Me ha resultado muy sugestivo ver frente a frente en la edición digital de un periódico -adivinen cuál- la última hora del cretino ese que anda quemando el Corán y la noticia del nuevo tuneo del mapa del tiempo de ETB. ¡Calma! Todavía no he desarrollado lo suficiente el gen demagógico como para poner lo uno y lo otro en el mismo estadío de la imbecilidad y las ganas de tocar el napiamen, pero sí detecto algo en común: por medio están los símbolos, los puñeteros símbolos. Que arríe la primera bandera el que esté libre del pecado de la iconofilia.
Según nos cuenta Rosana Lakunza, estajanovista recapituladora de la época suriana de Txorilandia, con éste, ya van tres liftings en el año y poco que ha pasado desde que la Transversalidad (¡Cuántos crímenes se han cometido en tu nombre!) asentó sus reales en el rancho grande. Si se mantiene esta imprensionante media de customizaciones, para cuando acabe la legislatura, cabrá todo el mar de los Sargazos entre Irun y Hendaia, y el agujero de la capa de ozono será broma al lado del que pinten entre Irurtzun y Andoain. ¡Con lo que costó hacer la dichosa autovía! Y a ver qué zoom maravilloso se sacan de la sobaquera para mostrar todo eso, porque se antoja insuperable lo del barrido que parte de la piel de toro y desemboca en el terruño de nuestros pecados para que quede claro que sólo somos una de las muñequitas menores de la gran matrioska española. Qué pereza.
Cuestión de estética, ¿no?
Ardo en deseos de escuchar la explicación que ofrecerá el Director General a la más que probable interpelación parlamentaria del inasequible al desaliento Luke Uribe-Etxebarria. Apuesto que dirá que sólo es una cuestión estética, que la infografía anterior no combinaba bien con los visillos del plató. Convenientemente arrinconado, tal vez admita que si las sensibilidades esto, las sensibilidades lo otro. De puertas adentro -esta pregunta me la sé, profe-, los que tienen que poner su cara y su voz junto a la nueva realidad cartografiada volverán a escuchar la dulce milonga del respeto institucional. Vamos, que no hay que cabrear a Sanz. Como si hubieran servido de mucho las toneladas de “Pamplonas” bien silabeadas que se le han regalado al de Corella. ¿Y esas licencias para la TDT que nos iban a dar a cambio?
Lo chistoso es que a casi todos los que van a hacer rular la consigna el mapa les da igual. Y a la inmensa mayoría de los socialistas vascos, ídem de lienzo. ¿Cuál es, entonces, la mano que mece el tiralíneas? “Cien gaviotas dónde irán”, cantaban los Duncan Dhu.