Me alegra infinitamente el relieve que se le está dando en los medios al 50 aniversario del Proceso de Burgos. Salvando los inevitables ventajistas que han pretendido llevar el agua de la conmemoración a su molino ideológico, son también muy de agradecer los planteamientos de los diferentes reportajes. Resulta imprescindible la vertiente humana de los supervivientes y ayudan mucho las aportaciones documentadas de los historiadores o los analistas. Sumando lo uno y lo otro, creo que nos acercamos a la verdadera dimensión de un episodio que, más allá de los tópicos habituales, marcó un antes y un después.
O quizá fueron varios. Lo ocurrido en aquel diciembre de hace medio siglo supuso cambios decisivos en el régimen franquista, en la oposición, en la mirada internacional sobre la dictadura y, por descontado, en ETA. Poco calcularon los prebostes totalitarios que lo que planearon como venganza y escarmiento acabaría mostrando su debilidad y, en el mismo viaje, engrandeciendo a quienes se le enfrentaban, un amplio cajón de sastre de credos que iban desde la democracia cristiana a la extrema izquierda. Emociona ver en las imágenes de la época esa unidad y valentía tanto de quienes defendieron con la toga a los acusados como de los que se la jugaron en las calles o en los manifiestos. Hicieron Historia.
Hicieron Historia, sí….pero ¿hasta qué punto?
Por si no nos hemos dado cuenta, los recién jubilados del ejército estan proponiendo fusilar a más de la mitad del pueblo español…ni más ni menos.
¿Es que pensamos que los militares en activo piensan diferente? ¿Qué seguridad tenemos de que no organicen, junto con el borbón en activo y su urdacística esposa, otro golpe de estado?
¿Vamos a ignorar lo que está pasando en los cuarteles y en Zarzuela? ¿Vamos a hacer como que no tiene importancia? Propongo repasar lo que ocurrió con el intento de golpe de Sanjurjo poco antes del golpe de verdad.
Bueno, pues sí, hubo suerte y al final salvaron la vida. Al final todo se resume en que “hicieron lo que tenían que hacer”, que en aquel entonces no era tan fácil ni una actitud tan extendida. Recuerdo aquella época en blanco y negro, más negro que blanco: la exaltación, el activismo, la depresión al ser anunciadas las condenas, el suspiro de alivio al ser conmutadas…
Pero quisiera reseñar un hecho que, más allá de una nota a pie de pagina no se suele resaltar: me refiero a que el único muerto habido a raíz de aquellas jornadas fue el del joven estudiante y obrero VÍCTOR MANUEL PÉREZ JAUREGUI, militante del PCE(i), asesinado en Éibar por la policía en los enfrentamientos producidos al disolver esta una manifestación organizada contra los juicios que nos ocupan. Quiero con estas líneas rendir homenaje, en la figura de este joven comunista y militante antifascista, a todos los que se batieron el cobre en la calle para protestar contra el llamado Proceso de Burgos, fundamentalmente jóvenes obreros y estudiantes. Tampoco fueron tantos como se podría desprender de las actuales crónicas. Y no quiero quitar mérito a los que firmaron manifiestos, se encerraron, hablaron con obispos y personalidades internacionales, etc. Po supuesto mucho menos a los que, tal vez a su pesar, protagonizaron los juicios. Únicamente quiero recordar aquellos días en los que, mucho más jóvenes que hoy, la vida de muchos de nosotros se convirtió en un torbellino de asambleas, manifestaciones, “saltos”, coches volcados y cruzados, piedras, botellas de gasolina, porrazos, carreras, balas y miedo, mucho miedo. Algunos hicieron “lo que creyeron que tenían que hacer” y, repito, en aquellos tiempos eso no era tan sencillo.
Perdón, ERROR no sé si imperdonable , el nombre del joven asesinado en Éibar era ROBERTO PÉREZ JAUREGUI. Un joven de edad parecida, también militante del PCE(i), fue asesinado en enero de 1975 en Portugalete, mientras que, de madrugada, repartía propaganda en solidaridad con las luchas obreras de la época. Era VÍCTOR MANUEL PÉREZ ELEXPE. He mezclado sus nombres, su lucha era la misma.