Simpaticé y sigo simpatizando con el 15-M. Por un instinto primario, más de epidermis que de masa gris. Por el reconocimiento retrospectivo de quien fui en no pocos de los que se echaron a la calle a descubrir la famosa playa bajo los adoquines. Por la certeza dolorosa —obtenida a hostia limpia— de que no la encontrarían, exactamente igual que les ocurrió a los primeros que la buscaron y a los que, bastantes años después de aquel fracaso, volvimos a intentarlo. En definitiva porque, como creo recordar que escribí hace tres años, no soy nadie para imponer ni mi biografía ni mi desencanto. Ni mi cinismo, por descontado.
Añado, supongo que contradiciéndome, que a la vista de las conmemoraciones, no he podido evitar la sensación de que se está celebrando, como tantas veces, una derrota. Me admira, eso sí, la celeridad con que la efeméride se ha instalado en el santoral laico. Parecía como si se llevasen decenios festejando algo que, calendario en mano, ocurrió anteayer, o atendiendo al presunto espíritu original, que debería estar ocurriendo todavía, porque aquello no era cosa de un día ni de dos.
Me pregunto si todo lo que va a quedar es eso, un bonito recuerdo, convenientemente magnificado y falseado en cada emotiva columna laudatoria escrita, ¡ay!, por individuos que han hecho de la indignación su nicho de mercado. Esos sí que se han dado de bruces con Malibú, Ipanema o, como poco, Benidorm, escondidas entre las piedras escarbadas por brazos menos finos que los suyos. No hay revolución, aunque sea nonata, que no resulte de provecho… siquiera para unos cuantos que saben situarse donde se debe.
Creo que es pronto para fracaso o «derrota» del 15M. El antecedente del 15M fueron las concentraciones durante la jornada de reflexión posterior a los atentados, que fueron convocadas sin la participación de ninguno de los grandes partidos y marcaron un antes y un después en el modo de hacer convocatorias.
El 15M, que fue un fenómeno sobre todo madrileño, se tradujo en las llamadas Mareas contra las privatizaciones en Madrid, la PAH, Stop Desahucios y otras asambleas. Fue el modo en que mucha gente se politizó, y esa gente ahora sigue militando en ciertas cuasas, aunque ya no sea tan mediático como el 15M.