Eurodiputados de primera clase

Esta vez no podrán decir sus selectas señorías europeas que se trata de una campaña orquestada por los malvados hijos de la Gran Bretaña que no tienen ley a las sagradas instituciones comunes. Han sido ellos y ellas con sus deditos quienes han tirado una propuesta que pretendía congelarles el sueldo y -hasta ahí podíamos llegar- que viajasen en turista en lugar de en First Class. Confiaban, seguramente, en que como ocurre con 199 de cada doscientos asuntos, asuntazos y asuntillos sobre los que votan, nadie iba a llegar a enterarse. Pero alguien se fue con el cuento a Twitter, penúltimo reducto del derecho al pataleo que nos queda, y en lo que se tarda en teclear 140 caracteres, internet se convirtió en un clamor bajo la etiqueta #eurodiputadoscaraduras.

Ataque de histeria”, según UPyD

Como no estamos ni en Túnez ni en Egipto, lo habitual cuando estalla una torrentera de indignación así en las redes sociales es que el desfogue vaya perdiendo intensidad hasta extinguirse o ser relevado por la siguiente cuestión candente que caiga del cielo. A saber por qué -a lo mejor es que ya hemos pasado el castaño oscuro en materia de hartazgo-, en esta ocasión el personal se mantuvo durante horas poniendo a caldo a los parlamentarios europeos en particular y, por elevación, a toda la clase política en general. Ayudó bastante al encocoramiento general que el cofundador de UpyD, Carlos Martínez Gorriarán, saliera en apoyo del conmilitón que había votado en Estrasburgo por la preservación de los privilegios al grito de “Esto es un ataque de histeria progre colectiva”. Anoten la frase para cuando les venga Rosa Díez a pedir un euro por ir a verla a un mitin.

A partir de ahí, ardió Troya y tuvieron que salir a escena los bomberos de las ejecutivas de los partidos que habían quedado retratados como cofradías de marajás. Cómo sería el apuro que llevaban, que, contra costumbre, cortaron por lo sano desautorizando a sus representantes en Bruselas y Estrasburgo y ordenándoles que cambiaran su voto. Sí, por lo visto, eso se puede hacer; democracia reversible, se debe de llamar el invento. Eso sí, la marcha atrás anunciada parece que es sólo para la cosa de los billetes, que es la que ha causado gresca. Lo de congelar los sueldos queda exento.

Quedan para la antología de las tomaduras de pelo las justificaciones de los obligados a rectificar. Desde “no nos dimos cuenta de lo que se planteaba” hasta “creíamos que era una cosa no vinculante”, pasando por “fue un error de gestión de la directriz del voto”. Sí, seguro que fue eso.