Ni el Madrí ni la mayoría de sus mercenarios megamillonetis despiertan en mi la menor simpatía. Más bien al contrario: aunque va contra mis propias prédicas sobre la tolerancia y el buen rollo, deploro visceralmente casi todo lo que representa el merenguismo centralista obligatorio con que nos abucharan desayuno, comida, merienda y cena desde los medios del foro. Se salvan de mi inquina los miles de seguidores que lo son porque les sale del alma y algún verso suelto de la plantilla. Bueno, en este caso, se salvaban, porque las dos excepciones han sido convenientemente laminadas de un tiempo acá. Primero le dieron la patada a un señor llamado Carlo Ancelotti, y tras culminar una humillación modelo Merkel sobre Tsipras, se ha conseguido que Iker Casillas, objeto de estas líneas, huyera reptando por la puerta de atrás de la casa blanca.
A ver, entiéndanme. Me cuesta conmoverme ante las lágrimas de un tipo que tiene pasta para seis o siete vidas; ojalá fueran todas las desgracias como esa. Pero no puedo evitar sentir una puntita de solidaridad con el héroe pisoteado por los mismos que anteayer lo aclamaban. Este episodio es el retrato del Real Madrid en particular y del fútbol moderno en general. También, siento escribirlo, de nuestros equipos, supuestamente regidos por otras filosofías. Los afectos de las hinchadas son volátiles como el neón que ilumina los nombres de los ídolos. Las ovaciones a todo pulmón se tornan en crueles pitadas, y en el mismo viaje, la admiración eterna se vuelve frío desprecio, cuando no odio. Y para más recochineo, cuando anuncias que te vas, te ofrecen un homenaje.
Pues sí. Con Guerrero el Athletic se portó regular.
Una sociedad que destina la inmensidad de recursos que destina a retribuir a figuras del espectáculo y engordar el globo especulativo sobre derechos de retrasmisión y terrenos urbanos, y es incapaz de fichar a primeras figuras de la ciencia, la economía, la ingeniería para mejorar su bienestar, es una sociedad enferma, o peor, equivocada.
Que en la liga española estén figuras como Messi, Neymar, Cristiano, Bale, y que se retribuya con cantidades similares a los Sergio Ramos, Casillas, Iniesta… (también Guerrero, Javi Martinez, Muniain,.. ), y no puedan estar en el mundo de las Universidades o Fundaciones economistas como Krugman, Stiglitz, Card, Krueger, o fisiólogos como Gurdon o Yamanaka, u otros, indica un desarreglo en las preocupaciones de los políticos y las prioridades de la gente muy preocupante.
Yo, que soy futbolero, pero también -y antes- ciudadano siento cierto vértigo y decepción.
Comparto el sentido de su artículo, señor Vizcaíno, pero como en todo, la cosa tiene su reverso. ¡Cuántas veces hemos visto a jugadores que exhibían su amor incondicional por un club tomaron las de Villadiego en cuanto vieron un contrato con cifras más grandes!