Algunos días te regalan estos caramelos informativos. Ha caído una trama que falsificaba y vendía pasaportes covid. Entre sus clientes se cuentan pringadetes antivacunas de aluvión y, según ha trascendido, algún que otro famosuelo. Se cita, por ejemplo, a un tal Omar Montes (muy mencionado de un tiempo a esta parte en mi casa aunque sigo sin ponerle cara) y a una individua conocida como ‘La reina de la coca’, lo que indica que esta no es su mayor falta. Y es aquí donde me asalta la clásica disyuntiva de los curas preconciliares y de mi viejo profesor de latín: ¿Quién tiene más delito, el que peca por la paga o el que paga por pecar? Diría que en este caso, tanto monta, monta tanto. Los listillos emprendedores empatan con sus clientes, célebres o no, en insolidaridad social. También en contribución a la difusión del virus, por lo que espero que a unos y a otros les caiga una temporadita a la sombra y un multón de campeonato.
Con todo, mis peores deseos son para los sanitarios que se prestaron a participar en la tropelía. Porque esto no solo iba de estampitas fotocopiadas o de burdos documentos en pdf para dar el pego. La organización mafiosa disponía de infiltrados que registraban en el sistema las falsas pautas de vacunación. Todo, por alrededor mil euros que, eso sí, debían ser pagados en criptomonedas, lo cual no está al alcance de cualquiera y nos aproxima al perfil de los caraduras. De momento, conocemos un par de nombres o alias de relumbrón. Sería fantástico que tuviéramos pelos y señales del resto de personajes populares (y también de los que no lo son) que han intentado reírse en nuestra cara.