Era de esperar que en la despedida de Gesto por la paz se escucharan cargas de profundidad y que volara algún que otro reproche con telarañas adosadas. Al fin y al cabo, los viejos fantasmas siempre están ahí, y aunque hayamos invertido tiempo en domesticarlos, entra dentro de lo posible que ante determinados estímulos les vuelva a salir brevemente el instinto. Si de verdad estamos aprendiendo algo y si no vamos de boquilla en nuestro declarado empeño de no repetir los errores, esas recaídas deberían ser fugaces y dejar paso a sentimientos más nobles. Pero veo que no es tan fácil enunciarlo como llevarlo a la práctica. O simplemente es —y esto tiene peor remedio— que hay quien no está por la labor.
Eso es lo que percibo en las reacciones desmesuradamente agrias, algunas ruines sin matices y empapadas de bilis vengativa, que han acompañado al adiós de la plataforma. Nadie pedía sumarse a las loas —quizá también excesivas y un tanto desmemoriadas— que han salido de otros labios. Habría bastado el silencio o, por qué no, unas inocuas palabras de compromiso. No había ninguna necesidad de embarrar el campo descalificando en los términos más gruesos un trabajo que, contemplado con una mínima objetividad, ha resultado imprescindible para llegar a donde quiera que estemos. ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer lo obvio?
No niego que fui crítico con los primeros pasos de Gesto. Incluso, que al contemplarlos retrospectivamente, sigo viendo lagunas. Tampoco se me escapan los intentos de instrumentalización por parte de intereses oscuros. Sin embargo, creo que la evolución posterior, la opción valiente de situarse allá donde les podía alcanzar (y de hecho les alcanzaba) el fuego cruzado de tirios y troyanos, compensa con creces lo anterior. Y mucho más, el empujón hacia la calle a tantas y tantas personas que hasta entonces se guardaban dentro lo que sentían. Sin eso, seguiríamos en el viejo tiempo.
De acuerdo en general. Pero curiosamente discrepo con el análisis de la trayectoria. En lo que yo recuerdo (que ahí puede estar mi fallo) son los primeros pasos de Gesto los menos politizados, los anteriores a esos intentos de instrumentalización que comentas, los más valiosos. Por los que tuvieron de valentía, de romper con una dinámica de pasividad, por la sencillez de la propuesta.
Creo recordar que ya desde el principio se concentraban ante cualquier muerte violenta, sea cual fuere el autor o la víctima. Y ahí radicaba su valor. Y creo recordar que al principio eran muy poquitos y tb diría que muchos de ellos al principio, al menos de los asistentes, venían del mundo nacionalista. Al menos los que yo conocía. No me tiraré el moco diciendo yo estaba allí, que yo asistía y tal, porque no es verdad. Yo me incorporé (con cuentagotas) mucho más tarde y ya con lazos azules y demás. Pero Gesto ya estaba desde mucho antes. Y los que yo recuerdo que iban eran nacionalistas (al menos en mo entorno). Creo que es de justicia decirlo tanto para Gesto como para muchos nacionalistas porque ha habido mucha gente que ha criticado al nacionalismo en general por mirar a otro lado ante atentados de eta pero que no salieron nunca a la calle hasta el asesinato de Goyo Ordoñez y hubo antes muchos más.
A Gesto le han llovido palos desde la izquierda abertzale y desde la derecha más derecha por tb manifestarse ante, or ejemplo, un muerto de eta manipulando su propia bomba.
Ese fue su mejor aval, creo.