Leo, y no puedo decir que con disgusto, que se descascarilla COVITE. Doscientos afiliados —treinta, según los medios afines— de la asociación oficialista de víctimas del terrorismo han devuelto el carné, disconformes con los manejos de la dirección, y amagan con montar un nuevo tinglado. Uno que, en sus propias palabras, “responda al espíritu original”, expresión que mueve a la sonrisa a los que contemplamos desde la grada el fenómeno de la partenogénesis sucesiva de las diversas franquicias que mercan con el dolor genuino. Solo en la izquierda verdadera, como comentábamos hace unos días, se da tan frenético ritmo de escisión y refundación, siempre en nombre de los valores esenciales. Resulta imposible llevar la cuenta de la cantidad de grupúsculos desgajados en espiral que dicen atender a idéntico objeto social, que en sí mismo es muy noble. Y eso sí que es llamativo: la pureza de los fines que se afirma defender no casa con la inclinación a fragmentarse a cada rato, y menos, con las trifulcas tabernarias que suelen envolver a las desmembraciones. Tengo para no olvidar el escocido lamento de Iñaki Ezkerra al ser descabalgado por las bravas del Foro de Ermua por sus compañeros de pancartas, sinecuras y subvenciones. “Me han hecho más daño que ETA y todos los nacionalistas juntos”. Qué cabrón es el fuego amigo…
…Y qué revelador. Esos espectáculos de antiguos camaradas sacándose los higadillos sañudamente cuentan lo que hasta no hace demasiado era tabú siquiera sugerir. Bajo la capa de magnanimidad e integridad de muchas de estas cofradías —no diré que de todas— tenía asiento la condición humana en su versión menos amable. Fulanismos, envidias, antipatías sublimadas o viscerales, dedos que se alargaban hasta la caja, picaresca, tentaciones difíciles de vencer, sospechas de ser tomado por tonto o hecho de menos… Tarde o temprano, eso sale a la luz, como acabamos de ver una vez más.
Si, nada de extrañar cuando se unen (casi contra natura) sentimientos a flor de piel con intereses pecuniarios, egos desmedidos, deseo patológico de notoriedad y poder…
Pero deberia escandfalizar a los ´genuinos entre genuinos» que se destapen sin pudor las sevicias de unos y otros porque en el fondo sólo a unos cuantos les importaba de veras su dolor y a otros, el dolor que podían causar ellos.
Y a todos los demás, la rentabilidad que podían sacar de ahí.
Lo que vemos estos dias no es la cruda realidad, que nunca llegaremos a percibir en su totalidad, sino la radiografía amarillenta de la infinidad de intereses creados en torno a unas muertes incomprensibles (a veces).