Nunca le había prestado mayor atención a Erwin, el txirrindulari naturista (o viceversa) que se paseaba Donostia arriba, Donostia abajo, para escándalo de unos, curiosidad de otros y, supongo, indiferencia de quienes ya no se sorprenden por nada o no están para gastar retina en la contemplación de un cuerpo poco serrano que pedalea en bolas. Como me sé los rudimientos de mi oficio, comprendía que fuera noticia, primero como elemento extravagante del paisaje y, cuando entraron en juego los probos ciudadanos que lo fueron denunciando, como perseguido abanderado de la libertad indumentaria frente a la moral pacata que seguimos gastando por aquí arriba. Ni en calidad de lo uno ni en calidad de lo otro me parecía algo a lo que dedicarle más de dos párrafos -con foto, qué remedio- y un enarcamiento de ceja. Hasta ahora.
Sí, hasta ahora que al desventurado ciclista a pelo le ha caído un año de cárcel por lo que un togado de la Audiencia de Gipuzkoa considera un delito de exhibicionismo, con agravantes que veremos después. ¿Mucho o poco? Pues, según. Si nos fíamos del simpático retrato que han hecho los medios del tal Erwin, como un tipo un tanto peculiar al que le daba por ir sin ropa como a otros les da por teñirse el pelo de verde, da la impresión de que la sentencia es una atrocidad dictada por un puritano feroz con el calendario parado. Ahora, si son medio ciertos los hechos que el auto considera probados, la condena ha sido un precio de amigo. Es evidente que algo no concuerda.
Los “hechos”
Negro sobre blanco dice el texto que un día de mayo de 2009 Erwin apareció desnudo en la Plaza de la Constitución, “adoptando posturas en las que exhibía sus genitales ante unos 25 niños y niñas de edades comprendidas entre los siete y los diez años”. Les he puesto el punto seguido para que tomen aire antes de seguir leyendo que, según el magistrado, el acusado obró así de forma “indudablemente consciente, con ánimo libidinoso y con propósito de escandalizar, siendo indiferente que los órganos mostrados estuvieran excitados o no”.
Lo que se describe parece demasiado grave para saldarlo con un año de cárcel, teniendo en cuenta que, además, parte de la condena se motiva también en la resistencia a la policía municipal que opuso el protagonista de los hechos. Que ha patinado el juez, o por defecto o por exceso, es lo poco que me queda claro. O ha sido demasiado blando con un delincuente sexual o, algo imperdonable, ha estigmatizado como tal a un pobre tipo al que le gusta pasear en bici sin ropa.