Puesto que me lo dijo el sabio Jesús González Mateos, director de Aquí Europa, yo no tengo ninguna duda de que el acuerdo para la recuperación alcanzado en la interminable cumbre de Bruselas es una gran noticia. Lo aplaudo, por tanto, aunque a renglón seguido no puedo evitar que me entre la risa tonta al ver otras ruidosas celebraciones. Sin ir más lejos, la del presidente del gobierno español y, con doble subrayado, la de su segundo de a bordo en el ejecutivo bicolor, el doctor Iglesias Turrión. Por más aleluyas que lacen, ambos, y especialmente el residente en Galapagar, deben saber que lo firmado implica que muchas de sus pomposas promesas quedan en papel mojado.
La primera, la tantísimas veces anunciada derogación de la Reforma laboral de Rajoy. Como se les ocurra tocarle un pelo a la norma que sigue rigiendo las cosas del currele, los supertacañones europeos —ahora llamados frugales— accionarán el freno de emergencia, y campana y se acabó la pasta fresca. Cabe aquí un guiño doble con codazo a la formación política de este terruño que hace unas semanas compró la torre Eiffel, digo la fumigación de la malhadada ley, a cambio de ya no me acuerdo qué prórroga del estado de alarma.
Lo siguiente será que los presupuestos no contendrán ni media alegría demagógica. Va a estar entretenido el asunto.