Hace mes y medio que perdimos a Berlanga, pero las historias que mejor contaba no se han ido con él. Ahí están como prueba las colas de embarazadas frente a los paritorios buscando soltar lastre antes de que den las doce de esta noche y la carroza del cheque bebé se convierta en calabaza. Dos mil cuatrocientos euros son una pasta, no diré yo que no, pero se me antojan calderilla al lado de lo que se está poniendo en riesgo, que es la propia vida y, en el mismo viaje, la del bebé. No son exageraciones. Lo dicen los profesionales de la obstetricia, abrumados por el trabajo extra y abochornados por los bisnes de los que les quieren hacer partícipes. “No se dan cuenta de que están jugando a la ruleta rusa”, he escuchado lamentarse a un ginecólogo molesto por que lo tomaran por un sacacorchos o un desatascador. Otro advertía que, en el mejor de los casos, arreglar el estropicio causado por los problemas de una inducción al parto improcedente resultaba bastante más caro que la pedrea de la lotería natalicia que se sacó de la chistera el Gobierno español.
Premios a la natalidad
Este final a medio camino entre el neorrealismo de la posguerra y la picaresca del siglo de oro es, bien mirado, el único que cabía esperar para una medida populista que parecía sacada del ideario nacionalcatólico. Aquellos premios a la natalidad que entregaba el jefe local del Movimiento a los más aplicados en la cría de cachorros para el régimen no tenían nada que envidiar a esta prima a la reproducción que se inventó Zapatero. Lo más increíble es que haya habido parejas -más de cien y más de doscientas- que se prestaran voluntarias a la subasta de neonatos atraídas por una cantidad que no llega ni para los pañales y los avíos varios del primer año. Y ahora, como está a punto de sonar la campana, a empujar hacia fuera para no quedarse sin el cromo del Tigretón. No quiero ni imaginarme qué educación van a dar a esas criaturas concebidas para que vinieran al mundo con la hucha bajo el brazo.
Aunque las matemáticas catastrofistas de los demógrafos no me cuadran con una sociedad donde el paro o la precariedad laboral se ensañan en los jóvenes, que siguen viviendo con sus padres hasta después de los cuarenta, daré por cierto que hace falta más carne para la máquina. Traducido: que es necesario incentivar la procreación o, dicho en fino, la natalidad. Mucho me temo, sin embargo, que eso no se hace a base de cheques, bonos o cupones de descuento. Por fortuna, la mayoría de las parejas no tragan tan fácilmente esos anzuelos.
En el país de la picaresca, parece que la única forma de evitar esta escena «berlanguesca» hubiera sido que la anulación de la ayuda del cheque-bebé hubiera entrado en vigor de un día para otro. Que ZP hubiera dicho, «las madres de los bebés nacidos a partir de hoy mismo se quedan sin». O a partir de la fecha de publicación en el BOE, que total eso no se lo lee nadie. En fin…
si es que tener críos es una decisión de cada pareja y lo hacen porque quieren y porque somos animales y queremos mantener egoistamente nuestros genes vivos , mientras miles de niños se mueren de hambre en el mundo.
Que encima den dinero por tener hijos , junto con los permisos laborales paternos-maternos pagados por todos era otra más de las medidas de autopropaganda política del «socialista» Zapatero.
En fin…….espero que la gente nos haga un 2011 feliz ; que se guarden sus deseos vacíos en el fondo del armario y saquen de ese armario de una vez la acción y las medidas valientes adecuadas para hacernos feliz el nuevo año.