Sólo hay algo peor que un incompetente con carné: un incompetente sin carné. Por algún extraño síndrome, los presuntos independientes captados para cualquier secta gobernante acaban siendo más hooligans de las siglas en que no militan que el más furibundo de los aparateros. Mi teoría es que buscan compensar una ineptitud cada vez más clamorosa —incluso para quien les regaló la cartera— exagerando la nota de su adhesión hasta convertirla en ceguera. El torpón a secas que fue reclutado se transforma en un zote adicto a la causa..
La Nueva Lakua en creciente numantinización es el ejemplo canónico de esta letal combinación de impericia innata con forofismo sobrevenido. Se libra, y únicamente porque ha permanecido en la clandestinidad desde que fue nombrado, el consejero Unda, al que hay que buscar en google para recordar que su nombre de pila es Bernabé y que el departamento en que se oculta es el de Industria. Los otros no paganos de cuotas no han sido tan hábiles en el escaqueo. A ver quién esconde el destrozo que ha hecho Bengoa en la sanidad vasca o la escabechina de Blanca Urgell en la cultura en general y en los medios de comunicación públicos en particular, con la ayuda en este caso de otro supuesto no alineado que atiende por Alberto Surio.
Cierto, me dejo uno, que en realidad es el que ha dado pie a esta columna porque es un ejemplar de incapaz entusiasta de laboratorio. Si los anteriores venían precedidos de media migaja de pedigrí, Carlos Aguirre llegó totalmente exento de hechos relevantes y como quinta o sexta opción para su puesto. Además de por pifiar escandalosamente una tras otra cada previsión, su paso por Economía se recordará por haber tomado una deuda de 492 millones de euros y elevarla (de momento) hasta los 6.798 millones. Y tiene el cuajo de afirmar que “este Gobierno gestiona mejor que cualquiera de los anteriores”. La mediocridad es una forma de fanatismo.