No dejaré de sorprenderme por los sucesivos descubrimientos de la pólvora que celebramos como si realmente estuviéramos ante lo nunca visto. El penúltimo fenómeno de este tipo es la incendiada polémica sobre si los jóvenes de hoy viven peor que sus padres. Parece ser que esta vez el melón lo ha abierto (o sea, reabierto) Ana Iris Simón, una escritora que aún no ha cumplido los treinta. Ya les hablé de ella hace unos días. Una intervención suya en Moncloa, donde lanzó esta idea, provocó la polvareda que a esta hora ya ha derivado, más allá de las diatribas cruzadas entre partidarios y contrarios, en un aluvión de sesudos reportajes sobre la cuestión. ¿Y cuál es la conclusión? Pues la que cabía esperar: que depende. Cada joven que aporta su testimonio a estas piezas periodísticas tiene su propia experiencia y, por lo tanto, su propia respuesta. Hay veinteañeros que gozan de una situación muy superior a la que tenían sus padres a su edad y otros que ni pueden soñar todavía con empatar a sus progenitores. Diría, con todo, que son más los primeros, porque por muy demagogos y apocalípticos que nos pongamos, los factores objetivos de bienestar de la actualidad en sociedades como la nuestra están muy por encima de los que había hace veinte, treinta y no digamos cuarenta años. Otra cosa es que, como ha ocurrido en casi todas las generaciones desde la del baby-boom, siempre haya habido circunstancias individuales concretas. Y de eso va, por cierto, la novela de Ana Iris Simón que ha dado pie al debate. Lo que ella cuenta —y de un modo delicioso— es su historia, que no necesariamente coincide con la de toda su generación.
Pues como dice Javier, cada persona tendrá su propia experiencia y su propio juicio, aunque de la misma manera que yo no sé calificar su calidad de vida, ellos tampoco tienen los datos para calificar la de sus padres.
Viven distinto, tiene otras prioridades, otros modelos, otras esperanzas y distintos deseos y desde luego deberían tener la oportunidad de cambiar lo que no les satisface si les dejan.
El modelo vital de colegio, formación profesional o universitaria, novia o novio formal, boda religiosa, trabajo estable e hijos se ha ido al garete. No sé si es bueno o malo, buscado o sobrevenido pero para los que ya no somos jóvenes suena peor.
Para ellos puede suponer vivir la vida sin tantos compromisos y con menos expectativas. O no.
¿Peor que sus Padres? Y podríamos ampliar la pregunta: ¿Peor que sus Padres y que sus Abuelos?
La pregunta es muy genérica y obliga a una respuesta también genérica. Y para poder centrar la respuesta creo que es necesario recordar que….
Los Abuelos de los jóvenes de hoy, vivieron una Postguerra con hambre y sufrimiento. En muchos casos tuvieron que dejar sus pueblos donde pasaban hambre y no tenían ningún futuro, y venir al País Vasco con una pobre maleta donde traían todas sus pertenencias. Tuvieron que alojarse hacinados, en viviendas en régimen de «alquiler de habitación con derecho a cocina». Tuvieron que aceptar duros trabajos en la industria o en la minería. Trabajar largas y duras jornadas para conseguir un salario que les permitiera cubrir las necesidades básicas. No tuvieron ninguna oportunidad de estudiar…
Los Padres de los jóvenes de hoy, fueron los grandes beneficiados del sacrificio y aquellos abuelos, y con no menos sacrificio, algunos pudieron cursar estudios medios o superiores. Consiguieron puestos de trabajo estables, y, entre otras cosas, el acceso a la compra de una vivienda.
Pero ni unos ni otros, ni los abuelos ni los padres de los jóvenes de hoy, tuvieron muchas de las cosas que éstos tienen hoy, ya sea a nivel individual o social.
Otra cosa es si, eso que tienen, les hace o no felices. Si el no tenerlas les crea frustración o depresión. Y en consecuencia les hace pensar que están peor que sus Padres o sus Abuelos.
Yo, sinceramente, creo que no están peor. Otra cosa en que sepan lo que tuvieron sus Abuelos y sus Padres, y cómo valoren lo que ellos tienen.
Yo sólo puedo hablar por mí y por mi entorno personal. Simplidicando mucho; clase media.
Si me comparo con mis padres (generación post guerra civil) diría que hasta la fecha he vivido desde que nací hasta ahora (50 años) mejor de lo que lo hicieron ellos pero justo ahora es cuando estoy peor y tengo una previsión de futuro mucho más negro e inestable que lo que tuvieron ellos.
Mi padre con 50 años podía ya tener bastante clsro su futuro. Un trabajo ya consolidado que, si no pasaba nada raro, le iba a llevar hasta la edad de jubilarse sin mayores sobresaltos.
Claro que habría de todo pero creo que esto era bastante habitual. Mis tíos…los padres de mis amigos…se jubilaron en su empresa o puesto de toda la vida y además en la última década con un ritmo bastante llevadero. Sin demasiada presión. Se lo habían ganado desde los veintipocos.
Yo, como mucha gente, a los 50, veo que es muy posible que este mismo año…o el que viene…me vaya a la calle.
Y estoy en una buena empresa, fuerte, llevo 12 año en la misma y 25 en el sector. Pero el modelo es así.
Una operación financiera, una venta, una fusión…y a la calle.
Y con 50 años me voy a encontrar el mercado de trabajo cerrado a cal y canto.
Y con más exigencia, más presión, más ritmo que nunca. Y con 50 eso ya se nota bastante. Más la necesidad de adaptarse a una entrada de la tecnología como elefante en cacharrería, que tiene sus muchas ventajas pero también mucho humo y mucha tontería y mucho listo generando herramientas y APP que sólo sirven para generar horas y horas de trabajo inútil mientas lo esencial espera.
Además creo que ya nuestra generación (ni te digo las siguientes) se ha creado (nos hemos creado) toda una serie de necesidades y ataduras (de nuevo la tecnología) artificiales que nos meten presión añadida y ansiedades estúpidas.
Tenemos más pero vivimos peor.