¡Extra, extra! ¡En la cabalgata de los reyes magos de Iruña Baltasar seguirá siendo un señor blanco —o quizá sonrosado— con la cara embetunada! “¡Y no se olvide de los labios pintados de carmín!”, me apunta al oído, siempre atento a los detalles, el alcalde Asiron, que no gana para bullas tan al gusto de los herederos de Garcilaso y otros santos mártires desplazados de la poltrona. Qué caray, de esos, y de unos cuantos más como el que suscribe y algunos de los que leen, que nos apuntamos a opinar de lo que caiga.
¿De verdad hay materia? Fuentes dignas de todo crédito —por lo menos, para este forastero que teclea desde el lugar en que Euskal Herria (casi) empieza a ser Cantabria— me aseguran que, en realidad, todo es una pura cuestión de ego. En concreto, del ser humano que encarna a su imaginaria majestad, que hasta en San Fermín va a los toros ataviado de tal. No crean que es el único caso; ya conozco yo otra media docena de tipos que llorarían mares si en sus poblachos correspondientes no les dejaran salir emperifollados en los desfiles de fantasía del 5 de enero.
Cabe, si nos apetece, convertir la vaina en tremebunda afrenta a la multiculturalidad, ese invento tan profundamente paternalista y, por lo mismo, racista. Pero metidos a progresistas fetén, no hay que detenerse ahí. La enmienda debería ser a la totalidad. En este edén de tolerancia religiosa, no habría por qué tragar la imposición, sufragada en parte con pasta pública, de una tradición netamente cristiana. Por no hablar, claro, de la apología de las monarquías despóticas que implica. Y si nos ponemos, hasta de la promoción magufa.
Hombre, por lo menos, en esto de cambiar viejas y no pocas veces absurdas «tradiciones», el vaticano ha dado una lección a toda su tropa crédula e inmobilista incluyendo al sexo femenino entre los reales y magos reyes. Toda una hazaña que, por lo que se intuye, no podrá verse ni en Iruñea ni en Irún ni en Hondarribia, (pues ya sabemos cómo las gastan cuando las mujeres quieres participar en «cosas y tradiciones» de hombres por esos lares) ni en ninguna parte de este nuestro Estado borboniano. Sin embargo nos ha servido para comprobar como cuando los cambios los promueven otros que no sean Bildu o Podemos o rojos comunistas, no causan alarma entre las huestes católicas: no hemos oído al crédulo del paganismo católico, sr Maya, entre otros, decir nada al respecto. Ay si hubiera sido el nuevo alcalde el promotor de tal cambio, la que se habría armado: lo del repugnante rezo de rosarios dentro de la exposición de Azkona se hubiera quedado chico