A estas alturas, año y pico después de que Patxi López y Antonio Basagoiti se constituyeran en lo que este último llamó “pareja de hecho”, se entera el PP de que el gobierno que sostiene destina un puñado de euros a echar una mano a las ikastolas de Iparralde, vade retro. Sorprende el despiste de los de la gaviota, porque la subvención se anunció con luz, taquígrafos y hasta fanfarrias, mayormente para que se viera que los nuevos ocupantes de Lakua también tenían su corazoncito vasquista. Ha tenido que venir el diario El Mundo en plan acusica para que los populares se cayeran del guindo y montaran la escenita correspondiente.
Sorpresa sobre sorpresa, llama la atención aún más que haya sido Iñaki Oyarzábal, que no suele mostrar la inflamada vena rojigualda que caracteriza, por ejemplo, a Carlos Urquijo o Santi Abascal, el ejecutor del rasgado de vestiduras. Entre aspavientos y clamando por la traición al sacrosanto “acuerdo de bases”, el ideólogo de la política Pop de su partido ha dicho que esas ayudas sólo sirven “para formar la estructura nacionalista al otro lado del Bidasoa”. Seguramente ignora el fan de Pignoise que uno de los que las celebra con más intensidad es su correligionario Max Brisson, cuya militancia en la UMP -sí, el partido de Sarkozy- no le impide ser el presidente de la Oficina Pública de la Lengua Vasca. ¿Será un furibundo abertzale infiltrado? Resulta poco verosímil.
Adiós a las ayudas
No creo que mintiese Idoia Mendia cuando aseguró que el sustento parlamentario del Ejecutivo López estaba al corriente de todo. Simplemente, lo daba por hecho porque, como hemos dicho, la noticia tuvo amplia difusión. Tampoco me parece lo más destacable de las palabras de la portavoz. Los sustantivo está en el anuncio que le tocó hacer, curiosamente, a una de las personas con mayor sensibilidad euskalzale del actual Gobierno: sólo habrá dinero para las ikastolas de Iparralde si sobra algún pico por ahí -y ya sabemos cómo de apretados van los cinturones- y, en cualquier caso, el grifo se cerrará en 2013.
Cabe la reacción voluntarista -¡Bah, para entonces habrá otro inquilino en Ajuria Enea!-, pero no creo que eso tranquilice mucho en Seaska. Hay decenas de proyectos millonarios comprometidos que encallarán si no llega la ayuda del sur. Y peor que eso: va a ser muy difícil, si no imposible, mantener lo que se ha ido consiguiendo en los últimos años, que ha sido menos de lo deseable pero más de lo imaginable. ¿Nos importa algo por aquí abajo? Ojalá sí y busquemos cómo impedirlo.