Es difícil escoger entre el abundante y variado surtido de “días de” el que provoca más grima, más impotencia o más ganas de pedir asilo en Saturno. Todos —si no es así, que me apunte alguien las excepciones— están tallados a base de hipocresía, cinismo y tres o cuatro gotas de magníficas intenciones a modo de excipiente y cebo. Queda uno fatal si no se suma con el lazo o la pegatina correspondiente a la noble causa del enunciado. ¿Quién no está contra el racismo, contra la violencia de género, contra el hambre, contra la pobreza, contra…? Y yendo al más reciente, que es el que los compila a todos y por eso mismo, el que pongo a la cabeza de la lista de efemérides estomagantes. ¿quién no está a favor de los Derechos Humanos, con D y H mayúsculas?
Como hemos visto en las últimas horas, nadie. Asesinos probados, instigadores o cómplices de grandes, medianos y pequeños crímenes nos han discurseado sobre la materia sin que se asomara el rubor a sus rostros de mármol. A ninguno se le ha visto ni oído decir nada de las conculcaciones. vulneraciones o pisoteos que han llevado o llevan su firma. Naturalmente, siempre son los otros —ya sean concretos o difusos— los verdugos.
Conclusión: esta es una de tantas conmemoraciones hemipléjicas, lo que es tanto como decir absolutamente inútiles. Mientras sigamos demediando los derechos humanos y clasificándolos por conveniencia o por proximidad de las víctimas, no solo no estaremos poniendo coto a las injusticias, sino que las estaremos haciendo más profundas y duraderas. El compromiso debe ser completo y sin lugar a matices ni a descartes interesados. Allá donde se encuentre una persona que haya padecido la arbitrariedad, debe estar nuestra denuncia y nuestra repulsa. Y si, por acción, omisión o las carambolas de la vida, hemos tenido algo que ver con esa circunstancia, no debe faltar el reconocimiento ni la petición de perdón. Es lo mínimo.