
HISTORIAS DEL SEGUNDO CONFINAMIENTO
Nº4 – 4 noviembre 2020
– Hola, memoria. ¿Cómo estás?
– Un poco cargada. A veces, me gustaría hacerme un reseteo y empezar de nuevo. Estoy harta.
– Ya sabes lo que te digo siempre, memoria mía. Lo mejor que haces es olvidar, porque sabes bien qué historias no deben conservarse.
Esta mañana hemos hablado un rato, uno de esos diálo-gos que entablamos en el viejo archivo. Discrepamos sobre el mejor uso de cuanto, demasiado, guarda en el almacén. Nunca llegamos a un acuerdo, a pesar de mi insistencia en llamar al camión de la basura y dejar espacio a las nuevas experiencias.
Mi memoria se enfada mucho cuando escucha lo que se dice sobre la narrativa de la violencia en Euskadi.
– ¡La memoria no es culpable ni resuelve nada del pasado ni mucho menos el futuro, por favor!
Tiene razón. Entre los historiadores de partido, los políticos con sentimiento de culpa y los medios que se entretienen con las disputas, la memoria, tanto la per-sonal como la colectiva, se ha convertido en el muñeco del pimpampum. Todos la quieren para sí una memoria auténtica, como si esta no fuera diversa y movible.
El Gobierno Vasco, a través del Instituto Gogora, ha lanzado su mensaje para la celebración este año del Día de la Memoria, en honor y recuerdo de todas las víctimas. Es este martes, 10 de noviembre. Y mi memoria se apresura a precisar:
– ¡O todas o ninguna!
– Eso mismo dice Gogora, con toda razón.
Claro que sí. todas las víctimas de la violencia y la intole-rancia son iguales en dignidad y respeto. Y en la discriminación entre ellas se han afanado los que han practicado o defendido el terrorismo revolucionario o de Estado. Solo hay que ver de qué manera ensalza la izquierda abertzale a sus muertos y presos, a los que tiene por héroes, y de qué modo cubren de olvido sus fechorías los responsables políticos del GAL, la Guardia Civil y otros cuerpos de policía. Son igualmente sectarios. Y ambos lados tienen ganas de olvidar malamente.
A mi memoria y a mí no nos ha gustado el mensaje del Día de la Memoria. Dice: “Mirar hacia atrás para seguir adelante”, “Atzera begiratu aurrera jarraitzeko”.
– Entiendo su sentido, pero se han equivocado en la formulación del mensaje.
– ¿Y cómo lo dirías?
– Al revés. “Seguir hacia adelante, sin dejar de mirar atrás”.
– El orden de los factores altera el producto.
– La única manera de transitar hacia al futuro es mirando adelante o de lo contrario nos estrellamos y entramos en bucle. Tener la vista puesta en el presente y el futuro no impide la necesidad de mirar también hacia atrás. Es como cuando viajas en coche. Pones la vista y tu atención en el camino que tienes adelante, pero miras de vez cuando por el retrovisor. Si te distraes del camino, te la pegas. Con la memoria es lo mismo: no se hizo para recordar, sino para aprender.
Lo que creo que mi memoria me dice es que hay que aprender a recordar y olvidar bien.
– ¿A qué llamas olvidar bien?
– A ser prácticos con los recuerdos. Que el pasado, una vez sabido y asumido, no te duela: eso es olvidar bien. ¿De qué sirve recordar lo que te causa sufrimiento?
– A mí me preocupa que la memoria se convierta en campo de batalla del llamado relato. Unos porque rechazan reconocer sus responsabilidades. Y otros, para repartir las culpas entre todos, al decir que el pueblo vasco fue culpable por “mirar hacia otro lado”. Hay que ser canallas. Como los partidos fracasaron en la búsqueda de soluciones, trasladan la culpa a la gente.
– Recuerda que yo, tu memoria, no te engaña nunca.
– Lo sé. Te he educado bien con honestidad y verdad.










