Entre las 370 medidas de Pedro Sánchez “para un gobierno progresista” no está la abolición de la telebasura. Y eso que es una prioridad pública. Nos habría evitado la última fechoría, cuando la manada de cuervos -y cuervas- de Telecinco, oliendo la sangre de Blanca Fernández Ochoa, decidieron que la historia trágica de esta campeona de la vida, mujer de sonrisa limpia en su eterna cara de niña, fuese su podrido banquete y el refocilo de las comadres en Sálvame, donde toda degradación e infamia tienen cabida. Y así fue que Carlota Corredera en los días de la búsqueda y Paz Padilla, de luto riguroso, el miércoles en que fue hallado el cadáver, dirigieron el aquelarre del ultraje, ante mortemy post mortem, de la medallista olímpica.
¿Por qué una ex deportista de élite, completamente ajena al mundo de la farándula y el alcahueteo nacional, fue raptada y engullida como carroña en el basurero de la tele? ¿Qué mente retorcida tuvo la idea de elegir el drama de esta delicada señora para dar de comer a los miserables que se alimentan de estiércol cada tarde? El crimen cometido contra Blanca es de los peores en su especie y sus autores y cómplices van a quedar impunes. Y en él persistirán el tiempo que necesiten para encontrar detalles morbosos de la desaparición y muerte, todo para aportar más dolor a la familia y mejor sustento a la plebe.
Y si con este espectáculo Telecinco añade un delito más a su periplo de bazofia, las demás cadenas se han pasado de la raya. Al igual que el dispositivo policial, la información ha sido desmesurada, en horas eternas y también maliciosa en el relato. Han hecho, en general, más daño que servicio y han soliviantado a la comunidad hasta el desbordamiento emocional. España es un país sin gobierno, literalmente: en funciones sus políticos y en defunciones sus televisiones.
¡Que levante la mano el partido que no haya fichado a un personaje de la televisión! Digo más. ¡Que levante la mano el que no haya nombrado a alguien sin formación académica para un cargo público! Así que no veo motivo para escandalizarse por la elección de Pedro García Aguado como director general de Juventud de la Comunidad de Madrid. En su currículum no hay licenciaturas ni másteres -algunos lo consiguieron haciendo trampas-, pero hay una exitosa carrera olímpica en el waterpolo y, lo que es más importante, una historia de superación personal contra las drogas tras un infierno de once años de adicción. Ay, amigo, eso vale más que un doctorado en Harvard. Este señor no tiene nada que ver con los borjamaris de Nuevas Generaciones del PP, de polo Lacoste y pulserita rojigualda.
Aguado es de lo mejor que ha habido en la tele. Su espacio Hermano Mayor, de matriz francesa, tuvo una enorme relevancia social durante las once temporadas -otra vez once- que duró en Cuatro, con registros elevados. Tuvo la valentía de presentar con crudeza los conflictos derivados de conductas agresivas de adolescentes; pero acertó en un mensaje de oportunidad para los chicos y chicas sin salida. Algunos dijeron que aquello era una teatralización pactada. Pues no, no era Sálvame.
Ya político, García Aguado ha anticipado que se volcará en la prevención de las dependencias, incluida a las nuevas tecnologías. Veremos si le dejan, porque su problema es el PP, una formación de derechas que se funda en la ley del más fuerte, tan darwiniana. Depende de su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, quien también llega con su drama familiar a cuestas y que tanto le pesa. Pedro vuelve a la pantalla, ahora en el escaparate de los telediarios. El hombre que daba oportunidades merece la suya. Ya saben: nos juzgarán por las oportunidades que dimos.
Ocho años no son tantos para renovarse. En televisión se considera quemado a un profesional cuando su imagen comienza a alejarse de la realidad: un año ante las cámaras equivale a cinco en la radio o en prensa. Por sorpresa, nuestra cadena pública va a relevar a Klaudio Landa al frente de la tertulia sociopolítica de las tardes de ETB2 para encomendarle un espacio satírico de la actualidad en ETB1. Es un error estratégico, salvo que el objetivo sea rebajar aún más el contenido de debate ideológico y su sustitución por el entretenimiento. Tiempos de éxito hubo en que la programación vespertina eran cuatro horas de discusión política a toda caña. A partir de la próxima semana, solo una hora y gracias. Esto es una despolitización programada que, por lógica vasca, no fructifica en audiencias ni en reputación.
De lunes a viernes nos servirán un potaje bajo en calorías compuesta por un concurso nuevo, una reunión cursi de té y pastas, lo que queda de la tertulia, su versión grotesca y el menú de Ander y Gabriela, resalados. Arantza Ruiz tendrá que moderar el minidebate y resistir las comparaciones con Klaudio. En fin, que hay poco que dialogar y mucho que reír. El humor es una obsesión de los jefes en busca de un filón de oro como Vaya Semanita. De hecho, han rescatado a Javier Antón, uno de sus cómicos.
Entretener es el modelo impulsado por ETB con merma de la información, que es lo más rentable en lo público. De ese estándar es víctima Landa, un hombre bueno y afable que hizo de su manera de ser una profesión. No sé si le echaremos de menos, porque solo cambia de canal e idioma. Se suma a la lista de los caídos por la despolitización programada. Menos mal que ETB estuvo el sábado en directo en la cumbre del G7 de Biarritz, un pequeño lugar de Euskadi demasiado grande para los dueños del mundo.
RUBIALES y Tebas han empatado en el primer partido, disputado antes de que comenzara a rodar el balón en San Mamés. Los lunes se quedan sin fútbol, pero lo habrá los viernes. ¿No creerá la Federación que va a ganar el campeonato del dinero a la Liga? Del lado de los intereses de los clubes está la televisión con los 3.500 millones de euros que han desembolsado Movistar y Mediapro por los derechos de retransmisión. Es cierto que Tebas es un pésimo gestor;pero Rubiales aún no se ha enterado de que la Federación es un dinosaurio, como esos entes corporativos (colegios profesionales, confederaciones hidrográficas y procuradores) que impiden la competencia y engordan la administración.
El fútbol y la tele se necesitan para sobrevivir. Quienes quieran fútbol en la tele tienen varias opciones y ninguna es barata. Pueden asociarse a Movistar+ y pagar una cuota mensual de unos 85 euros, incluyendo Internet, dos líneas móviles y el fijo. Orange y Jazztel tienen ofertas parecidas. O pueden suscribirse a la nueva plataforma Mitele Plus, de Mediaset, y abonar 35 euros al mes; pero sepan que solo se podrá ver en dispositivos móviles hasta que resuelvan los problemas técnicos con los televisores conectados a la red. La competencia es real, pero desigual.
Disfruten a través de Gol del único partido en abierto. O sigan la alternativa de los menesterosos acudiendo a su taberna a hacer ambiente de estadio entre gintonics. Compartir el fútbol en la superpantalla del bar es de las mejores ideas de socialización desde el invento griego del ágora. Hay nuevas reglas y el videoarbitraje aumentará la ansiedad de los espectadores, nada comparado con escuchar al locutor “bienvenidos al Reale Seguros Stadium”. El autogol de Anoeta vale 10 millones de euros y el fin de la autoestima de los seguidores de la Real Sociedad.
¿Cuándo la evolución humana comenzó a ser regresiva, contradiciendo el sentido positivo que tuvo durante siglos? Todo se torció al perder el control de las cosas, en el momento en que el poder volvió a concentrarse en pocas manos rompiéndose el difícil equilibrio alcanzado y cuando la ética fue apartada del desarrollo como un estorbo. Casi todas las ilusiones que tuvimos se han desvanecido y la democracia está amenazada. Sí, estamos desencantados del progreso quenos prometimos, no porque echemos de menos el pasado -eso sería la enfermedad de la nostalgia-, sino porque lo que ya está aquí y lo que se avecina empeoran nuestra situación, tanto a escala local como en lo global. Las expectativas no son buenas y ya me estoy arrepentido del futuro. ¿Acaso pueden mover al optimismo estas cuatrocalamidades reales?
La globalización tiene trampa
Demasiada fe en la tecnología, como la nueva divinidad, confiando que nos sacaría de pobres y siervos. Esta ha sido una de las grandes ingenuidades de la comunidad humana, fiarlo todo a los prodigios técnicos y científicos una vez liberados del yugo de la religión. De una tiranía burda hemos transitado a una nueva esclavitud, más sutil y no menos indiscutible que la eclesiástica en su apogeo. Y ocurre que esa alucinante tecnología, sobre todo la referida a la comunicación, está siendo utilizadaalevosamente como instrumento de observación y seguimiento de nuestras vidas. Los bienes tecnológicos carecen de autonomía, de manera que son sus propietarios y gestores -y los poderes públicos- quienes han sistematizado su uso contra nuestros derechos. Es una cruel paradoja: en la época en la que, al menos en teoría, somos más libres e independientes, estamos más controlados que nunca. Lo saben todo, absolutamente todo de cada uno de nosotros y conocen lo que hacemos en tiempo real. Es imposible la libertad si nuestras vidas están bajo la lupa.
La trampa la puso la globalización al convencernos de que traía la utopía de la universalización y el fin de lo cerrado en aras de un mundo abierto. En realidad, se trataba de una ampliación salvaje del mercado, el económico, porque conllevaba el aprovechamiento de las necesidades de los países pobres para hacer más ricos a los gigantes del capitalismo y aumentar las desigualdades locales e internacionales. El resultado es que hay una parte del planeta que trabaja esclavizada para la otra y que el empleo de los países ricos compite en desigualdad con el de las naciones pobres bajo regímenes totalitarios. Sin unsistema común de derechos en todo el orbe es imposible una mundialización auténtica.
A la globalización le llamaban oportunidad. No, no lo es. Es un mensaje falso debidamente desfigurado con la fuerza de las autopistas de la comunicación. ¡Cómo nos gusta pasearnos virtualmente por internet sin percatarnos de que es una feria de muestras, un inmenso parque de atracciones! A eso se reduce la presunta densidad de la aventura global, a la diversión necia de las redes sociales y la febril posesión de juguetes tecnológicos avanzados. De ahí que en gran medida el imaginario éxito de la globalización lo sostengamos los ciudadanos con la masiva adhesión a la comunicación en red, de escasos beneficios generales y amplias ganancias particulares.
¿Cómo podremos salvarnos de este nuevo despotismo ilustrado? No cabe esperar a un Robin Hood que nos libere, ni que los poderes públicos construyan, mediante formación y legislación, una barrera de radicalismo democrático y protección de las libertades. A los gobiernos les interesa mucho esta herramienta global. La única posibilidad surgirá de la conciencia individual y social y de que la ciudadanía de los cinco continentes se organice la defensa de su libertad e identidad. Y no lo veo y me arrepiento del futuro que soñé.
El crepúsculo de los liderazgos
Al mismo tiempo que la gente vive distraída en el jardín de infancia de la globalización, que nos hace más vulnerables que nunca, el mundo se dota de los liderazgos más peligrosos. ¿Cómo entender que el país más avanzado esté al mando de un estúpido, tuitero compulsivo? En el Reino Unido, enloquecido por el narcótico del Brexit,acaban de situar al frente a un histrión que emula a Trump en lo peor. En Italia se encierran con Salvini y la xenofobia. En Brasil eligen a Bolsonaro para acentuar las desigualdades y el miedo. En media Europa está bien visto blindar fronteras. Y en el Estado español, despistado en su crisis existencial, sacan en procesión electoral a Don Pelayo para una delirante reconquista.
No hay posibilidad de acción democrática efectiva sin liderazgos. Hemos denostado tanto a los dirigentes en todos los ámbitos que hemos dejado el paso libre a una generación de oportunistas, ignorantes y descarados, forjados en el espectáculo de la televisión, para que dirijan las sociedades hacia el exterminio mediante la sentimentalización de los designios. Nos hacían falta los líderes cabales y visionarios; pero en su lugar hay actores, humoristas y fracasados.
La verdad se complica
¡Qué difícil se ha puesto conocer la verdad! Y con qué facilidad se dan por auténticas las informaciones que se publican. Cuando más necesidad teníamos, por pura supervivencia, del escepticismo y la duda, más extensiva se han hecho la ingenuidad y la credulidad. El mundo ha aprendido a mentir con un poco de rudimentaria retórica y bastante desvergüenza. No le llamen marketing, por favor, cuyo espíritu contiene más ética y respeto que esta experiencia de falsificación en que se ha convertido la información y la comunicación social.
Quede claro que las noticias falsas y la posverdad ya existían bajo otros nombres desde tiempo inmemorial. Mentir y manipular son tan antiguos como la superficie de la tierra. La diferencia es que ahora los embustes y las deformaciones son globales e inmediatas. Se han multiplicado las fuentes y todos nos hemos convertido en emisores a la par que receptores sin filtro. Desprendidos del parapeto de la desconfianza y carentes de criterio somos presa fácil de un festival de informaciones burdas donde la prensa profesional es la principal víctima. Los dirigentes políticos y las autoridades, que deberían dar ejemplo de veracidad, son activistas de la posverdad. La nobleza de las emociones, el otro lado de nuestra dualidad humana, se transforma en arma de infección pública, porque es más importante el poder deseable que la razón que lo respalde. Lo virtual es más verosímil que lo real, este es el nivel logrado.
El planeta se muere
Y si la casa, además de revuelta y desquiciada, está en llamas, ¿qué clase de esperanza se puede albergar? La negación del cambio climático es lo habitual en las conversaciones privadas, donde se trivializa esta tragedia; y aun peor entre los dirigentes mundiales, como Trump. Si la política medioambiental no es la prioridad internacionales que no solo se ha perdido la autoestima colectiva, sino que, además, se ha instalado un propósito suicida que nos llevará, en dos o tres generaciones, a la extinción de la vida tal y como la hemos conocido.
La Declaración sobre Emergencia Climática, realizada por el Gobierno vasco del lehendakari Urkullu hace unos días, que sitúa la lucha contra el cambio climático como objetivo central de Euskadi, es de esas cosas que satisfacen en lo más hondo. Podemos hacer mucho para que en la medida de este pequeño pueblo se corrijan los destrozos sobre la tierra, el agua, el aire y nuestra riqueza natural, comprometiendo a las administraciones, las empresas y la ciudadanía. Sin embargo, de poco servirá nuestra epopeya si el resto de los habitantes de la casa no hacen lo mismo y ponen coto a las fuentes de energía que nos están matando. Somos una habitación diminuta en el conjunto del hogar humano. Una vez creímos que había una expectativa digna, culta y libre para la humanidad y que las personas tomaban el mando de sus vidas, sin tutelas; pero fuimos muy incautos. Nunca como ahora tuvimos tantos motivos para la rebelión.
This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish.AcceptRead More
Privacy & Cookies Policy
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.