En el último Sociómetro hay un dato que contiene la clave para interpretar casi todos los demás. Es decir, que la contendría si estuviéramos dispuestos a aceptar la realidad más o menos como es y no como queremos que sea. Lo apunto porque aún estamos a tiempo de bajarnos de la nube y volver a pisar la tierra. La cuestión es que apenas cuatro de cada diez encuestados han oído hablar del Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco. Aguarden, que la cosa empeora: entre esa minoría, solo el ocho por ciento asegura que lo conoce muy bien, mientras que un raquítico 24 por ciento dice conocerlo bastante, signifique eso lo que signifique.
Tengan en cuenta que no estamos hablando de un detalle menor o de un asunto semiclandestino. Desde que se remitió al Parlamento en junio del año pasado, los medios de comunicación de este trocito del mapa hemos dado un tabarrón considerable sobre ese Plan. Le hemos dedicado un sinfín de aperturas informativas y ríos de tinta o saliva en los espacios de opinión. Quien hubiera tenido el mínimo interés estaría, no digo al cabo de la calle, pero sí al corriente. Y ya ven que no. Pregunten a las mismas personas si les suena la niña Iraila o, por citar algo menos dramático, si han visto las imágenes de la perra descontrolada en la playa de La Kontxa.
Saquen las conclusiones ustedes mismos. La de este servidor es que, aunque la realización técnica del estudio haya sido perfecta, buena parte de lo que se desgrana en las 154 páginas del Sociómetro queda en cuarentena. Lo mismo sostengo de todos los titulares de conveniencia que hemos extraído. Otra cosa es que prefiramos no verlo.