Caída y auge de las Oenegés

Todo negocio, quien sabe si por conservar la ancestral senda del calendario agrícola que le precediera, suele describir ciclos ascendentes y decrecientes cual estrella solar, cuya trayectoria equinoccial podría identificarse con los distintos motivos sobre los que se asientan materialmente, si bien, su entera órbita estaría regida por sus solsticios que nada tienen que ver con aquella, salvo la de adecuarse a las circunstancias para aprovechar al máximo el cambio de signo en los acontecimientos.

Llevamos milenios en los que el negocio dibuja una elipse entre la guerra y la paz: hay momentos en los que la paz genera gran cantidad de beneficios; pero la bonanza llega a un extremo en que no puede dar más de si; en ese momento la guerra empieza a ser rentable; durante un tiempo hay cierto equilibrio e incertidumbre sobre por cuál apostar, es el periodo equinoccial; en ese instante, el negocio de la guerra se impone alcanzando su punto fuerte, precisamente cuando por agotamiento de sus fuerzas empieza a ser de nuevo rentable hacer la paz; Ahora se repite el camino pero de vuelta….

Pues bien, hace dos décadas cuando me enteré de que en una sola de nuestras provincias operaban a la vez más de quinientas ONGs, empecé a sospechar que detrás de toda esa solidaridad subvencionada, tras todos esos cooperantes a sueldo, era imposible que el altruismo personal estuviera al frente de tan magna empresa como lo es hacer el bien a los demás sin empezar y acabar por uno mismo. Fue así como inicié el estudio de su ciclo de negocio como ya lo había hecho en su día con el de los Partidos Políticos que pivotaba entre la rentabilidad de la Democracia y los beneficios de la Dictadura.

De estudiante, todas las mañanas a la entrada a la Universidad de Deusto, entre la docta manada que inundaba el campus, me preguntaba ingenuo de mi ¿Cómo con tanta gente que estudia el mundo continua igual? La respuesta me llegó antes de finalizar la carrera: la gente que se permite el lujo de estudiar, no lo hace para cambiar las cosas, sino para mantener el statu quo y a lo sumo, mejorar el suyo particular. Algo parecido podríamos aducir respecto al fenómeno de las Oenegés ¿Cómo con tantas Oenegés operando en el mundo, el mundo continua igual? ¡Efectivamente! Si mal está que el fin justifique los medios, peor estará que los medios se justifiquen a si mismos como sucede en el caso que nos ocupa.

Todos sabemos que si a un padre le nace un hijo espabilado sin escrúpulos, pronto le inicia en el negocio familiar; Cuando este sin embargo genera dudas sólo respecto a su inteligencia, entonces se le encamina hacia la política. Ahora bien, cuando por motivos desconocidos, el sujeto en cuestión da muestras inequívocas de pusilanimidad que le incapacitan para defender sus intereses frente a los demás, se le permite si lo desea, estudiar alguna carrera de letras, dedicarse al deporte o el arte. Pues bien, cuando estos desdichados pese a no haber creado un banco, no haber organizado un Partido, ni siquiera un Sindicato, desean reclamar su valía ante los suyos, no dudan en crear una ONG desde donde, a imagen y semejanza de las entidades anteriores, demuestran que es posible vivir de los demás con un discurso amable. Y a Fe mía que se han ganado el reconocimiento, al extremo de que los propios bancos hoy publicitan su labor social.

El ciclo de negocio de toda ONG transcurre del Solsticio emisor de solidaridad, al Solsticio receptor de solidaridad, me explico: Hay momentos en una sociedad, donde el Cooperante obtiene más beneficio exportando solidaridad para terceros países que recibiendo ayuda para el suyo, es la situación deseable por cuanto el detraimiento de la subvención de origen permite mayor margen de beneficio que de recibir la parte restante ya detraída la anterior del montante. Ahora bien, ¿qué sucede cuando una ONG acostumbrada a trabajar en un país emisor de solidaridad, de pronto, por la crisis, las donaciones merman y ya no es posible tanto detraimiento? Es entonces, cuando se inicia el camino hacia el Solsticio receptor, aquel donde el detraimiento acontece sobre el montante menor destinado al reparto entre la población autóctona.

Creo que a las Oenegés españolas, si es que desean evitar un ERE cooperante, han de atender al cambio de ciclo que supone la campaña noruega “Adopta un niño español” porque es aquí, en la gestión de la ayuda proveniente del exterior, donde ahora se va a hallar el negocio de la solidaridad y no ya en las subvenciones recibidas por parte de los gobiernos de los que se decían no depender.

De la solidaridad eficiente. Ocurrencia

Piensa en todos esos niños que no tienen qué llevarse a la boca, que no tienen acceso al agua potable, ni a medicinas. Ahora, separa de tu gasto diario un euro que no da ni para tomar un café e introdúcelo en un tarro de cristal. Si haces esta operación durante una semana, tendrás siete euros, tras un mes ya serán 30 y si continuas así al cabo de un año ya habrás llegado a la bonita cantidad de 365 euros.
Llegados a este punto debes reflexionar a quién de los dos, a ti o a ese pobre niño, dicha cantidad va a aprovechar más; Al niño que se muere de hambre está claro que no le va a sacr de pobre. En cambio a ti te puede pagar una escapada el próximo puente…Por tanto, lo mejor que puedes hacer es no dejarte llevar por el sentimentalismo. Vacía el tarro, quédate el contenido que a fin de cuentas es tuyo y dale el tarro a alguna Oenegé para que se lo haga llegar a ese niño que le será de gran ayuda para poder comer, no un día ni dos, como hubiera sucedido de darle el dinero, sino con suerte si lo cuida y no se le rompe, toda su cortita vida.

Atendo: Entre la atención social y la desatención personal

En los saberes humanos, es habitual que aparezca el dilema de qué fue antes, si el huevo o la gallina, verbigracia, todavía desconocemos si somos humanos porque gozamos de libertad o gozamos de libertad porque somos humanos. Esta pescadilla que se muerde la cola, toma forma al observar la proliferación de empresas que ofrecen servicios, que hasta hace bien poco, eran prestados altruistamente primero por la familia, luego por los amigos y finalmente por los vecinos y conciudadanos, no pudiendo esquivar por más tiempo la cuestión de, si estas empresas responden a una necesidad real, en cuyo caso la degradación del comportamiento individual para con los semejantes resultaría evidenciado, bien su emergimiento, a priori innecesario, genera a la postre, habida cuenta la inclinación al vicio de nuestra humanidad, su reclamo. Para ser más claros: Una empresa como “Atendo” que se ha especializado en la Atención y Asistencia a viajeros con discapacidad o movilidad reducida que RENFE pone a disposición de los clientes para su mayor comodidad a la hora de orientarse, informarse, acceder o transitar en sus estaciones, responde únicamente a la voluntad del Ministerio de Fomento por mejorar la igualdad de derechos y oportunidades en el uso de los servicios públicos de transporte, o por el contrario, sucede que en nuestra sociedad, como no te ayude una Oenegé, una institución o el mismo Estado, ya ni dios lo hace, por no haber para el sujeto más incentivo que el que pueda reportar la alegría que se experimenta al hacer el bien, de modo que, se antoja imprescindible la especialización subvencionada, nómina mediante, para garantizarnos lo mismo que hasta hace unos años se lograba principalmente por la educación y el ejemplo.
No quisiera con esta reflexión mancillar la buena imagen debida a la excelente labor que esta empresa está realizando. Sólo deseo llamar la atención sobre un fenómeno que debería empezar a alarmarnos, cuál es, el de que por haber una entidad especializada en atender a las personas con alguna discapacidad o problema puntual, el resto nos despreocupamos de la situación, dándose la paradoja de que entidades como esta que deberían hablar bien de una comunidad que cada vez se ocupa más estructuralmente de la asistencia social, en verdad esconde el drama palmario de que a pasos agigantados palpita la cruel realidad de una mayor desasistencia personal y un nada disimulado desmarque por parte de todos a la hora de echar una mano a quienes necesitan de nosotros en la inmediatez de la vida.
Lo que está sucediendo en la red de transporte público, es una réplica exacta de lo que ya ha pasado a nivel social, a saber: que por haber organismos oficiales, instituciones, Oenegés, Concejalias de Bienestar Social, Cáritas…los ciudadanos desatendemos nuestras obligaciones morales inmediatas, aquellas que se aprendían por osmosis desde pequeñitos y que se han transmitido de generación en generación desde antes de que nos irguiéramos en la sabana africana, al contemplarlo en ejercicio cotidiano entre cuantos nos rodean. De este modo, si vemos un incendio, damos por sentado que es responsabilidad de los bomberos apagarlo, si contemplamos a una señora desmayada en mitad de una acera, esperamos a que llegue alguien autorizado para socorrerle y un largo etcétera de casos que rápidamente nos vienen a la memoria. Con ello, poco a poco, la cadena de transmisión de ayuda mutua que nos caracteriza como especie que se valía de la acción directa y de su continuo ejercicio de parte de los individuos antes que del grupo, se va diluyendo en favor de la más frágil transmisión institucional, que a fin de cuentas, depende de aquellos y no subiste sin ellos, por mucha EpC que se les imponga académicamente, si bien, si contribuye a deformarlos, ordenarlos, controlarlos e incluso desmovilizarlos para hacerles dependientes de su modelo, porque el objetivo de toda Institución, no es velar por la supervivencia de los individuos que la integran, sino precisamente por ser ella la que les sobreviva. De ahí, que exclamemos aún en medio del estupor de cuantos todavía confían en “Papa Estado” aquello de ¡Muerte al Estado! Y ¡Viva la Anarquía!
Porque la Anarquía, lejos de lo que se afanan en propagar las malas lenguas al servicio del Poder establecido, no es sinónimo de “Caos” sino todo lo contrario, apunta a la autogestión, al sincero compromiso personal para con tu gente y la sociedad en la que vives, que traducido al caso que nos ocupa, vendría a establecer la máxima de “No dejes para otros lo que puedes hacer tú”. Cierto es, que las personas que conviven, han de ceder un poco de su libertad personal en beneficio del colectivo y a caso suceda que la libertad personal no exista fuera del grupo; Pero por muy compleja que sea una cultura, esta no debería suplantar, menos desactivar y por supuesto, nunca poner en riesgo lo más valioso que posee el colectivo humano, que es, la ayuda espontánea que sus miembros se prestan sin que medie otro interés que el saberse parte de un todo y que se necesitan mutuamente.
Hemos llegado a una situación tal, en la que preferimos pedir dinero a un banco que a la familia o amigos, porque son los bancos los especializados en dicha tarea; nos parece mejor que un administrador nos lleve las cuentas de la Comunidad de vecinos, antes que rotarnos el derecho y obligación de ser Presidentes de Escalera o portal; Tenemos hijos que son llevados con meses a las guarderías para que se ocupen de ellos personal con estudios en puericultura; Y padres que están mejor asistidos por especialistas en geriatría; De seguir así, dentro de poco, contrataremos a trabajadores del sexo para que cumplan con nuestra pareja, sólo que se dará el absurdo de que se follarán entre si los del citado gremio, cosa parecida a lo que le ocurriera a aquel profesor que en lugar de acudir al aula para impartir clase, enviaba a un adjunto con la lección grabada en una cinta magnetofónica, que un buen día se encontró decenas de grabadoras en los pupitres en lugar del alumnado.
Evidentemente, la civilización requiere especialización, al menos en aquellas tareas donde la misma solventa más problemas de los que crea, como puede ser la instrucción académica que no la educación integral del futuro ciudadano, el cuidado de enfermedades que requieren hospitalización y no todo achaque o resfriado, la regulación del trabajo asalariado y no si se fuma o se deja de fumar, juzgar un asesinato pero no si fulanito me ha insultado…porque de atomizarse y burocratizarse en exceso toda actividad humana, los individuos desconectados entre si, dependientes de un centro tractor heterónomo, dejan de aportar lo más valioso que tienen, su propia capacidad gestora, autoreguladora, pérdida irreparable que finalmente supondrá el colapso del sistema.
Las personas han de colaborar entre si, sin esperar a que intervenga mediador alguno que resuelva la situación, porque si dejamos la ciencia en manos de los científicos, la política a solas con los políticos, la religión entre los sacerdotes, el arte decidido por los artistas, que hagan deporte los deportistas, que canten los cantantes y ayuden a bajar del tren a las personas mayores los trabajadores de Atendo ¡Que para eso les pagan! estaremos muertos como individuos y como sociedad y no sabría decirles que ha sido antes…Lo que tengo claro, es que si nacer nacemos siempre acompañados, morir, morimos completamente solos, y eso si que nadie puede hacerlo por nosotros.

Dios sólo existe cuando se le necesita

Mientras destruimos la Fe en Dios sin haber todavía fundamentado el superhombre Nietzscheano capaz de asumir la responsabilidad de su libre voluntad en el eterno retorno determinante de su acción y decisión, unos se jactan de vivir en un Estado aconfesional, no pocos se burlan de la Iglesia en cuanto tienen ocasión, muchos reclaman una sociedad laica donde la religión quede relegada al silencio de la intimidad y la mayoría le hemos dejado morir de soledad…resulta que, en estos tiempos de colectivo martirio, padecimiento y tribulación, casi un millón de almas residentes en España recurrieron a la fraternal ayuda de la Iglesia Católica canalizada a través de Cáritas durante el pasado 2010 para cubrir sus más básicas necesidades, cuáles son, la alimentación 42% y vivienda 32%, más del doble que hace tres años, según el VI Informe del Observatorio de la Realidad Social sobre el impacto de la crisis en la red confederal de dicha entidad benéfica. Más concretamente, 300.000 de estas personas, arribaron por primera vez a sus locales, afectadas principalmente por la persistencia del desempleo, siendo mayoritarios los ciudadanos con cargas familiares, lo que permite estimar en cerca de diez millones, los seres humanos que en España malviven por debajo del umbral de la pobreza y unos ocho millones quienes están al borde de la exclusión social, cifras nada exageradas cuando se sabe que más de 500.000 hogares están sin ingreso alguno.

El informe no se limita a ofrecernos una radiografía numérica de la alarmante situación que atraviesa la sufriente población española. En sus páginas, puede leerse explícitamente un varapalo a los servicios sociales públicos oficiales profesionales a los que en palabras de su Secretario General, Sebastian Mora, Cáritas sólo pretendía complementar y no sustituir como ocurre en la actualidad, observación que se desprende de ese indignante 68% de afectados que acuden a sus puertas desesperados en busca de solidaridad, rebotados de otras instituciones bien nutridas de personal sujeto a nómina, de despachos municipales, partidas presupuestarias y un sinfín de subvenciones que sin embargo, no parecen bastar para atender la demanda que Cáritas logra capear, como buenamente puede, con tan sólo treinta millones de euros anuales – menos de 35 euros por persona atendida muy por debajo del despilfarro asistencial de las instituciones democráticas y no digamos de los rescates bancarios que suponen en el caso de Portugal casi 7.000 euros por cabeza – y sin tantos recursos materiales, si bien, sobrados del inmenso amor que derrama Dios en los voluntarios corazones que a diario entregan su trabajo y tiempo en los hogares de acogida y comedores sociales donde atienden sin preguntar a cuantos llegan.
Entre las deficiencias de los servicios públicos que denuncia Cáritas, se apunta la escasez de recursos humanos a la hora de ayudar efectivamente a los ciudadanos en necesidad, los sospechosos excesivos trámites burocráticos previos a cualquier solicitud que tienen por objeto hacer desistir a los más desesperados, la falta de tiempo para realizar un seguimiento personalizado e integral de los distintos casos y la respuesta insuficiente ante los problemas de desahucio. Por poner un ejemplo, el responsable del informe y Coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas, Francisco Lorenzo, ha indicado que, mientras Cáritas, tarda cuatro días en entrevistarse con la persona solicitante de ayuda, los servicios sociales públicos se demoran casi un mes y mientras Cáritas responde con efectividad en el plazo de una semana los servicios municipales tardan hasta 65 días.

No resulta extraño entonces, que mientras nos pasamos la vida cantando las bondades del Estado y de rodillas ante la Banca adorando el poder y las riquezas en sus múltiples formas, todavía no hay refrán alguno que les mencione en relación a nuestra ayuda y socorro como sí sucede en el caso de Dios. Por ello, invito a reflexionar en el título que encabeza este reconocimiento a la labor asistencial de la Iglesia Católica.