Nos las prometíamos muy felices con los pasos que no serán en balde de Rodríguez Zapatero, la música y la melodía de López Álvarez y las cosas que el Gobierno español no puede dejar de lado de Jáuregui Atondo. Hasta las esfinges de Pérez Rubalcaba y su sosías local Ares Taboada movieron levemente una ceja apuntando al horizonte donde llevamos esperándoles un buen rato. Parecía, como escribió Xabier Lapitz, que había sonado la hora de pisar el acelerador. Pero ahí se ha quedado todo, en un demarraje feroz que ha tardado un suspiro en regresar al familiar trote cochinero. Los que se apresuraron a decir digo se han vuelto a instalar en el Diego de toda la vida. ¿Por qué?
Vayamos con la hipótesis número uno: vértigo. Pasar de cero a doscientos en tres segundos no está al alcance de cualquier estómago, y menos, si falta entrenamiento. Ha llovido mucho desde los días de Loiola, y con lo baqueteado que ha llegado el inquilino de Moncloa a este minuto del partido, su cuerpo leonés no está para esprintar como cuando era un juvenil del poder en la recién estrenada primera legislatura. Si es eso, humana comprensión y paciencia. Dejémosle que vaya a su ritmo. Pero que vaya.
Qué diran
Peor sería que el frenazo respondiera a la conjetura número dos: miedo al qué dirán. De natural impresionable, a Zapatero le han podido temblar las canillas al ver lo mal que se ha tomado la caverna mediática el tímido cambio de lenguaje. Ustedes, que son prudentes, seguramente se guardan mucho de acercar sus ojos o sus oídos a esos pozos sépticos del fondo a la derecha, pero yo, que desayuno y meriendo a su vera, les doy fe de que no se recordaba una ofensiva igual desde el asedio a los Intxortas. En aquellos andurriales, la serpiente es la gran coartada, el fetiche universal que les provee de argumentos y pecunio, y no van a dejar que nadie acabe con ella ni por las malas ni por las regulares. Por ahí podría venir el ataque de prudencia monclovita, pero no lo creo.
Me inclino más por la teoría número tres, que es la que he defendido tantas veces aquí: puro teatro. O culebrón, para ser más preciso con el género. Como en los seriales de la tele, el capítulo que vemos cada día se ha grabado un par de semanas antes. Mientras se emite, se están rodando nuevos episodios, cuyo contenido sólo conocen los guionistas, el reparto y el equipo de producción. Especulamos, en resumen, con el pasado. Lo que de verdad está pasando ahora mismo no lo sabremos hasta dentro de quince días. Sospecharlo relativiza todo. ¿O no?
Oso ondo, Javier, betiko bezala. Zorionak!
bonita reflexión…que comparte la mayoría de la gente. Sigue independiente , dependiente de lo verdadero y razonable Javier.