Los aniversarios de la Constitución española se parecen unos a otros como gotas de agua. En estos ya 43 años nunca han faltado exageraciones celebratorias, sobreactuaciones a la contra y, en el terreno tibio donde este servidor se siente más cómodo, adhesiones o desmarques sin elevar demasiado el tono. Incluso, a veces, con espíritu constructivo por parte de los (valga la casi redundancia) partidarios y de quienes no lo son. Lo que ocurre, es decir, lo que ha venido ocurriendo, es que todas las buenas intenciones chocan con una realidad incontestable: va a ser prácticamente imposible sumar una mayoría suficiente para cambiar un texto que, se mire por donde se mire, se ha quedado bestialmente anticuado. Aunque concedamos la mejor de las intenciones a sus redactores, que es demasiado conceder, su obra no responde a las necesidades de la sociedad actual.
Y ya no hablo solo de lo territorial ni del papel que se otorga a la monarquía o al ejército y las fuerzas de seguridad. Acabamos de ver que ni siquiera sirve para enfrentar una emergencia sanitaria. Mucho menos, si su interpretación se deja en régimen de monopolio a una institución ideologizada hasta la náusea como es el Tribunal Constitucional. Por mucho que se mejorara, al final la llamada Carta magna no dejará de ser un papel sujeto a la última palabra de un grupo de personas que no se ajustarán a la literalidad del articulado sino a su propio credo político. Pero también hemos comprobado recientemente que los dos partidos del gobierno y el principal de la oposición bendicen este modo de funcionar.
Antes se hablaba de la Europa de dos velocidades. Paises que iban a toda mecha y tras ellos el pelotón de los torpes. En términos económicos.
Pues en términos políticos así pasa con el sucedáneo democrático, que con la amenaza de ultras, militares y capitostes del dinero tuvo que redactarse a toda pastilla antes de que los fusiladores, aún con olor a pólvora y a muerte se arrepintieran.
Y con esa antigualla multiusos yo creo que los ciudadanos están satisfechos. Y el que no lo esté, que se joda, eso sí siempre dentro del estado de derecho, la monarquía parlamentaria y la herencia negra del abuelete asesino.
La Constitución en un bodrio, nació anticuado y con tintes franquistas desde el minuto uno.
La sucia elección del Tribunal Constitucional por parte de los 2 partidos del gobierno m´ás de lo mismo.
Medidas como eliminar la No Existente atencion primaria de los ambulatorios vascos por parte del Gobieno Vasco, seguro que sirve para hacer frente a una emergencia sanitara.
¡Joder que país!
Dos cuestiones de mucha enjundia las que planteas. En primer lugar, la ¿necesaria? adecuación o reforma de la actual Inmaculada Constitución española. Pues sí, en algunos extremos, o en muchos, puede que haya quedado obsoleta. Es más, puede que desde un principio fuese inadecuada y objetable. Te lo dice alguien que en 1978 voto que NO, por el lado de EE (¡konstitutzio honi ez!), al texto finalmente aprobado. Y probablemente sea cierto que existe un alto porcentaje de hispanistanis que quisieran su modificación. El problema es que, también probablemente, las objeciones que estos probos ciudadanos ponen a la descendiente de “La Pepa”, puede ser, y probablemente serán, contradictorias. Si tú no estás de acuerdo con el el estado de las autonomías y quieres un estado federal y yo quiero un estado unitario, ninguno estamos de acuerdo con la actual Constitución, pero tampoco estamos de acuerdo entre nosotros y nuestros posicionamientos se anulan. Por otro lado, como en el fútbol, en la grada de un estadio, entre hinchas de un mismo equipo, siempre se estará de acuerdo en que los árbitros están vendidos y siempre pitan en contra de nuestro equipo del alma. En el estadio de enfrente ocurre lo mismo, al revés. Y siempre volvemos a Montesquieu, SEPARACION DE PODERES, precisamente porque los seres humanos somos falibles y venales. Ya sé que es difícil aceptar esto cuando se dan espectáculos tan deprimentes como la última renovación de miembros del Tribunal Constitucional hispanistani. Pero la alternativa es mucho peor. Con estos bueyes hay que arar.
La Constitución no es que estuviera inspirada, es que en gran parte estaba copiada de la Ley Fundamental de Bonn de 1949, aunque aunque se redactó poco después del nazismo, al haber sido éste rotundamente derrotado, fue un texto reactivo ante el nazismo.
No creo que tuviera mucho que ver con el franquismo.
No creo para que nada que fuera un mal texto. Y teniendo en cuenta el momento y el contexto me parece que hicieron a lo muy, pero que muy apañado. Muy válido. Impensable dos años antes.
El problema no ha estado en la Constitución que permite mucho más de lo que se ha hecho. El problema ha venido después, en primer lugar por su sacralización y su uso como dique a cualquier avance y en segundo lugar por su interpretación cicatera y torticera.
Pero en aquel momento era un punto de arranque con muchas posibilidades.
Todos los aniversarios surge el tema de la posible reforma de la Constitución y en todos me pongo a pensar si realmente hay que cambiarla o más bien hay que cumplirla.
Voté que no en 1978. Y mi negativa estaba fundamentada en cuestiones clave como la forma de Estado, el papel asignado a la Corona y al Ejército, la estructura territorial y la falta de derechos de las naciones minorizadas, que no son reconocidos.
Estos temas sí merecen un repaso por ser a mis ojos manifiestamente mejorables, pero realmente hay que admitir que larga y extensa sería la tarea para el seguro fracaso que obtendríamos, si lo intentáramos.
En cambio, cuando leo los demás artículos sobre libertades fundamentales de expresion, manifestación…, la protección a la educación, la igualdad, sanidad, vivienda digna, los derechos de defensa y un tribunal imparcial, etc., se me abren las carnes al contemplar la posibilidad de darle a los mastuerzos que nos gobiernan y nos dictaminan, con toga y puñetas, o sin ellas, la posible reforma de estos artículos. Me viene la tópica invocación a la virgencita.
Recordemos la única reforma que han hecho los correveidiles en tiempos de crisis financiera: El artículo 135, para priorizar el pago a los cuervos tenedores de la deuda antes que las necesidades públicas.
Más vale, creo yo, que nos dediquemos a analizar las posibilidades de cumplirla, y exigirlo con vehemencia, antes de elucubrar cualquier reforma que nos deje no maltrechos sino, lo que es peor, con un palmo de narices.
Recordemos siempre al difunto General Powell: «No deseemos demasiado algo, no vaya a ser que nos lo concedan»
La Constitución como la Prostitución, todos dicen que hay que reformarla pero nadie se mete afondo con el tema. Será que tanto en la una como en la otra hay mucha gente que se encuentra muy a gusto.