El pronóstico anuncia lluvias para hoy en Tordesillas. Por desgracia, parece que no en la cantidad suficiente que obligue a suspender esa siniestra atrocidad llamada el Toro de la Vega. Así que, siguiendo la letanía clásica de los espectáculos, el tiempo no va a impedir la matanza, y un año más, la autoridad la va a permitir. ¿Autoridad? Debemos hablar en plural, pues son varias las implicadas en esta carnicería inhumana que se viene repitiendo, como poco, desde 1534. Si la que directamente la consiente e incluso promueve es la municipal, las otras —provincial, autonómica, estatal y europea— no se libran, en el mejor de los casos, de la complicidad por omisión. Y tampoco hay que dejar de señalar a los conmilitones políticos de la piara de desalmados que regenta la localidad vallisoletana. Importa una higa que Pedro Sánchez prometa difusamente una futura ley para prohibir la villanía, si no empieza por algo tan básico como ordenar la expulsión del PSOE del alcalde, un tipejo que atiende por José Antonio González Poncela, y de los demás zurullos con nariz y ojos que mangonean en el equipo de gobierno.
No, no rebajo ni un cuarto de diapasón los calificativos. De hecho, los extiendo a todos los individuos, con o sin mando en plaza, locales o foráneos, que en nombre de la tradición defienden el acoso y tortura hasta la muerte de un animal. Rompesuelas es el nombre de la víctima de este año. Pena que, en medio del martirio, los 640 kilos del morlaco no se revuelvan y alguno de los sádicos matarifes que lo estarán alanceando se lleve a casa un buen costurón. Un gramo de justicia, siquiera poética.