El cuatripartito navarro de progreso debería guardar agradecimiento infinito a las formaciones que le hacen de grotesca oposición. Aunque al primer bote pueda descorazonar lo suyo tener enfrente unos incansables incendiarios del patio, si se lo plantean con media migaja de frialdad, comprenderán el inmenso favor que les están haciendo los antiguos propietarios del régimen. ¿Lo de Ladran, luego cabalgamos? Sí, eso para empezar, pero la cosa va más allá. Llega, por ejemplo, a tapar las propias grietas de la (no nos engañemos) peculiar coalición que gobierna en las instituciones principales. O, como poco, las va aplazando. Nada une más que un enemigo declarado.
Y este, además, es de los que lo ponen muy fácil. Tanto, que hasta parecen dispuestos a reeditar errores garrafales del pasado. Salvo que alguien con mayor conocimiento del paño me lo desmienta, diría yo que el penúltimo favor es la convocatoria de esa fantasmagórica manifestación dizque en defensa de la bandera de Navarra. Aparte de los lisérgicos prolegómenos, con los mensajitos sobre dar el cante o dejar de darlo y los burdos intentos por ocultar las siglas del ultramonte, es inevitable que nos venga a la memoria, cual espectro, aquella jarana rancia que se organizó hace diez años al grito de ¡Navarra no se vende!
Merece la pena apuntar que, pese a su éxito de asistencia conseguido a golpe de autobús por la cara, el fuego de artificio quedó en materia para poner pilongos a los inquebrantables de Distralandia que por entonces atizaban a Zapatero desayuno, comida y cena. Qué llamativo, por cierto, que el PSN se apunte ahora a la procesión.
«No creo que el equipo de gobierno municipal del cambio en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña se esté tambaleando hacia el desastre. Pero transmite un mal rollo que no parece que tenga que ver con la realidad social de la ciudad y menos aún con los votantes de los cuatro partidos que lo sustentan. Pero las discrepancias y exigencias de Aranzadi e I-E con la reordenación de algunas cuestiones de la movilidad -el carril bici en Pío XII o las calles con límite de velocidad a 30 kilómetros en toda la ciudad- han abierto una brecha evidente. Será el alcalde Joseba Asiron el que deberá decidir si esa brecha es lo suficientemente ancha como para llevar a una pérdida de confianza total en los ediles de ambos grupos que forman parte del gobierno municipal. En el conjunto del proyecto de cambio en Iruña, el debate de tráfico y movilidad es una parte más, importante, pero también sujeta a la priorización de los criterios técnicos. Es un error convertir las ideas en un debate de ocurrencias. Y más practicar el viejo juego de los cambalaches. En todo caso, de momento las diferencias han permitido a la oposición de UPN y PSN llevar a cabo la única jugada política seria de estos dos años de Legislatura: votar con Aranzadi e I-E para azuzar la división entre los cuatro partidos. Esto es, el cambio también ha contribuido a dignificar la penosa oposición que han ejercido hasta ahora ambos partidos en Pamplona. Pero conviene reflexionar si no se quiere llegar a trompicones a una situación absurda de derribo. La lealtad personal y políticas son elementos comunes del cambio para poder gestionar las diferencias. Sin ellos, todo es una vuelta al pasado, tras un trecho del camino recorrido, para tropezar en la piedra de siempre de los personalismos políticos. Sería más un aburrimiento que una decepción.» Jueves, 18 de Mayo de 2017. Diario de noticias de Navarra. [Permítaseme añadir fuera de contexto que algo comentó Vicente Huici sobre la llegada de la Korrika].