Bajo el inspirador y me consta que nada casual nombre de Udaberri 2024, el pasado viernes se presentó el Plan de Convivencia, Derechos Humanos y Diversidad —con todas esas mayúsculas— para los próximos tres años, incluido este, en la demarcación autonómica. Como conozco y aprecio especialmente a algunas de las personas que están detrás de tan noble propósito, me declaro a favor. Pero como también ellos y ellas me conocen a mi, dan por hecho que mi respaldo será necesariamente crítico y, ya se sabe lo que pasa donde hay confianza, un pelín tocanarices.
En todo caso, empiezo aplaudiendo que por fin hablemos de convivencia no solo en relación a nuestra triste experiencia con la violencia, sino además, en función del factor fundamental que ha cambiado las relaciones entre personas en nuestra sociedad. Efectivamente, me refiero a eso que nombramos para no liarnos demasiado como diversidad. Ojo, que ahí es donde está el quid de la espinosa cuestión. Como fallemos en el diagnóstico, de nada servirán las mejores intenciones, la palabrería pomposa y vacía recién inventada, los beatíficos comités anti rumores o los encuentros, simposios, congresos y jornadas alrededor del asunto, siempre con participantes de parte y una única visión.
¿Ven? Ya he ido un poco más allá de donde me había propuesto llegar. Pero precisamente porque, insisto, quiero que el objetivo se cumpla, no puedo evitar dejar por escrito mi temor a que se esté haciendo un planteamiento de arriba a abajo. Paradójicamente, en nombre del respeto a las minorías —que nadie discute— se obvia, no sé si decir a la mayoría, pero sí a una parte muy importante de la ciudadanía.
«Plan de Convivencia, Derechos Humanos y Diversidad»
La verdad es que me parece un título muy largo y redundante.
Creo que sería suficiente con decir «Plan de Derecho Humanos», ya que el pleno ejercicio de estos ya genera Convivencia y asume la Diversidad, por aquello que siempre se ha afirmado, aunque no cumplido, de que los Derechos Humanos son Universales, ósea para todos, por el mero hecho de ser persona. Lo dice el articulo uno de la propia Declaración de dichos Derechos.
Y por tanto, si los Derechos Humanos están en las personas, cualquier Plan que se quiera diseñar y desarrollar, tiene que tener como principales actores a las personas.
Ufff….»convivencia para la diversidad y derechos humanos» me suena a «progresía oenegista» con la que hay que cumplir no vaya a ser que piensen que…..en fín…. es el canon que hay que pagar para ser considerado políticamente correcto.
Como dijo Anguita, la progresía es el sumidero por donde se han ido las ideas de izquierda.
Una madre cuyos niños van a un conocido y exclusivo colegio religioso de Artxanda, con nombre muy católico y apostólico me comentaba que les va a cambiar de cole para el próximo curso de allí porque se están criando algunos monstruitos egocéntricos y clasistas y para que te jodan ya tienen tiempo de mayores.
Como ejemplo me ponía el de un alumno de unos 12 años que dándoselas de guay le soltó a su hijo así sin más: «mi padre me ha abierto una cuenta con 100.000 Euros».
Cuando llegó a casa le preguntó a su ama a ver cuánto tenía él en su libreta. Pues 50 Euros, chaval, fue la respuesta.
Monstruitos malcriados egocéntricos dispuestos a pisotear y despreciar a quien no tenga su nivel social, algo que ya de adultos lo bordan. Hay mucho que hacer.
¿Cuánto va ha incrementar el presupuesto este Plan? ¿Cuántas personas van a vivir de desarrollarlo? Estaría bien poner negro sobre blanco estos extremos. Nada es gratis y el “buenrollismo”mucho menos.