La ya celebérrima patraña de Évole sobre el 23-F es una broma escolar al lado de otras que nos cuelan —vale, yo también me acuso— a diario sin provocar el menor revuelo ni despertar sospecha alguna. Las encuestas, por ejemplo. Fíjense qué prodigio: la de Metroscopia para El País sostiene que Pérez Rubalcaba ganó por poco el Debate sobre el estado de la nación, mientras que la de Sigma Dos para El Mundo proclama que el vencedor, también por poco, fue Rajoy. Fuera de concurso, la del chiringo NC Report para La Razón, que cacarea que Mariano no solo apalizó al Rasputín de Solares, sino que consiguió encandilar —les juro que es la palabra que utilizan— a la concurrencia.
Todo esto que les cuento va tal cual a los titulares correspondientes con marchamo de verdad verdadera, y ya pueden ustedes dejarse los ojos entre la letra pequeña, que no encontrarán una nota al pie aclarándoles que les han tomado el pelo. Lo más aproximado a eso es una apostilla que deja caer el redactor de la pieza de El País. Los resultados se han obtenido, nos dice, tras consultar telefónicamente a quinientas personas que “no necesariamente vieron el debate, sino que se guían por comentarios de personas en quienes confían o las informaciones de los medios”. Vamos, una credibilidad de tres pares de narices.
Les he revelado la parte más evidente del timo. Hay una segunda que solo se detecta con el microscopio. Aunque pueda parecer que la intención de estos sondeos es arrimar el ascua a la sardina predilecta, hay otro objetivo no menos perverso: alimentar la martingala de que la política es cosa de dos. Y ahí traga todo quisque.