Un lamento estremecedor atraviesa de norte a sur y de este a oeste las montañas y los desiertos lejanos de los que un día farfulló José María Aznar. Ha salido de la garganta desgarrada de Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado gran baranda de musulmanidad a título de califa. El matarife en cap del ISIS no cabe en sí de rabia, dolor, frustración y zozobra. Ahora sí que sabe que está jodido. A su brutal maquinaria de la muerte no le queda ni un cuarto de hora. Un heraldo, imaginamos que convenientemente apiolado por cenizo, ha traído la pésima nueva: en la infiel Al Andalus se acaba de ampliar el pacto antiyihadista, aterrador documento.
Si a Abu Bakr primero —les juro que se hace llamar así— ya le costaba conciliar el sueño desde que los generales de cruzados Mariano Rajoy Brey y Pedro Sánchez Pérez-Castejón rubricaron el texto original, en lo sucesivo la cosa se le pone en sánscrito. Alá, que también debe de escribir en renglones torcidos, ha dispuesto que a la amenazadora entente se sumen siete fuerzas de la cristiandad cañí, a cada cual más temible. Que una cosa es hacer frente a los cazas yankis, a los de Putin o a los del encabronado Hollande, pero a ver quién es el guapo, por muy califa que sea, que le planta cara a los nuevos firmantes. Oigan, que es que estamos hablando de Ciudadanos y su líder figurín (y más cosas, según insinuaba el otro día Monedero), pero también de referentes universales del acojono como Foro Asturias, Partido Aragonesista, Coalición Canaria, o las a punto de descomposición Unió y UPyD, sin olvidar la UPN del navarrísimo Esparza. Califa, ríndete, te tenemos rodeado.