Niego la mayor: mi columna de ayer sobre la penúltima segregación en COVITE no contenía el menor ánimo de ofensa a las víctimas del terrorismo. Lo anoto porque me consta que se han sentido heridas por mi texto personas que no tienen nada que ver con lo que relataba. El problema, que viene de muy atrás y no acabamos de hacerle frente, es que nos han instilado la identificación automática de las víctimas con las asociaciones oficialistas o, peor todavía, con sus cúpulas directivas. Lo delicado del asunto de fondo —el dolor, el desagarro personal innegable— ha fomentado durante años un silencio acrítico que a la larga se ha revelado como absolutamente insano.
Por no embarrar más el campo, por no echar vinagre en las llagas, por no dar la impresión de ser conniventes con ETA, hemos ido dejando sin señalar mil comportamientos que no tenían un pase. La ausencia del más insignificante reproche abonó el terreno del ‘todo vale’ hasta cruzar los límites de la perversión. Ante nuestros ojos tuvimos a individuos que, arrastrando un sufrimiento fuera de toda duda, lo utilizaron como carta de inmunidad y en no pocos casos, como escalera mecánica para acceder a privilegios que en condiciones normales no hubieran soñado. ¿Quién se atrevía siquiera a insinuar que un peluquero, una vendedora de un centro comercial o una diplomada en Turismo —todos sin vocación previa— no podían erigirse en líderes políticos de la noche a la mañana? Incluso hoy sigue resultando una pregunta incómoda, lo sé.
Esto fue así porque algunos partidos lo promovieron, con la pertinente ayuda mediática. Una de las consecuencias letales es que en este momento crítico de la resolución no somos capaces de encontrar el papel que deben desempeñar las víctimas, sencillamente porque tenemos una imagen distorsionada de lo que son. Creo que se equivocan tanto los que les quieren conceder la manija como quienes abogan por dejarlas de lado.
Hay algo más:desde los partidos y los medios que se han dedicado a sembrar los vientos que ahora se vuelven tempestades,han inoculado durante años(e insisten en la actualidad en ello) aquello de que no es posible estar con las víctimas sin compartir sus postulados políticos.Y como para estos partidos y medios cuando hablan de «víctimas» hablan,en realidad,de «sus» víctimas,o piensas en clave nacional Española o te conviertes en un ser despreciable,inhumano,ética y moralmente enfermo.Tócate los cojones con el árbol y las nueces!.
lo que sucede es que desde ciertos partidos y medios se ha alimentado a la bestia, asociaciones varias y ahora la bestia quiere lo suyo y no seguirá hasta conseguirlo!
Se entremezclan: rencores, perdones, venganzas, paz, reconciliación, fijación obsesiva..Esperamos del otro que de un paso por nosotros, paso que no dará, pero para avanzar ¿no son los pasos de cada uno?
La inteligencia y las emociones, no consiguen por ahora ,darse tregua, mientras sabemos todos que la ausencia de atentados, es una realidad ya irrenunciable.