“Maduro está loco como una cabra”. Antes de que los fanboys y fangirls del bolivarianismo cañí que no estén al tanto empiecen a supurar bilis hirviente, aclaro que la invectiva no es mía. Es más, no soy nada partidario de utilizar la locura para descalificar a alguien. Pero como ha demostrado otras veces, el expresidente de Uruguay, José Mujica, no se anda con esas menudencias, y exactamente esa es la expresión con la que se ha referido al primer mandatario de Venezuela, bien es cierto que anteponiendo que le tiene “un gran respeto”.
¿Algún voluntario para afearle la conducta a alguien con la trayectoria vital y los hechos acreditados de Mujica? A la espera de que lleguen, anoto mi gratitud por decir, siendo quien es y estando fuera de toda sospecha de agente contrarrevolucionario, lo que a cualquiera con medio gramo de espíritu crítico le salta a la vista. Y añado como argumento de autoridad que también vale un Potosí, siquiera por lo infrecuente, las palabras del número tres de Podemos, Pablo Echenique: “Maduro está haciendo lo mismo que hace el señor Mariano Rajoy, que es hablar de otro país para no hablar del suyo”.
Iba siendo hora de que saltaran las anteojeras en la izquierda. Claro que me temo que este par de golondrinas no harán verano. Verán las bofetadas que me caerán por estas líneas. Por alguna razón que se me escapa, el progresí medio muestra respecto al personaje y sus ocurrencias —a veces sangrientas— una actitud de defensa a ultranza. Que muchos de sus opositores, especialmente los de primera línea, sean una manga de tipejos con mucho peligro no debería impedir ver lo evidente.