Anatomía de una violación colectiva

Actualidad_140249390_9885320_1706x1280

EL FOCO

Onda Vasca

22 de septiembre 2016

Ocurrió el 7 de julio, San Fermín, en Iruña. Al albur de las fiestas, la noche y el alcohol, cinco jóvenes andaluces violaron a una joven. Según la investigación, el grupo de los cinco obligaron a la mujer a entrar en un portal y allí, uno a uno, consumaron la salvajada. Los responsables llegaron a grabar vídeos de su hazaña. Y desde entonces, tras la detención de los presuntos culpables, estamos asistiendo a la escenificación de la defensa de los violadores a cualquier precio.

Nadie duda de que todas las personas tienen derecho a la defensa ante la justicia; pero ésta tiene sus límites en la dignidad de la víctima. Y en el respeto a cierta ética. No estamos en una de esas películas americanas de tribunales, donde los abogados defensores y los fiscales dirimen la suerte de la acusación y de la víctima a base de triquiñuelas y de mentiras, como una intriga, como una disputa de habilidades dialécticas. Esto es un hecho real y hay mucho en juego.

Los abogados defensores han declarado que un vídeo grabado por uno de los detenidos podría desmontar la acusación y demostrarse que la mujer consintió mantener relaciones con los cinco hombres simultáneamente. Y aquí está la cuestión: ¿Alguien puede creer que una mujer puede libremente aceptar mantener relaciones sexuales con cinco hombres y en la sordidez de un portal de un edificio? ¿Alguien lo cree de verdad?

Alguien podría responder diciendo que en una situación de inconsciencia por consumo excesivo de alcohol podría ser veraz el consentimiento de la mujer. Y pregunto: ¿No es violación que cinco hombres, en grupo, hagan uso de su poder de superioridad sobre una mujer ebria? Esa joven no era libre y de eso se aprevecharon esos canallas. ¿Qué clase de hombres aprovecharían la circunstancia para obtener de una mujer lo que, en conciencia, la mujer no donaría? ¿Qué clase de hombres aprovecharían su mayoría para forzar a una joven en ese estado? Solo por esto, el suceso es un claro delito de violación. Algunos hombres solo llegan a ser machos cuando fuerzan a una mujer en grupo y con la conciencia de ella inhibida por la bebida. ¡Qué grandes y soberbios ejemplares del género masculino!

Esto no es un tribunal. No estamos haciendo de jueces, ni de fiscales. Eso lo harán los tribunales correspondientes en su momento. No vamos a interferir no hacer juicios paralelos. Pero nos cabe el derecho del reproche humano, como seres humanos civilizados que conviven bajo ciertas normas de respeto y con unos derechos inalienables. El juicio social de las acciones éticamente punibles pertenece a las sociedades democráticas y es un derecho que no se vincula a los tribunales, pero que nace de la conciencia de seres civilizados que, con la información veraz de los hechos y sobre la base de unos valores absolutos e irrenunciables, toma partido por las víctimas de las acciones violentas o abusivas de otros. Es, por así decirlo, una acción defensiva y también preventiva de nuestra condición de seres humanos dignos.

Uno de los acusados ha declarado al juez: «Ella dijo que podía con dos, con cinco o lo que hiciera falta«. Fijaos bien lo que dice. Este hombre toma la frase supuestamente dicha por ella para justificarse. Una bravata, o una tontería dicha en un momento dado y en su contexto de cachondeo, equivalían para este hombre y sus compañeros de juerga como derecho al asalto sexual.

Este mismo hombre ha relatado también: «La conversación se fue calentando y le dije que no estaba con un sevillano normal, yo soy cinturón negro comiendo coños», le dijo el acusado, a lo que ella respondió «que las cosas habría que demostrarlas». De nuevo aquí se aprecia cómo el derecho a la libertad sexual queda abolido por una par de tonterías dichas en un entorno festivo de excesos verbales y gestos que no soslayan el derecho superior a ser respetada.

Para colmo, este hombre ha declarado que «en ningún momento la hicimos sentir mal, no sabemos si la sentó mal la forma que casi no nos despedimos, pero ese gesto lo estamos pagando con creces». Pero, ¿cómo se puede denigrar a la víctima de esta manera? Cinco hombres al asalto sexual y dice este joven que no la hicieron “sentir mal”. Es insultante y denota la catadura moral de los acusados y hasta qué punto estos hombres tienen interiorizado que el flirteo equivale a un explícito derecho al asalto sexual colectivo. ¡Los derechos no prescriben por una o dos tonterías dichas! Y esto lo sabemos por el juego habitual de las relaciones entre mujeres y hombres en los ámbitos festivos!

Y más aún. Unos amigos de los acusados han subido un peldaño más el arte de la justificación de la fechoría, al decir que sus cinco amigos “eran muy simpáticos, que ligaban mucho y que no tenían necesidad de violar a nadie». Hombre, eso sí que tiene gracias. Solo le ha faltado decir que le han hecho un favor a la mujer violada. Este tipo de argumentarios hunde sus raíces en la peor cultura machista, que se cree superior en su brutalidad a los derechos de las mujeres.

La defensa de los violados se ceba en la víctima, al argumentar que “existen demasiadas contradicciones”. Oiga, usted señor abogado. ¿Cree que una mujer que ha sido forzada por cinco hombres a turnos puede hacer un relato con toda coherencia en su estado de shock? Lo normal es que algunas cosas quizás no encajen. Pero los testigos, la declaración de la víctima y los forenses apuntan, inequívocamente, a una violación en toda regla, sin ninguna duda.

Quiero apuntar otro factor: las denostadas cámaras. Esas cámaras que están por todas partes y de las que nos quejamos porque nos ven por la calle y nos roban nuestra intimidad, incluso cuando nos rascamos el culo, esas cámaras son el principal apoyo de la víctima y lo que más puede hacer para condenar a los violadores. La víctima describió ante la Policía a los asaltantes y gracias a las cámaras situadas en el recorrido del encierro se pudo localizar a los ahora detenidos.

También los teléfonos móviles han aportado lo suyo. En una grabación de los propios acusados se puede apreciar cómo éstos se reían de la víctima y se animaban y jaleaban entre sí esperando y reclamando turno. Porque claro, ¿qué es una hazaña sexual si no lo cuentas a tus amigos? Porque esta es la forma de entender a las mujeres por parte de este tipo de hombres: la mujer como un trofeo de caza, motivo de orgullo y hombría. No la llegaron a pegar, menos mal. ¡Qué falta hacía entre cinco! Bastó con sujetarla por las caderas y por los hombros, mientras comenzaba el turno salvaje de la violación.

Algo habrá que aprender de este suceso trágico. Nos conmovemos por la víctima, pero con la misma intensidad debemos requerir el más justo de los castigos para los culpables, a la vez que se desmonten los argumentos y las actitudes que, de una u otra manera, favorecen las violaciones: el dominio que algunos hombres creen tener sobre las mujeres y la degradación sexual en el ámbito festivo. Hay límites. También límites en la defensa de los culpables que intentan convertir a la mujer violada en la responsable de su propia tragedia. No sé qué es peor: si la violación sexual o la violación moral de la víctima.

Hasta el próximo jueves.

firma

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *