadas por el Rey de Reyes y aprovechar la visita del Santo Padre Benedicto XVI para acompañarle calurosamente durante la Jornada Mundial de la Juventud haciéndole llegar nuestras justas reivindicaciones que seguramente serán atendidas con todo el amor de su corazón y de su inteligencia que no es poca en su actual Santidad, pues si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

En cualquier caso, estoy autorizado por el Dios del Cristo vivo que no del Cristo muerto al que otros tanto veneran regocijados de verle crucificado, para enviaros su bendición creáis o no creáis en Dios, pues eso es del todo superfluo; Lo importante es que Dios, sí cree en vosotros.

Dios sólo existe cuando se le necesita

Mientras destruimos la Fe en Dios sin haber todavía fundamentado el superhombre Nietzscheano capaz de asumir la responsabilidad de su libre voluntad en el eterno retorno determinante de su acción y decisión, unos se jactan de vivir en un Estado aconfesional, no pocos se burlan de la Iglesia en cuanto tienen ocasión, muchos reclaman una sociedad laica donde la religión quede relegada al silencio de la intimidad y la mayoría le hemos dejado morir de soledad…resulta que, en estos tiempos de colectivo martirio, padecimiento y tribulación, casi un millón de almas residentes en España recurrieron a la fraternal ayuda de la Iglesia Católica canalizada a través de Cáritas durante el pasado 2010 para cubrir sus más básicas necesidades, cuáles son, la alimentación 42% y vivienda 32%, más del doble que hace tres años, según el VI Informe del Observatorio de la Realidad Social sobre el impacto de la crisis en la red confederal de dicha entidad benéfica. Más concretamente, 300.000 de estas personas, arribaron por primera vez a sus locales, afectadas principalmente por la persistencia del desempleo, siendo mayoritarios los ciudadanos con cargas familiares, lo que permite estimar en cerca de diez millones, los seres humanos que en España malviven por debajo del umbral de la pobreza y unos ocho millones quienes están al borde de la exclusión social, cifras nada exageradas cuando se sabe que más de 500.000 hogares están sin ingreso alguno.

El informe no se limita a ofrecernos una radiografía numérica de la alarmante situación que atraviesa la sufriente población española. En sus páginas, puede leerse explícitamente un varapalo a los servicios sociales públicos oficiales profesionales a los que en palabras de su Secretario General, Sebastian Mora, Cáritas sólo pretendía complementar y no sustituir como ocurre en la actualidad, observación que se desprende de ese indignante 68% de afectados que acuden a sus puertas desesperados en busca de solidaridad, rebotados de otras instituciones bien nutridas de personal sujeto a nómina, de despachos municipales, partidas presupuestarias y un sinfín de subvenciones que sin embargo, no parecen bastar para atender la demanda que Cáritas logra capear, como buenamente puede, con tan sólo treinta millones de euros anuales – menos de 35 euros por persona atendida muy por debajo del despilfarro asistencial de las instituciones democráticas y no digamos de los rescates bancarios que suponen en el caso de Portugal casi 7.000 euros por cabeza – y sin tantos recursos materiales, si bien, sobrados del inmenso amor que derrama Dios en los voluntarios corazones que a diario entregan su trabajo y tiempo en los hogares de acogida y comedores sociales donde atienden sin preguntar a cuantos llegan.
Entre las deficiencias de los servicios públicos que denuncia Cáritas, se apunta la escasez de recursos humanos a la hora de ayudar efectivamente a los ciudadanos en necesidad, los sospechosos excesivos trámites burocráticos previos a cualquier solicitud que tienen por objeto hacer desistir a los más desesperados, la falta de tiempo para realizar un seguimiento personalizado e integral de los distintos casos y la respuesta insuficiente ante los problemas de desahucio. Por poner un ejemplo, el responsable del informe y Coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas, Francisco Lorenzo, ha indicado que, mientras Cáritas, tarda cuatro días en entrevistarse con la persona solicitante de ayuda, los servicios sociales públicos se demoran casi un mes y mientras Cáritas responde con efectividad en el plazo de una semana los servicios municipales tardan hasta 65 días.

No resulta extraño entonces, que mientras nos pasamos la vida cantando las bondades del Estado y de rodillas ante la Banca adorando el poder y las riquezas en sus múltiples formas, todavía no hay refrán alguno que les mencione en relación a nuestra ayuda y socorro como sí sucede en el caso de Dios. Por ello, invito a reflexionar en el título que encabeza este reconocimiento a la labor asistencial de la Iglesia Católica.

Los siete templos de la procesión atea

La Delegación del Gobierno de Madrid ha encontrado hasta 11 razones para prohibir la denominada “Procesión atea” organizada por la Asamblea Vecinal La Playa de Lavapiés. Sin entrar en los pormenores del rifirrafe que se traen con el asunto, si quisiera dar mi opinión respecto a lo inoportuno y gesto de mal gusto, que supone por parte de cuantos desean promover el respetable Ateismo, pretender coincidir en su proselitismo precisamente, durante, los igualmente respetables, momentos más santos de cuantos profesa la Fe Católica, aunque si fuera por mi, ambas opciones tienen todo el derecho de manifestarse dónde, cuándo y como les venga en gana, siempre que previamente condenen la violencia comprometiéndose a no hacer apología del terrorismo. Mas como digo, afea a los ateos ir a hacerles la Pascua a quienes desean estos días pasear por las calles de nuestras ciudades atestadas de letreros de Coca Cola, al proscrito en las aulas, pues para hacer gala del Ateismo, ya tenemos el resto del calendario sin carecer de templos o altares en los que adorar más que al becerro de oro, al oro del becerro.
El primero de estos templos es el Banco, donde entramos compungidos a realizar mensualmente nuestras ofrendas temerosos de no airarle para que nos conceda crédito y que no suba los tipos de interés; El segundo templo al que acudimos si no diariamente, al menos de manera semanal, es la Gran Superficie, donde entregamos el esfuerzo de nuestro trabajo a cambio del pan de cada día si está de oferta y donde podemos encontrar las santas marcas que nos prometen salud, belleza, comodidad, pareja estable, sexo seguro, casa con jardín y amigos con barbacoa…a cambio de nuestra fidelidad; El tercer templo al que sacrificamos la mayor parte de nuestra existencia, no es otro que el Puesto de Trabajo, lugar aburrido en el que purgamos las consecuencias directas de los excesos cometidos en el templo anterior del Consumo. El cuarto templo lo representa cualquier Institución Democrática a la que debemos dirigirnos siempre con sumo respeto y humildad sabedores de su enorme poder represor y cuyos sacerdotes son intocables; Un quinto templo es el Oráculo mediático donde reside su Pitonisa la Televisión, fuente inagotable de Verdad con cuyos augurios se procura la tan necesaria armonía y paz social y con los que hemos de comulgar diariamente, si es que no deseamos ofender a nuestras familias y comunidades; El sexto templo más colorista que los anteriores, lo hallamos en distintas formas de espectáculo donde acudimos sumisos como corderitos para que nos entretengan y poder adorar a estrellas fugaces que necesitan ser iluminadas por focos ajenos para poder brillar. Y finalmente, el séptimo templo algo más abstracto lo encontramos en la tecnología y la Ciencia, a las que confiamos nuestras vidas bajo la promesa de que nos dirijan con mano firme hacia el progreso y a las que disculpamos, cual imposible Teodicea que pretende explicar el Mal en un mundo creado por un Dios bueno, todo desmán o catástrofe por ellas provocados, como justo holocausto por un futuro mejor.

Pro-Vida…Digna

Yo me declaro abiertamente miembro espiritual de Pro-Vida, porque como dijera Cantinflas haciendo de Sancho Panza, la muerte no merece la pena. Pero declararse a favor de la vida, no significa, o mejor dicho, no ha de significar, poner a la vida como valor supremo de la Existencia, dado que para los católicos, la vida, sólo es una parte infinitesimal de la Eternidad; Tanta es su insignificancia, que hasta Pascal se atrevió a aseverar que sería insensato no apostar la vida a cambio de poderlo ganar Todo aún sin tener garantía alguna de que el “Todo por ganar” sea una realidad dada. En consecuencia, como bien demostró nuestro Señor Jesucristo, la vida propia, o en caso del Dios Padre, la vida ajena, puede ser un medio para obtener un fin superior, en su caso, la Salvación de toda la humanidad, opción vital axiológica, que está más extendida de lo que parece entre aquellas culturas que supeditan la vida al Honor, el éxito, la fama, el dinero, el poder, la Patria, el Trabajo o incluso como nuestra sociedad, al Consumo. Dicho lo cuál, a nadie debería escandalizar que el Sentido de la vida, sea más importante que la vida misma, aunque no siempre las cosas verdaderamente importantes, sean las que de verdad importan.

Yo me congratulo de ser miembro de la Iglesia Católica, por cuanto es la única Institución que claramente defiende la cultura de la vida frente a la imperante moda de la muerte representada en nuestros días no tanto por la Pena Capital, las guerras, la enfermedad o el hambre, cuanto por la Ley del aborto, a decir por el énfasis con el que la Curia Vaticana y los Obispos ¡Que Dios los tenga en su Gloria! se pronuncia sobre dichos fenómenos sociales; Mas sin entrar a valorar el grado de entusiasmo con el que desde los púlpitos dominicales se clama contra cada una de estas lacras de la humanidad que bien pueden deberse a una deficiente óptica misántropa que considera pecador a un infeliz neonato, que juzga a las primeras como inevitables males de la naturaleza humana, mientras a las últimas las consideraría eludibles por cuanto las creen más al alcance de nuestra libertad…debo confesar que mi gozo no es completo, por cuanto no aprecio yo sensato, bueno y eficaz que tanto derroche espiritual para hacer llegar la Palabra del Evangelio que ilumine el corazón de los hombres y mujeres, sea realizado sin que esas mismas almas perdidas al que van dirigidas aprecien superioridad moral en cuantos se las dirigen, que no sólo de conceptos vive el intelecto que también requiere de ejemplos, pues como es sabido, obras son amores y no buenas palabras.

Y es que, en verdad, en verdad os digo, que a la Iglesia le sucede lo que a la mujer del Cesar, por lo que sería muy deseable que junto al discurso humanista contra la Ley del Aborto, cuya práctica no está en el mismo rango ético que una operación de cirugía estética, extirparse el bazo o cortarse las uñas, hubiera otros igual de enérgicos para condenar los abusos infantiles en vuestros colegios y parroquias a manos de curas depravados e investigar el rapto de niños a manos de monjas desalmadas en vuestras clínicas y hospitales. Porque de seguir como hasta ahora, además de desacreditar el mensaje que yo os legué, podríais dar pié a que se malinterpretara aquello de ¡Dejad que los niños se acerquen a mi! Como también podría malentenderse vuestra actitud contraria al aborto, para aseguraros el suministro ininterrumpido de criaturas de Dios con las que gozar y comerciar indignamente para mayor ofensa del Padre. ¡Palabra de Dios!