Enorme contrariedad, resulta que el Cupo vasco no es constitucional. Lo dice nada menos que en el periódico global en español, me cachis en la mar, una eminencia del Derecho, a ver quién es el cuñao que le replica a su ilustrísima. Qué más querían, ¿verdad?, tiñosillos, bronquistas y, en general, pescadores de río territorial revuelto, que desde la mismísima privilegiada e insolidaria Vasconia apareciera un cátedro con quinquenios a darles la razón en sus ataques furibundos a la peculiaridad fiscal. Hasta a algunos de los partidarios les he visto hiperventilando ante el mensaje del erudito. Fuera de concurso, los entreverados que, haciéndose los perspicaces, señalan: “Ojo, que no dice Concierto, sino Cupo”.
La cosa es que puede decir misa. Conocemos lo suficiente el paño como para no morder semejante anzuelo. Para empezar, ustedes y yo sabemos que hay, como poco, seis docenas de juristas tan expertos o más que el que nos ocupa, que les dirían justo lo contrario y se lo argumentarían con idéntica contundencia. Nada es constitucional o inconstitucional, todo es según el color del cristal de la lupa ideológica con que se escudriña lo que sea. Hasta en el Tribunal encargado específicamente de la cosa encontrarán magistrados que emiten conclusiones como la noche y el día respecto al mismo hecho.
Así que menos hacer como que nos caemos del guindo. ¿Que la negociación del Cupo es pelín abstrusa? Nadie lo niega. ¿Que lo político se impone a lo técnico? ¡Toma, claro! Exactamente igual que ocurre con la exposición de la luminaria en cuestión, que es puramente política aunque se embadurne de barniz jurídico.