El entrenador del Rayo Vallecano femenino, un tipejo que atiende por Carlos Santiso, sostiene que violar a una mujer en grupo es la mejor manera de estrechar los lazos de una plantilla entre sí y con la afición. La declaración está grabada y se refiere a la agresión sexual múltiple de unos jugadores de la Arandina a una joven de 15 años, que según su vomitiva teoría, sirvió para hacer una piña en el vestuario y la grada del club burgalés. En el vergonzante audio, Santiso animaba a sus entonces pupilos de las categorías —ojo al dato— infantiles del propio Rayo, matizando que, eso sí, la víctima debería ser mayor de edad para, palabras literales, “no meterse en jaris”. Este es el minuto en que tal cagarruta humana sigue en su puesto.
Da qué pensar que esto ocurra en un club que es celebrado por toda la progresía ortodoxa como la repanocha del compromiso y hasta del antifascismo. Para ser justos, hay que subrayar que es rigurosamente cierto que una parte de la afición franjirroja ha manifestado su náusea indecible al ver sus colores manchados por un instigador de violaciones. Por lo demás, no deja de ser terrible comprobar la cantidad de veces que el fútbol ampara estos comportamientos. Tenemos a los que jaleaban en el Sánchez Pizjuán a José Ángel Prenda, líder de la manada de Sanfermines, o a quienes llamaban puta en el Benito Villamarín a la mujer que denunció por maltrato al delantero Rubén Castro. Y más vergonzosamente cerca, hemos visto cómo Sergio Enrich recibía tratamiento de héroe en Ipurua, cuando había grabado sin consentimiento y difundido un vídeo sexual que arruinó la vida de una mujer. Cuantísimo asco.
Y el presidente del Club confirmando en el puesto a Santiso.
Y la FEF sin entrar en el asunto.
Y la fiscalía sin actuar de oficio.
Si el fútbol sirve de reducto para neonazis es normal que acoja también a maltratadores, violadores, pedófilos y demás habitantes de las letrinas y a los cobardes que les amparan y aplauden.Al final la afición de un equipo representa más o menos a la sociedad de esa ciudad y como parte minoritaria de ella a los cretinos. Otra cosa es qué medidas se tomen para «emmerder» a tal escoria. Y en Sevilla más bien ninguna.
Un pequeño matiz.
Dejando claro que me parece denigrante el audio y el personaje, pienso que debemos ser más rigurosos a la hora de transcribir las noticias.
El audio lo manda a su staff técnico, no a sus jugadores infantiles.
Esta mal si envía tanto a unos como a otros, pero peor si se envía a unos menores, que no es el caso.
Le leo habitualmente y generalmente estoy de acuerdo con lo que escribe. En este caso me decepciona un poco la falta de rigurosidad, aunque reconozco que lo importante es denunciar estos casos.
Creo que lo que está mal, está mal ya sea en el fútbol o en otros temas. Por eso, semejantes afirmaciones del entrenador del Rayo femenino, están mal, muy mal, independientemente de a quien o quienes están dirigidas. Luego pueden darse circunstancias que aumentan la gravedad de los hechos. Y en este caso, lo es, si tenémos en cuenta que también ha entrenado o entrena a equipos infantiles. Y es que el deporte infantil, no deja de ser una prolongación de la Escuela, una actividad, un espacio y un momento para completar la Educación integral de los menores. Y con personas como el protagonista de esta historia, se corre el riesgo de que no sea nada de eso, sino más bien todo lo contrario.
Por eso me permito dar un consejo a los padres: de la misma forma y con el mismo cuidado con que se elige el Centro Escolar al que mandan a sus hijos, hay que elegir con quien, a dónde, y para qué se les lleva a hacer deporte. Porque el deporte en muy «sano», pero tiene sus riesgos cuando en el Deporte está ausente la Educación.