Multar la mendicidad

Aun reconociendo la buena intención explicitada por el Regidor vallisoletano, Francisco Javier León de la Riva, de buscar el modo de ponérselo difícil a las bandas organizadas que practican la «explotación de la mendicidad”, no parece a la sana razón, que multar pedir en las calles a los pobres vergonzantes que tienden la mano a nuestro paso en las esquinas de las aceras, entradas de bocas de metro o a la salida de las iglesias, sea el mejor modo de alcanzar dicho objetivo y si en cambio, de evitar que los más necesitados de nuestra democracia, vean suprimido, por decreto, su último derecho a la libertad de expresión de lo bien que les trata el Capitalismo, porque nadie desea sumar a la desgracia de la miseria material, la ignominia de merecer castigo por ello, de parte nada más y nada menos, que de la misma autoridad.
La nueva “Ordenanza municipal contra el vandalismo” aprobada el pasado Martes por el Pleno del Ayuntamiento de Valladolid, donde entre otras curiosidades se recoge la advertencia de multar con cantidades que van desde 750 a 1.500 euros a los ciudadanos que pidan dinero en la vía pública, además de ridícula por anunciar una pena económica a quienes precisamente incurrirán en dicha infracción por carecer de medios económicos, me recordó al modus operandi reconocido por el Presidente iraní Ahmadineyad que le permitió, estando de visita por las Naciones Unidas, responder a los reporteros occidentales que se interesaban por la situación de los homosexuales en su país, aquello tan cínico y cruel de “Nosotros en Irán no tenemos ese problema”, cosa que sin entrar en la hiriente adjetivación utilizada para referirse a la tendencia sexual citada, es muy cierta, por cuanto allí, los homosexuales declarados son ejecutados por ley.
Prohibir la mendicidad por parte de la autoridad, es tan falso como el anuncio de aquel cosmético que animaba a las mujeres a decirle ¡No a las arrugas! mediante su aplicación nocturna en la cara. Ver en ello una medida para evitar la extensión y multiplicación de un fenómeno creciente, consecuencia lógica de la crisis inmisericorde que padecen los más desfavorecidos, por parte de nuestros representantes, sería de una ingenuidad pareja a la inocente credulidad con la que las clientes de la marca en cuestión, adquirían su producto convencidas de ponerle freno al natural paso de los años. De no ser, que tras esta y otras iniciativas semejantes se busque desde los distintos Poderes criminales, encontrar un atajo punitivo a un problema cuya solución no consiente precisamente acortamientos y recortamientos en prestaciones a los ciudadanos, ninguneo de la justicia y democracia económica, el equitativo reparto de la riqueza generada por la comunidad y la búsqueda de una deseable armonía y paz social, que además de requerir un mayor coeficiente de inteligencia para ponerse al frente de la ciudadanía para alcanzar tan nobles propósitos a quienes se postulan para el cargo, exigen un plus de moralidad del que notablemente carece nuestra casta parasitaria que siempre se ha blindado contra esta clase de Ordenanzas al especificar que sólo pueden aplicarse a quienes pidan al raso y no entre confortables despachos y mullidos sillones aterciopelados desde donde de continuo nos sablean, no como esos pobres unos céntimos, sino millones de euros de una sola tacada.
Así mirado, parece que como el Estado persigue al ladrón de poca monta por hacerle la competencia, los Exmos. Aytos. hacen lo propio con los mendigos en estos tiempos de escasez, a fin de evitar que por este cauce de la caridad cristiana se le escapen futuros recursos que recaudar por la creación de nuevas tasas municipales sobre los viandantes o a través de las solícitas y disciplinadas Oenegés que a modo de tapadera ejercen de verdaderas organizaciones dedicadas a la “Explotación legal de la mendicidad” en favor de sus amos.

Experimentación con pobres

 

Durante el curso 07-08 14 bebés de familias pobres argentinas murieron tras participar sin saberlo en los ensayos de una vacuna contra la neumonía y la otitis aguda del laboratorio británico GlaxoSmithKline. La Justicia argentina, recientemente ha ratificado la multa de 179.000 euros que el Ministerio de Salud le impuso a dicha empresa en cuanto se supieron los hechos. No está mal para ser pobres, casi podría decirse que les ha tocado “El Niño”.

Tras agotarse las vías legales para la experimentación con animales, el siguiente paso a dar, antes de sacar al mercado un medicamento nuevo, es probar su eficacia, posibles efectos secundarios e incluso fatales desenlaces en humanos. Lo deseable, es que se presenten voluntarios a quienes se informa pormenorizadamente de los riesgos que corren como individuos y de los enormes beneficios que de su estudio y seguimiento se derivarían de salir con éxito el experimento; Suelen prestarse a este procedimiento sobre todo religiosos que se han creído de verdad la Fe, parientes de afectados por la enfermedad investigada y personas que buscan dar sentido a sus vidas.

De no aparecer altruistas, lo siguiente que toca, es retribuir el riesgo a la persona que acepta se ensaye con su cuerpo, informándole igualmente de todos los perjuicios que de ello puede derivarse para su ser particular, más sin llegar a desanimarle, riesgo psicológico que de aparecer, pronto es contrarrestado metiéndole en bolsillo el beneficio inmediato que obtendrá, treta que suele salir bien dado que la gente que se presta a experimentos médicos por dinero, es por extrema necesidad, circunstancia donde pesa más la inmediatez de la retribución contante y sonante que un remoto problemilla que de surgir, nunca podía haber pasado en más feliz ocasión que rodeado de profesionales de la medicina que le tratarán como a un héroe, cuidados a los que un pobre no aspira, al menos en esta vida.

Pero sucede, que por tradición los pobres desconfían de todo lo que huela a matasanos – salvo en los denominados Estados del Bienestar, donde desmemoriados de su función de “conejillos de indias”, todavía acuden alegremente a que les curen; Pero eso va a cambiar en breve…- no resultando sencillo convencerles para que se presten voluntarios por dinero.

De no ser…que se les pinte el asunto como una campaña solidaria de una Oenegé que viene a ayudarles. Para este menester se escogen ejemplares con dolencias extraordinarios que como diría nuestra Vicepresidente, requieran intervenciones extraordinarias que seguramente por aquí ni se les permitiría intentar. Así los pobres son atendidos y nuestros médicos cogen experiencia…

Un modo menos complicado de obtener voluntarios es acudir a penales – da igual que sean de países pobres que ricos, ya que en las cárceles sólo se encuentran ejemplares pobres – donde se ofrece a los presos reducir condena o mejorar su régimen de reclusión a cambio de participar en el desarrollo de la ciencia.

Pero hay ocasiones en que ni por esas es suficiente. ¿Qué hacer entonces? ¿Es bueno moralmente privar a la entera especie del progreso por preservar un muy discutido derecho particular a la salud, la seguridad y la vida de unos cuantos ejemplares? Los nazis ya respondieron a esta cuestión por todas las indecisas democracias liberales, de modo que hoy la medicina que disfrutamos debe más a Mengele que lo que pudiéramos imaginar la carrera espacial debe al también nazi Von Braun inventor de los misiles U2 y posteriormente artífice de la llegada del hombre a la Luna.

En consecuencia, necesitamos experimentar con seres humanos aunque estos no quieran; lo podemos hacer con los de nuestra misma posición social o con seres cuya existencia es prescindible, con nuestra propia gente o con la de otras razas…Empero, lo que no nos podemos permitir, es que por evitar el daño a terceros, estando en nuestra mano hacerlo, dejemos que la arbitraria naturaleza escoja por nosotros y nos hagamos daño a nosotros mismos y nuestros seres queridos. Es muy fácil ser respetuoso con los demás cuando no se tiene más remedio. Pero si se tiene el Poder para usarlo en tu beneficio, el mal consiste precisamente en no emplearlo de ese modo.

¡Bravo! Entonces por nuestra industria farmacológica y los laboratorios médicos que aplican en la salud global los mismos parámetros de actuación que desde siempre rigen en las empresas dedicadas a la extracción de materias primas como madera, carbón, petróleo, gas…de cuyo comportamiento se siguen grandes sufrimientos de pueblos enteros que no caen en saco roto gracias a nuestro sabio aprovechamiento de su dolor, sólo que, ahora en vez de tratarse de recursos naturales, hablamos de recursos humanos.

Ida y vuelta al Hermitage

 

Así como los pobres hacen turismo acudiendo de compras a la quincena dedicada a la India en el Corte Inglés o yendo a comer a un chino los fines de semana, en estos tiempos de crisis, he decidido sustituir mi añorado viaje a San Petersburgo y hacer el Transiberiano, por ir en Alvia hasta Madrid y pagar religiosamente los doce euros que cuesta la entrada a la exposición que El Prado, en colaboración del Hermitage, ha tenido a bien ofrecer estos días a modo de regalo de Navidad.
Tras alojarme debidamente, apresuré el paso en dirección al Museo con la ansiedad de encontrarme con viejos amigos a los que no he tenido oportunidad de conocer ni en pintura, sólo por medio de reproducciones en libros o en diapositivas en clase. Así, pensando en el festín impresionista, abstracto, vanguardista que me aguardaba a eso de las seis de la tarde, recorrí toda la Gran Vía, no sin reparar en que a cada paso que daba, entre los centelleantes adornos de esta época del año, hombres anuncio vendiendo oro, chicas en las esquinas que si no lo valían, seguro que lo costaban, infinidad de puestos callejeros vendiendo lotería, espontáneos saliéndome al encuentro para rellenar una encuesta, una ya no inusual presencia policial, destacando la municipal – si no me crucé con veinte durante el trayecto, no lo hice con ninguno – la omnipresente hilera de comercios y restaurantes en competencia desleal con el perenne tráfico…mirase a la izquierda o a la derecha, era imposible esquivar la molesta presencia de gente durmiendo en la calle recubiertos de cartones o enfundados en una manta.
Hace tiempo que el fenómeno, no sólo ha dejado de ser noticia, que hasta puede haberse convertido en imprescindible seña de identidad para que una gran ciudad sea reconocida como tal, no digamos entonces, toda una capital europea que aspira a convertirse en sede Olímpica, pues de no haberlos ¡Habría que contratarlos! Pero esta vez, eran más que de costumbre en el santuario del despilfarro y el consumo en que se han convertido los centros de las junglas de asfalto.
Es verdad, que en esta ocasión, la postal humana no me impresionó tanto como cuando hace veinte años vi por primera vez tras el ventanal del autobús pasando por la M-30, una especie de trogloditas New Age alojados en los entresijos de la autopista al más puro estilo Carpanta – a todo se hace uno – e incluso me agrada ver de cuando en cuando a algún que otro desgraciado al objeto de no incurrir en lo que los Neoliberales han dado en bautizar “Riesgo Moral Social” de saberse rescatado en caso de extrema necesidad, salvo que seas un Banco, se sobre entiende.
Con todo, el contraste de una muchedumbre atiborrándose de hamburguesas y patas fritas, “Coca Trola” en mano, sin ningún pudor tras el escaparate del gigantesco “Mal Comas” con las escenas entrañables de los miserables navideños que invitan a despertarnos los más cálidos instintos cristianos, pegados a sus cristales como si vieran en la tele ¿Quién vive ahí?, arrancó en mi un impulso irrefrenable, parecido al que se parodia en la serie del detective “Monc” y sin pensármelo dos veces, di media vuelta, retrocedí hasta la entrada del hotel y desde allí, reloj en mano, me dispuse a contar los “Sin Techo” con los que me encontrara por la acera, al más puro estilo periodístico de contabilizar victimas de carretera o mujeres muertas a manos de sus…”amantes” queda mal, “amigos”, peor, mejor de sus asesinos.
Sin hacer trampas, o sea, sin computar los que se adivinaba en la acera paralela, ni dar por buenos los que desde las calles colindantes entraban por el rabillo del ojo, con paso firme y decidido rescaté de mi juventud la infantil costumbre de contar chicas guapas heredada de las enseñanzas del Conde Drako de Barrio Sésamo, solo que esta vez aplicada a los vagabundos, aunque sin puntuarles, más que nada porque llevaba prisa para entrar a la Pinacoteca Nacional, pues no crean ustedes, que entre el Cuarto Mundo hay más igualdad que en el Primero, ¡Ni mucho menos! también hay diferencias como he podido constatar en esta investigación de campo. No saben ustedes lo bien equipados que están los nuevos pobres en este país que va camino del subdesarrollo; Un poco más y podrían pasar por “Indignados”.
Como les decía, en un recorrido que no tendrá más de kilómetro y medio desde la salida del Metro en Gran Vía, Pasando por Cibeles, hasta llegar a mi destino, para el que no precisé – semáforos de por medio – más de un cuarto de hora, contabilicé entre las seis menos veinte y menos cinco, un total de cinco tumbados, según iba para el Prado.
Pero una vez dentro de la cárcel del Arte, hice un paréntesis mental para quitarme de la cabeza la escoria humana de nuestra ética y poder disfrutar del sublime espectáculo de la belleza estética. – Hasta cierto punto…si los que sufren, sufren y los demás sufrimos por ellos, aquí nadie se lo pasaría bien. En cualquier caso, durante esta mía enésima visita a El Prado, me percaté de un hecho singular que hasta este pasado Martes 13, me había pasado desapercibido, cuál es, la ausencia total de pedigüeños entre cuadro y cuadro o de personas durmiendo en sus escasos bancos en el interior de estos edificios dedicados supuestamente a la cultura. Por primera vez, caía en la cuenta de que en los museos, como en las zonas turísticas, es donde mejor un pequeño burgués puede disfrutar de sus cada vez más pequeñas libertades.
Sabiéndome a salvo de manos tendidas salidas de cualquier rincón, de miradas tristes que en “Efecto Doppler” me persiguen de horizonte en horizonte entrelazadas por las farolas, de voces cansinas suplicantes y demás atrezos de la mendicidad, me dispuse a pasear tranquilo entre las joyas del Hermitage en el corazón de Madrid. Allí Patterson, Rembrandt, Rubens, Cézanne, Monet entre otros muchos colocados sabiamente al inicio para no incitar en demasía al arrebato de los amantes del Arte figurativo, evitando con ello innecesarias quejas al consumidor, que podrían derivarse de presentar el susto vanguardista que les puede suponer “Juego de bolas” o “Conversación” de Matisse, donde uno sobrelleva mejor la corrupción política al enterarse súbitamente de la muerte del arte, si es que antes no se queda a cuadros mirando “Mujer sentada” de Picasso.
Pero la paz espiritual que proporciona la mirada contemplativa de la belleza, el éxtasis de los sentidos ante lo sublime, la percepción intelectual de hallarse uno ante lo Absoluto, no duró mucho: Sólo hasta las ocho. Terminada la visita a la exposición del Hermitage, me vi enfrentado a desandar el camino que me había llevado hasta allí, trecho que se me antojó ahora más cuesta arriba de lo que la física sería capaz de aceptar como plausible, pues desaparecida la prisa y la ansiedad de visitar el museo, como que regresar al hotel no era lo mismo. Sólo una cosa me sirvió de entretenimiento haciéndome más llevadero el regreso, a saber: contabilizar de nuevo los desgraciados que han de dormir al raso, para comprobar si habían disminuido o aumentado.
Mientras contaba gente tirada en el suelo, reflexionaba sobre la distancia que media entre la Ética y la Estética que aunque parezca absurdo, va más allá que la diferencia fonética que media entre la Astronomía y la Gastronomía. Sea como fuere, el lapso de tiempo se me hizo corto porque según me acercaba al alojamiento, la marca anterior fue pulverizada de manzana en manzana, hasta llegar a la nada despreciable cantidad de 22 personas durmiendo en la acera, número que da para montar un equipo de fútbol profesional o hacer una propaganda de la Lotería Nacional. ¡Estaba entusiasmado! Dado que, ya antes de entrar al museo nació en mi dar cuenta de todo ello y sobre la marcha fui construyendo este artículo que ahora les presento, por lo que no quedaba nada mal que la cifra lejos de mantenerse estable o disminuyera, hubiera subido tan espectacularmente en menos de tres horas.
Estando casi al lado de mi Hotel, en la Plaza del Carmen, observé bajo unos andamios un bulto sospechoso. Estuve por pasarlo por alto, pues en principio, no se ajustaba a lo estipulado. Ante el dilema de si sumarlos al cómputo traicionando mi estadística o por el contrario darles el visto bueno corrigiéndola, decidí acercarme para comprobar si se trataba de un vagabundo más o si por el contrario, solo era algo de lo que en opinión de la Concejal Ana Botella, debería ocuparse la Brigada de Limpieza. No crean ustedes que fue tarea fácil despejar la incógnita, entre lo oscuro que estaba aquello, la poca vista que tengo y que los muy sinvergüenzas se tapaban hasta la cabeza, casi me voy de allí sin contarles; ¡Menos mal! que la naturaleza nos ha dado pies y mantas cortas para poder adivinar que bajo aquellas con tres pies sobresaliendo, había no menos de dos personas.
En ese momento me asaltaron infinidad de preguntas como por ejemplo ¿ Están allí por su propia voluntad? ¿A caso por su mala vida? ¿Por qué no van a un albergue? ¿Son buena gente con mala suerte? ¿O por el contrario son mala gente que se merece estar como está?…Acordándome de la sabia advertencia de Spinoza de que “el preguntar no tiene fin” me dispuse a cruzar la plaza, asaltándome la duda de si debía o no ayudar a aquella pobre gente que iba a pasar la noche a la intemperie sin nada caliente que llevarse a la boca, mientras yo dormiría en una habitación con cama limpia, ducha, televisión en color y conectado al WiFi. ¡No era justo! No era justo que alguien tan sensible como yo, tuviera que tenerles justo al lado. ¿Dónde estaban los Servicios Sociales madrileños, me da igual que sean los de Zapatero, los de Rajoy, los de Gallardón o los de Aguirre para apartarlos de mi presencia?
Pero, pensándolo mejor, dado que de la temática yo iba a sacar provecho escribiendo todo este artículo y el motivo de su malograda circunstancia particular venia que ni de perlas para destacar mi calidad como persona, tome la decisión de desempolvar mi instinto caritativo, comprándoles algo de fruta, embutidos, pan, galletas y cerveza en un supermercado cercano, bolsa a la que adjunté veinte euros extra en metálico para que pudieran desayunar y comer algo caliente al día siguiente. ¡Quedé como Dios! Me dieron las gracias mil veces, pero no consentí que fuera a cambio de nada: me enteré de que eran dos hermanos, que su madre había fallecido y la casa donde vivían se la había comido el banco, que no tenían sitio en los albergues, que no les permitían entrar en los bares….en fin, un melodrama al que solo faltaba el acento.
Esa noche dormí a pierna suelta recordando haber estado cerca de los genios de la pintura y de haber tocado con la yema del dedo índice derecho el cuadro “Negro sobre blanco” de mi admirado Malévich. Pero sobre todo, de lo que más feliz me sentía, era de saberme una excelente persona, hasta el extremo de preguntarme ¿Por qué soy tan bueno? antes de cerrar los ojos.

Microcréditos a la española

La presencia en España del Premio Nobel de la Paz y fundador del Banco Grameen, Muhammad Yunus, que acaba de inaugurar en Valladolid, la V Cumbre Mundial Contra la Pobreza, siendo como es el pionero de los microcréditos, nos motiva lo suficiente como para reflexionar que su referencia no podía llegar en mejor momento.
La ciudadanía está acostumbrada a los macrocréditos para comprarse una casa a veinte años, un utilitario con cómodas mensualidades, unas vacaciones a plazos. ¡En fin! Todos esos lujos propios de nuevos ricos para los nietos e hijos de emigrantes que nunca llegaron a entender aquello de “lo bien que se vivía con Franco…en Alemania”.
Pero ¡Ya están aquí! Los aplaudidos y reverenciados microcréditos que han hecho posible soñar con el “sueño americano” justa retribución al pobre emprendedor que no se resigna a vivir y morir pobre por el mero hecho de haber nacido así, auténtico factor disuasorio de apetencias revolucionarias que viene a decirnos, que el que padece la pobreza, es debido a su indolencia o mala gestión de sus oportunidades, cuando no por sus vicios y malas costumbres que lo envilecen cada vez más.
No es casual la visita de este banquero bonachón a nuestro mercado financiero en un momento en que hay más de cinco millones de parados, más de doce millones de pobres declarados, dos millones de ciudadanos comiendo gracias al Banco de alimentos, Cáritas camino de ganarse el cielo…Porque puede ser un filántropo, pero su filantropía va detrás de unos resultados. Y hemos de reconocer que el mercado español en cuanto a índices de miseria ya está en condiciones de ofrecer buenas perspectivas de futuro para abrir una sucursal entre nosotros e hincharse a conceder microcréditos a los Españoles ávidos de volver a consumir como antes, aunque tenga que ser en metálico en chinos y mercadillos y no ya a todo trapo con la Sisa Oro y la tarjeta del Corte Inglés.
Supongo que este banquero habrá encargado el preceptivo estudio de viabilidad del negocio que tiene entre manos, por lo que no le pasará desapercibida ni la acuciante necesidad que miles de personas están atravesando en nuestro país, ni la idiosincrasia del carpe diem en la que se ha forjado durante siglos. Así, si en países como la India, los microcréditos se concedieron para que los pobres pudieran abrir un pequeño negocio y jugar al Monopoly de verdad, aquí, Yunos tiene muy claro que su oportunidad está en concedérselo a los jóvenes mimados para que pasen el próximo fin de semana de botellón, para que las chicas se compren ese vaquero ajustado que levanta el culo, para que el padre de familia pueda comprarse el tabaco diario, la gasolina para ir a trabajar…
Los organizadores de la cumbre confían en que la cita de Valladolid permita para 2015: que 175 millones de las familias más pobres del Mundo, reciban créditos para financiar el autoempleo y que 100 millones de esas familias logren unos ingresos diarios de un dólar. No sé como les irá en el resto del planeta; De lo que estoy seguro es que en España lo primero, lo de convertirnos todos en autónomos lo veo inviable con la vocación de funcionarios que tenemos ya retratada por Galdós en “Miau! Pero de lo segundo, tal como vamos, no me cabe ninguna duda de que se alcanzará, más pronto que tarde. Por eso mismo, ustedes podrán observar como las grandes marcas se han apuntado a la campaña ¡Todo a un euro! en los embutidos, las hamburguesas, los desodorantes, etc.

Extranjero rico; Extranjero pobre

Ya pueden decir lo que quieran las tradiciones judeocristianas o sus herederas hegelianomarxistas sobre el signo positivo del final de los tiempos o de la historia en el que prevalecerá el Bien sobre el Mal, que de momento, lo único de lo que tenemos constancia es de lo contrario; sirva de prueba que pese a reconocerles como los malos malísimos de la escena, desde Caín, hasta el Dr. House, los personajes más despreciables o reconocidos como tales en la imaginaria vulgar, son en cambio, los mejor recordados que de ahí a admirarlos sólo hay un paso, por ejemplo Calígula y Nerón entre las decenas de Emperadores Romanos, Barrabás frente al buen ladrón, Hitler entre los gobernantes alemanes o Falconetti de la célebre serie “Hombre rico; Hombre pobre” que inspira estas líneas.

Este verano a nuestras playas como de costumbre llegan en vuelo charter turistas a tomar el Sol, gentes en patera a las que broncearse no les hace falta y por ello se ponen a trabajar como esclavos y traídos por la marea, algunos cuerpos subsaharianos que esperamos den algún servicio a las facultades de medicina para cubrir los gastos que genera su continua recogida y almacenaje. También durante estos meses comprobamos como quienes vienen ilegalmente, apenas causan problemas de orden público – para eso tenemos a los perroflautas del 15-M que deseaban atentar contra el Papa con un coctel Molotov – mientras aquellos a los que hemos dejado entrar con todas las de la Ley se lo pasan bien haciendo el gamberro como ha ocurrido en Lloret de Mar o causando alborotos en Madrid – ¡Perdón! El del coctel Molotov era un exaltado de la JMJ – y sin embargo los primeros acaban en los Centros de Internamiento para Extranjeros y los otros se les permite continuar con la fiesta, cuando en sus países de origen como podemos observar ocurre en Londres se les hubiera juzgado y encarcelado por vía sumarísima.

Y es que, sin que se diga en el Tontodiario, si los esquimales como en un anuncio de detergente saben distinguir una docena de tonalidades de blancura, nosotros en España no nos quedamos cortos a la hora de discriminar entre extranjeros, siendo la primera diferencia la que establecemos por su nivel adquisitivo entre extranjero rico y extranjero pobre; Porque no somos un país racista, sino clasista. El racismo sólo lo usamos para diferenciar en un segundo nivel. Por ejemplo, un eslavo rico ha de gastar más que un Yankee para ser atendido con la misma simpatía, como un árabe ha de derrochar el doble que un eslavo para obtener el mismo reconocimiento; Más difícil lo tienen los asiáticos y los negros ni os cuento, estos como mínimo además de derrochar, han de ser muy educados, superlimpios, con carrera, elegantes al vestir, y aún así, ya lo dejaron claro en “Adivina quien viene a cenar esta noche” siguen sin ser aceptado como uno más de nosotros aunque se alisen el pelo y digan que les gusta Elvis.

La verdad, es que lo tenemos mejor montado que el Apartheid en Sur África, que de visible que era, resultó ineficaz para el mismo propósito que aquí todos perseguimos: la felicidad sostenible de los seres humanos. Nuestras Leyes democráticas dignas de Nuremberg, dividen a la población en nacionales y extranjeros; a los extranjeros en Comunitarios o extracomunitarios, los extracomunitarios en turistas e inmigrantes y finalmente, los inmigrantes en legales e ilegales. Pero como digo, al final, esta clasificación del personal se supedita al poder adquisitivo del sujeto a clasificar, cosa que sin pensarlo bien repugna a mucha gente pero que de meditarlo un poco más, es evidente que eso es mejor a que sea por asuntos tan subjetivos como la belleza, nivel cultural o capacidad para jugar al ajedrez, lo que no quita para que en ocasiones así suceda en casos aislados con modelos, escritores o deportistas que entran por la puerta grande a gran velocidad. Lo cierto, es que no se hace nada distinto a cómo dividimos a los nacionales y en consecuencia no le podemos reprochar a la sociedad española aplicar a los demás una medicina distinta a la que toma ella misma.

Sin embargo, hemos de reconocer que tratamos mejor a nuestros gitanos quienes ya llevan tanto tiempo entre nosotros que toleramos – que bella palabra “tolerancia” que nos sitúa por encima de lo tolerado en lugar de emplear esa mierda del “respeto” – su afición por vivir en el extra-radio en campamentos chabolistas, cuando a los rumanos pronto les hostigamos para que levanten sus improvisados asentamientos, auténticos focos de infección moral-sanitaria. Por eso la reciente irrupción en un pinar junto al Pantano de La cuerda del pozo en Soria, de dos millares de franceses y holandeses sin el permiso correspondiente, va a poner a prueba una vez más nuestra capacidad para distinguir entre pueblos y gentes.

De entrada ¡Ya vamos mal! Si se han percatado, el único fallo de los medios de comunicación en el caso de Lloret de Mar, fue dar a conocer los hechos, cosa que se pudo haber evitado para no dañar la imagen del turista como se ha hecho; No obstante, fíjense en que se tuvo la precaución de no tratar la noticia como suele hacerse con los casos de rumanos o subsaharianos cuyas nacionalidades pronto salen a la luz para incriminar a todo su grupo étnico, racial o nacional; en el caso de Lloret, no se citó ninguna de las nacionalidades implicadas, aunque todos tenemos muy claro que eran la mayoría ingleses…¡Así se debía haber hecho en el caso actual de Soria! Pero no…en la primera noticia, ¡ale! a comentar a los cuatro vientos que son franceses y holandeses…¿Por qué? ¿Por qué esta diferencia de trato?

Es difícil dar con la respuesta de guiarse por la raza, tanto los de Lloret como los de Soria son caucásicos, tampoco sirve la religión mayoritaria que será la cristiana, menos nos ayuda su condición Comunitaria y dudo mucho que su pertenencia o no al euro sirva para contestar. Lo que resuelve la cuestión, es ni más ni menos que mientras extranjeros blancos cristianos comunitarios turistas de Lloret de Mar vinieron en avión, ocupando hoteles para dejarse la pasta en discotecas y comercios, estos otros de Soria, han venido en caravanas, acampando al aire libre sin dejarse un duro en nuestros hoteles, Campins, cafeterías o restaurantes.

Para finalizar esta divagación, traigo a la memoria la observación que me hiciera en la terraza de un hotel de cinco estrellas en Fuengirola mi amigo Tavo de profesión mecánico de la economía sobre la ausencia de pedigüeños en las zonas turísticas; lo más que se consiente cerca de los giris son vendedores ambulantes que no espantan el negocio hotelero aunque hunda al pequeño comercio. ¿Cómo debe ser! La miseria debe hacer competencia a la miseria y la escoria ha de vivir junto a la escoria. Por eso, las clases bajas son mucho más racistas y xenófobas que las personas pertenecientes a la clase alta de la sociedad que desde la distancia gozamos de una perspectiva más objetiva del problema pudiéndonos permitir ser tolerantes y sobre todo generosos con su prójimo y toda la humanidad, siempre y cuando se queden en sus lugares de origen y no vengan a abusar de nuestra caridad.