Intercambio de experiencias

De lo que se entera uno leyendo el periódico…En la Era de la Información, parece que los extremadamente caros servicios de democratización ofrecidos por la OTAN a diestro y siniestro, requieren, aparte de jugosas Conferencias para la reconstrucción, ingentes aportes de experiencia diplomática al objeto de restituir un clima que haga posible la convivencia entre las partes enfrentadas sin necesidad de dividir el territorio liberado en dos nuevos Estados.

España, hace lo que puede por seguir el paso marcado por las grandes Potencias. Pero en estos tiempos de crisis, es comprensible que nuestras Fuerzas Armadas, apenas alcancen para democratizar Perejil, Las Chafarinas o El Peñón de Velez que para el de Gibraltar, ya no da el presupuesto. En consecuencia, aparte de ofrecer nuestro suelo como residencia habitual a dictadores del Golfo Pérsico y Saudies, ejerciendo de anfitriones turísticos, ahora el Gobierno de ZP ha visto un filón en nuestra reciente historia como fórmula para escaquearnos de cotizar la parte alícuota de los gastos que toda acción humanitaria comporta.

Así, ni corta ni perezosa, la simpática Ministra de Exteriores, ha ofrecido a los libios la experiencia española durante la Transición para que les sirva de guía en esta nueva etapa de paz y libertad. Con ello, como digo, el Gobierno pretende zafarse de otros modos más gravosos de contribución. Pero no creo yo que la Comunidad Internacional se lo permita y menos aún, nuestros socios protectores que hasta la fecha nunca han renunciado a pasarnos la factura de las distintas Misiones Humanitarias en las que nos involucran.

En cualquier caso, los libios, sí están en condiciones de aceptar dicho ofrecimiento. Pero yo de ellos, me lo pensaría dos veces, pues de aplicar nuestra experiencia durabnte la Transición, es posible que al final del proceso, se arrepientan. Con todo, ya han empezado mal…Para que el modelo de Transición española funcione como dios manda, era conditio sine qua non que Gadafi hubiera muerto en su cama y no de un tiro en la cabeza; que una vez muerto, se le construyera un pantagruélico mausoleo para honrarlo junto a sus víctimas; que sus familiares pudieran seguir gozando de sus propiedades como si nada…¡qué se le va a hacer! Ahora, lo único que cabe esperar, es que el pueblo vote en referendum una Constitución que garantice su libertad y la Restauración de la Casa Real; que los máximos dirigentes gadafistas se mantengan en sus puestos para mantener la fragil estructura del Estado libio; que el cuerpo de la Magistratura, el docente, el policial y sobre todo el ejército, conserven en sus puestos a quienes ya estaban en ellos para de esta forma se garantice un mínimo de servicios indispensables para el futuro de los libios; Por supuesto, aprovechando una Amnistía General para los presos encarcelados durante el atroz régimen del Tirano Gadafi, se ha de promulgar una Ley de Punto Final para evitar juicios y conflictos que impidan la reconciliación; Igualmente, no se ha de hacer revivir el sufrimiento pasado a los familiares de las víctimas y de los desaparecidos durante el conflicto; En coherencia, los tribunales han de impedir que se investiguen los crímenes de guerra, que se localicen las fosas comunes, que se de un entierro correcto a los cuerpos y sobre todo, que se pierda la memoria histórica de lo sucedido.

Mas, esta estratagema del Gobierno español para contribuir sin dinero a la causa libia, aún contando con el visto bueno de la OTAN – que lo dudo – tiene un gran defecto: Normalmente, cuando una Potencia se emplea a fondo en democratizar un país como Libia, suele hacerlo con los ojos puestos en su reconstrucción y en los contratos millonarios que para sus empresas su presencia allí le puede deparar en un futuro próximo. Claro que para que Repsol, Iberdrola, Zara y hasta Chupa Chups tengan parte en el pastel, España debería haber arrojado más bombas democráticas que las declaradas oficialmente, que parece ser que han sido ninguna, pues nos hemos limitado a tareas de vigilancia…Y en consecuencia, en tan grato momento Post Gadafi, cuando toca a reparto, nuestro país, no puede contar con otro pago por parte del Pueblo libio que con un equitativo intercambio de experiencias, en su caso, la que se adscribe al Tiranicidio. Y no es cuestión de hacerles un menosprecio, que cada Pueblo entrega lo mejor de su historia.

Intramuros

Muros los hay para dar y tomar. Hay muros psicológicos que aparecen cuando el mundo se divide en Yo y los demás como le sucede al autista; muros económicos que separan a los pasajeros en preferentes y turistas, muros lingüísticos que discriminan a los ciudadanos en nacionales y extranjeros, a los extranjeros en turistas e inmigrantes, a los inmigrantes en legales e ilegales, euskaldunes y maketos, catalanes y charnegos…pero durante estas fechas conmemorativas del cincuenta aniversario del levantamiento del Muro inspirador de los Pink Floyd, toca hablar de esas heridas de cemento que se alzan entre los pueblos sobre las más ocurrentes excusas que quepa imaginar como mantener la Ley, ayudar a la estabilidad social, preservar la paz, garantizar la seguridad, salvaguardar la libertad, proteger la democracia, defender los valores Occidentales, etc, que desde la caída del denominado “Muro de la Vergüenza” lo que parece haberse derrumbado de verdad, no ha sido el Muro, pues desde entonces hay más, sino la vergüenza, pues apenas quedan gobiernos y regiones en el mundo que no cuenten, tengan en construcción o en proyecto, levantar un muro en sus fronteras o dentro de ellas.

Ciertamente, el fenómeno no es nuevo; Pero tampoco su irrupción entre los hombres se pierde en la bruma de los tiempos. Por extraño que resulte escucharlo a quienes creen que la Institución de la Guerra es consustancial a la naturaleza humana – axioma del todo equivocado del que me ocuparé en otro artículo – no siempre fue necesaria su presencia como lo demuestra la Creta Minoica, cuyas poblaciones florecieron sin murallas. Sin embargo, hemos de reconocer, que ya en la Antigüedad, eran célebres los muros de ciudades enteras como el de Jericó que pasa por ser el primero documentado o el de la bella Babilonia descrito por Herodoto, sin olvidar el Muro de Adriano para mantener fuera del Imperio Romano a los Pictos y la famosa Muralla China para evitar a las hordas mongoles.

Así pues, en la historia los muros han servido para proteger los palacios de la plebe cosa que en la Edad Media diera como resultado a los hoy bellos Castillos; para defender los asentamientos urbanos, sus cosechas y ganado, de las díscolas tribus nómadas cuyo enfrentamiento viene recogido en la lucha bíblica entre Caín y Abel; pero también de regiones enteras cuando los accidentes geográficos no colaboraban demasiado, con idéntico resultado, a saber: tarde o temprano, por mucho que las sociedades se crean a salvo en sus enormes “jaulas de oro”, todos los muros caen cuando fuera crece el motivo por el que neciamente se levantaron creyéndolo contener. Antes al contrario: su efecto momentáneo de contención, no hace sino aglutinar su masa externa que cada vez con mayor intensidad como el agua de una presa, ejerce mayor presión sobre la misma haciéndola reventar si antes no se le da una salida negociada para que siga su cauce natural, sea la corriente de agua, sea la humana. Ya lo dice el refrán ¡No se le puede poner cercas al campo! Pero no aprendemos.

Antes de su caída, en Irlanda del Norte (1970) se levantaría una barrera para dividir a la población Católica y Protestante, en Chipre (1974) otra para separar a los Greco-Turco chipriotas y en 1987 Marruecos hizo lo propio para anexionarse parte del Sahara y dejar fuera a sus legítimos habitantes. Pero, como ya he indicado, desde la caída del Muro de Berlín, parece como si a todos les entrara saudade. Un afán constructor ha levantado muros de hormigón, acero, alambre y espino, a diestro y siniestro, como si su nefasto recuerdo o la todavía funesta presencia de su colega entre las dos Coreas desde 1959 no fuera suficiente para enjugarla.

Casualmente, uno de los primeros Gobiernos en ponerse manos a la obra, fue el español que no dudó en emplear esta obsoleta herramienta de contención social levantando dos enormes vallas para evitar la inmigración – perdonen que me da la risa – en Melilla (1998) y Ceuta (2001) medida que pronto fue imitada por los EEUU que interpusieron una gigantesca alambrada en toda su frontera con México y por Israel que añorante de los Campos de concentración a levantado muros y torretas de vigilancia por toda Palestina, para evitar el libre tránsito con Cisjordania y encarcelar a toda la población de Gaza, no sin la ayuda del gobierno egipcio que también ha puesto su granito de arena al respecto en tan faraónico esfuerzo por exterminar a un pueblo como el Palestino. Actualmente hay más de cincuenta “Muros de la Vergüenza” en Uzbekistán, Irak, Brasil…y hay casi treinta proyectos para ponerlos en marcha en Pakistán, Irán, India; El último del que hemos tenido noticia, es iniciativa de Grecia que va a cavar una zanja de 120 Km para separarse de Turquía. A lo mejor les ha entrado el pánico de que este maravilloso crisol de culturas ingrese en la UE y les robe la deuda.

Pero al margen de la contradicción que supone ver como los gobiernos con su mano derecha se empeñan en dividir a los pueblos levantando muros que impiden su comunicación y relación fraternal mientras su mano izquierda firma tratados de libre comercio, libre tránsito de mercancías, libre circulación de empresas y capitales…en nuestras ciudades, igualmente se viene observando una trayectoria similar, sólo que las barreras al objeto de separar barrios y gentes se lleva a cabo mediante pulcros trazados de autovías o líneas del AVE dejando fuera y sin acceso fácil al centro comercial-financiero, a las más oscuras periferias aquellas en que marginamos a los indeseables que viven en chabolas e improvisados campamentos. De continuar apostando por esta tendencia de separar en vez de unir e integrar, dentro de poco, los ciudadanos pudientes habremos de acostumbrarnos a vivir libremente enclaustrados intramuros en nuestros particulares oasis de felicidad urbanos, rodeados de lujo y confort, pero también de verjas, puertas blindadas, alarmas, perros guardianes, cámaras de video-vigilancia, cuerpos de seguridad, para evitar que nos invada la miseria que dejamos fuera. Mas, todo será poco para ponernos a salvo de nuestro peor enemigo: nosotros mismos.

Serendipias del Titanic

En mi obra de Patafísica Hipermoderna “Inútil Manual para entender la Mecánica Cuántica y la Teoría de la Relatividad” dediqué varias líneas al estudio de las serendipias reparando especialmente en el asombroso caso que al respecto representó el Titanic, por lo que el otro día, 14 de Abril, dí un brinco al escuchar en el Tontodiario las desafortunadas palabras de nuestro querido ZP cuando dirigiéndose a una nutrida colonia de españoles en Singapur con la mente puesta en los inversores chinos, no se le ocurrió nada mejor que exclamar “España es un poderoso transatlántico. ¡Estad tranquilos!» justo el mismo día de la 99 efemérides de aquel trágico suceso acontecido la noche del 14 al 15 de abril de 1912.

La actual Sri Lanka antigua Ceilán fue, según una remota leyenda, el perdido reino de Serendip en el que vivían tres príncipes que sin pretenderlo encontraban por casualidad simultáneamente las respuestas acertadas a cuantos problemas se les planteaban. La narración, llegó a oídos de H. Valpole quién en siglo XVIII acuñó el término serendipia para designar los descubrimientos científicos hallados por casualidad. Con el tiempo, la palabra, también ha venido a significar increíbles coincidencias espacio-temporales que ponen a prueba nuestra capacidad escéptica y credulidad simultáneamente.

La serendipia por excelencia la representa el caso de los transatlánticos Titán, Titanic y Titanian. El escritor norteamericano Morgan Robertson escribió en 1898 una novela cuyo argumento describía la tragedia de un enorme transatlántico de nombre Titán que se hundía en las gélidas aguas del océano durante una oscura y fría noche de abril tras chocar su proa con un iceberg cuando realizaba su primer viaje. A este antecedente literario del Titanic, le siguió un consecuente hecho en 1935 cuando un miembro de la tripulación del Titanian, llamado William Reeves, nacido el día en que se hundió el Titanic, realizando la ruta nocturna rumbo a Canadá en medio de una espesa niebla sin saber muy bien por qué grito ¡Alerta! Gracias a su presentimiento, la tripulación pudo esquivar, in extremis, un iceberg que apareció de la nada.

Con estos datos en mi haber, comprenderán ustedes la preocupación que me embarga después de haber escuchado a nuestro Presidente en tan señalado día, comparando a España con un trasatlántico, llamando a la calma y por si esto fuera poco, declarando abiertamente que ¡no hay marcha atrás!

Los Reyes Malos

http://www.youtube.com/watch?v=73bpl4ijzKg

Hay muchas clases de Reyes: están los Reyes Magos, los Reyes del Mambo, los Reyes de la baraja, los de la hamburguesa, del pollo frito, de la coca etc. Y también, entre los Reyes entendidos como tales, los hay de muy distinta condición, basta echar un vistazo a los apodos poco fiables con los que han pasado a la historia, para convencernos que los Reyes, por el mero hecho de ser tales, es posible que nazcan como Altezas, pero como cualquiera de los mortales tienen sus bajezas y son pocos de entre ellos, los reconocidos fuera de los cuentos infantiles como sabios o buenos y muchos en cambio, si lo han sido abiertamente como malos, crueles y sanguinarios. La cuestión es, ¿qué clase de reyes han sido los Borbones?

De atender únicamente a la propaganda, entiéndase historia, telediario o discursos cómplices de la política, su llegada ha sido una bendición venida del cielo. Pero a nada que se atienda más a los hechos y menos a las palabras, allá donde dirijamos la mirada, veremos como estos no acompañan. ¡Al contrario! Su irrupción en la Historia de España, supuso la ruina para este país, como demostraré.

Felipe V (1700-1746), quien fuera iniciador de la rama española de los Borbones, para hacerse con el Trono de España, que dejara vacante por estéril Carlos II, de la Casa de Austria, desencadenó una auténtico conflicto internacional y dio inicio a las continuas guerras civiles que desde entonces han asolado a España. Felipe V, era Felipe de Anjou, hijo de Luis, Gran Delfín de Francia, hijo del Rey Sol, Luis XIV, quien urdiría toda la operación para anexionarse el goloso botín a través de su nieto. Huelga decir que, desde su ascenso al trono, España fue mera comparsa de los caprichos franceses, que lo de Zapatero con Sarkozy, viene de lejos…

Los Austria, acostumbrados a gobernar pueblos diversos allí donde reinaran, no tuvieron mayores problemas en llevar sobre su testa distintas coronas y hacer cuantos juramentos fueran necesarios para mantener unidos a sus súbditos bajo su dinastía. No así los Borbones, que provenían de una Francia Franca y centralista. Nada de ello pasó desapercibido por estos lares, de modo que desde el inicio, su presencia tuvo el abrigo de Castilla que albergaba la esperanza de imponerse todavía más al resto de reinos peninsulares, pero igualmente, a caso más decidido, el rechazo de Aragón, cosa que tuvo nefastas consecuencias, una vez la guerra zanjara la cuestión sucesoria a favor de los Borbones, pues estos vengativos, abolieron sus fueros e impusieron los Decretos de Nueva Planta, regando con ello de resentimiento las pequeñas disputas habidas hasta el momento.

Los primeros Borbones, Fernando V, Luís I, Fernando VI ( 1746-1759) y Carlos III ( 1759-1788), a parte de seguir el dictado de Francia, sin mala intención pero con mucha torpeza, quisieron aplicar la receta centralizadora que tan buenos resultados había ofrecido a sus familiares en el dulce hogar francés, sin atender la peculiaridad de los pueblos peninsulares recientemente obtenidos. Al tiempo, más preocupados por sus intereses familiares, implicaron al pueblo español en cuantas guerras tuvieron oportunidad, no para bien y provecho de sus gentes, si quiera por poderosísimas razones de Estado que la historia pudiera justificar, sino para dejar a su nutrida descendencia suficientes recodos donde encubar la supervivencia futura de su virus genético. Por algo, a dichos tejemenejes se les conoce académicamente como “Pactos de Familia”.

Del seguidísimo francés y del belicismo en busca de tronos y títulos que legar a sus descendientes, llegó la dolorosa derrota de Trafalgar y la consiguiente pérdida de territorios propios como Gibraltar, mientras los miembros de la familia Borbón, saldaban la operación con pingües beneficios por toda Europa y el Mediterráneo. Su negocio no era otro que la ruina de España. Cierto es que, lo acontecido bajo los auspicios de Carlos IV ( 1788-1808), no fue más que el punto culminante del esperpento que España representaba en la escena internacional y que casualmente, coincidió con Napoleón en Francia. De modo que, una vez la Revolución Francesa les expulsase de su hasta entonces auténtica Patria chica y el ínclito General les arrebatase cuantos tronos pudo a favor de sus hermanos, no les quedó otra, que empezar a sentirse como en casa, dado que no tenían otra. ¡A mala hora! Qué cazurros fueron al expulsar a José Bonaparte que sólo pudo mantenerse en el trono de 1808 a 1813.

Si durante el Siglo XVIII los Borbones se contentaron con introducir a España en la Guerra exterior al servicio de los intereses de Francia y de su propia familia, ahora, durante el XIX, estos malos Reyes demostraron una iniquidad sin par al instaurar la guerra civil permanente en España. Así, la llegada de Fernando VII ( 1813-1833) al Trono, supuso un tremendo jarro de agua fría para la apertura liberal que necesitaba España y la sangre empezó a correr, no ya contra ingleses y franceses, tradicionales enemigos, sino entre las tristemente célebres “Dos Españas” cuya escena supo magistralmente representar Goya de cuya realidad, los Borbones se supieron aprovechar, al objeto de no perder su último bastión.

Lejos de su yugo, los liberales americanos, aprovecharon la debilidad politico-militar de los Borbones preocupados por su supervivencia, para desprenderse del lastre borbónico; Seguramente la España Americana hubiera seguido unida a la península más tiempo de haber triunfado el espíritu liberal, pues sus élites libertadoras más que contra España, se rebelaron contra el despotismo borbónico y su atraso. Sin embargo, aquí, el pueblo no gozó de tan excelente ventaja y debió soportar su nefasta presencia. Así, se sucedieron una tras otras distintas escaramuzas entre liberales y tradicionalistas que parecía iba a transformarse en una batalla entre los partidarios del Triunfal modelo Republicano americano y los defensores del trasnochado modelo monárquico europeo. Pero la habilidad de esta gente, que nunca se muestra en beneficio del Bien Común, no sólo supo aprovechar la división crónica de los españoles antedicha, exacerbarla como nunca antes se había visto, que también lograron colocar al frente de cada uno de ellos a un Borbón que garantizase la supervivencia en el Poder, fuera cual fuera el resultado del combate.

La oportunidad vino a la muerte de Fernando VII. Mientras los americanos se independizaban, hubo un cortacircuito natural que separó las distintas corrientes en dos polos monárquicos: los Borbones de la rama de Isabel I ( 1833-1868) hija de Frenando VII, se hicieron liberales, mientras la rama de Carlos el hermano de aquel, abrazaron las reclamaciones de los foralistas. Al tiempo, los liberales, partidarios del estado centralizado, aparcaron su proyecto republicano en aras de no perder lo conseguido, y precisamente por recuperarlo, los foralistas se alienaron con Carlos. Esta división artificial, trajo a España tres guerras civiles, que en lugar de llevar el nombre de Borbónicas, han sido bautizadas con el del bando perdedor “Guerras Carlistas” que duraron desde 1833, hasta 1876, medio siglo que se dice pronto, la mayor parte de la cual, tuvo lugar bajo el mandato disputado de Isabel II y Don Carlos, ambos Borbones.

Hubo un intento por librarse de esta gente tan dañina, trayendo una monarquía importada de la Casa de los Saboya, tras la Revolución de 1868, cuando se logró que Isabel II continuase la bella tradición, de escapar al menor peligro. Amadeo I lo reunía todo para el éxito entre los españoles de entonces: pertenecía a una dinastía longeva y emparentada con anteriores casas reales, era ferviente católico en lo moral al tiempo que progresista en lo político, cuya distancia de la realidad nacional debería haberlo convertido en un excelente árbitro de la escena. Pero, pese a ser el primer Rey elegido por un Parlamento, aquella magistral jugada sobre el papel, que en principio debía aglutinar sobre su cabeza a Monárquicos, Católicos, liberales…en vez de ello, unió a toda la oposición por razones variopintas y peregrinas de modo que cosechó el rechazo de Carlistas, Republicanos, Tradicionalistas, y por supuesto de los Borbones. Ante el panorama, Amadeo renunció al trono en 1873 y se proclamó la Primera República española. Por desgracia, duró menos de un año.

El caso fue que un levantamiento militar, restauró en el trono al hijo de Isabel II que reinaría con el nombre de Alfonso XII ( 1874-1885), pero entre su juventud al acceder al trono y la temprana edad a la que murió de tuberculosis con tan solo 27 años, poco más que dar un hijo póstumo al trono pudo hacer por si mismo. Mientras crecía su vástago, la Regencia del reino cayó en manos de Mª Cristina, bajo cuyo mandato se urdió aquella pantomima del Pacto del Pardo, por el que los políticos Canovas y Sagasta, con el consentimiento de los Borbones, chulearon la democracia con la alternancia. ¿A qué nos suena?

Bajo el reinado de Alfonso XIII (1886-1931), España se llenó de ignominia: se perdieron los restos del imperio en el 98, se acometieron guerras estériles en el Norte de África, tuvimos el privilegio de ser la primera potencia en usar armamento químico sobre población civil en la Guerra del Rif, sucedieron los paradigmáticos casos de la Semana Trágica catalana…por si ello fuera poco, este individuo aceptó de buen grado la Dictadura de Primo de Rivera desde 1923 hasta 1930. Tras las elecciones al año siguiente, hizo las maletas y murió en el exilio.

El resultado lógico de todos los gérmenes patógenos que esta gente alimentó, exacerbó, cuando no trajo consigo e incubó durante más de dos siglos, fue la mal llamada Guerra civil, como si fuera la primera, cuando en verdad, ha sido la última…de momento.

El pobre Don Juan, maniobró cuanto pudo, no a favor de España ni de los españoles, sino para pasar a la historia y colocar a su familia en la posición adecuada para perpetuarse en las nuevas estructuras franquistas. Pero Franco que no tenía un pelo de tonto, le mantuvo a raya. Pero le dio esperanzas de su regreso, nombrando a su hijo como delfín. Así Juan Carlos, convertido en Príncipe de Asturias, medio heredero, medio rehén, permaneció junto al Caudillo, mamando los Sacrosantos Principios del Nacional Catolicismo Tradicionalista Falangista Requeté, o sea del Franquismo, a los que debió jurar fidelidad eterna, hecho lo cual, tuvo el visto bueno del Generalísimo y pudo ceñirse la Corona que en principio le correspondía a su padre.

Pero al final…todo les ha salido a pedir de boca y hoy, las doce ramas legales de los Borbones, comen y beben del pesebre español, cuyas bocas legales son difíciles de cuantificar y no digamos las ilegítimas que son más de las que imaginamos y muchas más de las que podamos imaginar. Por ello, su presencia entre nosotros, aliada con la Gran Banca y con la Patronal, como ha quedado al descubierto tras el último discurso de felicitación, bien podría explicar la actual crisis económica que padecemos y que nos llevará a la ruina, mientras dure su presencia entre nosotros.

Porque estos Reyes que en principio tienen como cometido defender al Pueblo de los demás Poderes, no han perdido ocasión de aliarse siempre en contra nuestra; Porque estos Reyes que deberían arbitrar y velar por la paz social, siempre se han decantado por un bando en particular y han metido cuanta cizaña han necesitado para mantenerse donde están; Porque estos Reyes que se han sentido extranjeros entre nosotros, más que como invitados, se han comportado como auténticos Vándalos…por las guerras que han creado, por lo que nos han usurpado, por el daño que le han hecho esta tierra y a sus gentes, no merecen otro calificativo que el de Reyes Malos.

Sólo una Monarquía republicana, o una República monárquica podrá salvarnos de la debacle futura. Por ello, deseo abanderar el partido a favor de Froilán Marichalar, el único en quien confiaría los designios de España, como en su día las Legiones romanas confiaron Roma al Tío de Calígula, tam bien retratado en la serie Yo Claudio.

Hitler era un hombre vital y optimista

http://www.youtube.com/watch?v=X4XrU5lyukQ

Adolf Hitler, espíritu noble y atormentado desde la más tierna infancia, supo sobrevivir desde la soledad atrapado en un momento histórico convulso cuya difícil circunstancia personal de vida bohemia entre buhardillas y tabernas, le retorció la senda existencial por la que habría de haber conducido su enorme talento y sensibilidad artística que se derramaba en galantería con las damas y le hacía entregarse por entero a la lectura durante su juventud, no para alcanzar como el vulgo, los títulos académicos que despreciaba, sino para dotarse de una sabiduría práctica genuina a la que amaba como auténtico filósofo que era. De carácter fuerte, gran oratoria, entregado a su causa, coherente con sus ideas, leal con sus amigos, trabajador, enormemente entusiasta, amante de los animales, de dieta equilibrada, con fino sentido del humor, líder honrado que nada amasó para sí, persona vital y optimista hasta decir basta, como demostró bajo las bombas en su bunker de Berlín durante los últimos días del Tercer Reich, donde se casó por verdadero amor con su fiel compañera Eva Braun…sin embargo, ha pasado a la historia como el mayor monstruo de la Humanidad, no ciertamente por sus íntimas cualidades ahora eclipsadas, que para si quisieran nuestros gobernantes actuales, sino por su comportamiento como dictador de aquella Alemania a la que decía servir y Amar. Todo lo contrario que le sucediera a aquel otro hombre nacido entre algodones, borrachín, fumador empedernido, mujeriego, pícaro remolón, de genio terrible que era Churchill.

Está bien contextualizar las palabras y conocer la personalidad de los actores que forjan la historia, pero salvo a los comunitas, al resto se les juzga por sus hechos o la propaganda de los mismos, no por las intenciones o los vicios particulares que tenga cada cual. Es posible que, investigando sus inclinaciones íntimas, sus miedos infantiles, fobias freudianas, tendencias sexuales, descubriendo sus ocultos delitos juveniles, gustos culinarios, costumbres, enfermedades, aficiones, etc, demos con algunas claves que ayuden a comprender las decisiones que han transcendido a la historia, pero de ahí a ponderar en rango de igualdad la anécdota o el suceso, con el acontecimiento, ya es un exceso que sólo puede dar réditos a la manipulación o la ignorancia ilustrada que se nutre de pinceladas aisladas sin tener en cuenta el cuadro general que se está contemplando.

El australiano Julian Assange, fundador del portal Wikileaks, dedicado a arrojar un poco de luz allí donde otros se esfuerzan con nuestros impuestos a proyectar oscuridad, desgraciadamente, no ha cambiado la historia pasada, entendida esta como realidad de lo sucedido, pero sí la Historia como materia de estudio, haciendo las delicias de los investigadores del ramo que por una vez no tienen que esperar siglos para despejar la madeja de los hilos que conducen el devenir histórico, y sin lugar a dudas, la historia futura, pues su irrupción física e impacto psicológico ha sido de tal magnitud, que podemos catalogarla de acontecimiento, no menor que el Crack del 29, la explosión de la Bomba Atómica en Hiroshima o el derrumbe de las Torres Gemelas el 11-S. Por eso, independientemente de si el Señor Assange es o no un violador que merece ser buscado por todo el orbe para ser juzgado, ello es del todo irrelevante en lo que nos ocupa, pues si en el peor de los casos fuera realmente culpable de lo que se le acusa en Suecia y ello sería suficiente para desacreditar su obra, ya podemos destruir casi el 100% de las obras de arte creadas por gente de mal vivir y empezar a reescribir la segunda Guerra mundial con el título que encabeza estas reflexión.