Los eurofavores de Pablo Zalba

Otro más. Después de lo de la socialista Eider Gardiazabal, apañadora de eurodietas inmorales pero legales (o viceversa), un sputnik orbitado por el PP en el marcroparlamento de las maravillas ha conseguido su cuarto de hora de fama. Dudosa fama, se diría, aunque tampoco se le ve especialmente afectado al tal Pablo Zalba Bidegain, que con la arrogancia que parece venir de serie en los culiparlantes pillados en renuncio, ha espetado que ha hecho lo que hace todo el mundo. Gran retrato de la institución de la banderita azul.

Hace tres semanas nos enteramos de que sus euroseñorías tenían la costumbre de arramplar viáticos que no les correspondían y ahora nos cuentan que otra de sus especialidades es vender leyes hechas a medida de quien pueda apoquinar el precio, en este caso, un curro remunerado con cien mil euros anuales. Es difícil decidir qué da más grima, si que se saquen un sobresueldo por encima del pastucio que les pagan oficialmente o que lo hagan ciscándose en la buena intención de quienes votaron la lista que contenía sus nombres. En realidad, casi es peor que lo uno y lo otro ocurra no ya con la disculpa, sino con el respaldo inquebrantable de unas siglas que dan lecciones de democracia y dignidad.

Un ego atómico

De nada sirve que esté grabado y que cualquiera con estómago haya escuchado a Zalba jactarse de ser capaz de cambiar cualquier informe que prepare la cámara. No parece siquiera haber causado gran escándalo comprobar que no iba de farol. Lo que le dictó el contacto que luego resultó ser un cebo es palabra por palabra la enmienda que el aprendiz de brujo navarro presentó y sacó adelante. Él mismo se lo hizo notar con petulancia a la periodista que le tendió la celada cuando aún no sabía que había caído en ella como el pardillo soberbio, codicioso y cosas peores que ha demostrado ser. Para nota, su justificación: “Es que la chica era muy guapa”.

Sólo por esa machirulada merecía que no le dejaran acercarse a doscientos kilómetros de ningún escaño. Pero todo apunta a que el bochornoso episodio se va a quedar, como lo de la socialista vasca Gardiazabal, en otra noticia de usar y tirar. Los versionadores oficiales, de hecho, ya la están maquillando para que quede en las hemerotecas como una perversa emboscada de un periódico sensacionalista euroescéptico. El Sunday Times, propiedad de Ruper Murdoch -patrón de Aznar, por cierto-, es, efectivamente, un tabloide amarillo. Debería darnos todavía más vergüenza que no sea la supuesta prensa seria la que se ocupe de estos enjuagues.