Cuantos más detalles conozco sobre el caso del profesor detenido en Erandio acusado de pederastia, más dudas me asaltan. Y ojalá fueran sólo dudas. Pero es que también crece mi desconfianza hacia las manos en que supuestamente está nuestra seguridad. El autocomplaciente relato oficial de los hechos -cómo no, al ilustre diario de cabecera para las filtraciones- es una novelucha de a duro, una parodia de un mal capítulo de C.S.I. o Bones. O una aventura de Anacleto, agente secreto en colaboración con Pepe Gotera y Otilio. El drama se vuelve doloroso esperpento.
Resulta que la primera denuncia es de hace más de tres meses, pero hay que esperar a las vacaciones de Navidad para instalar un dispositivo videográfico en el centro. Ni en la NASA los debe de haber tan complejos como este, que no podía ser colocado por la noche, en fin de semana o en el largo puente de principios de diciembre. Oh, prodigio, en el minuto uno de funcionamiento del ingenio, las cámaras retratan al pederasta en acción y -nos dice la crónica autorizada- los agentes, que están en la comisaría a doscientos metros, salen a escape a detenerlo. Eso corrige el escándalo que provocó la primera información, cuando se dio a entender que antes de entrar en acción se había grabado amplio y abundante material probatorio. Tremendo, teniendo en cuenta quiénes eran los cebos y a qué estaban siendo expuestos.
“Todo muy atado”
Se narra también en la glosa edulcorada de la operación que la Dirección del centro y los padres que presentaron la primera denuncia fueron puntualmente informados. Por lo visto, al resto de amas y aitas no les incumbía lo que durante esos tres meses pudieran hacerles a sus hijos. La justificación, comprensible si estuviéramos hablando de otro delito, es que los jueces se ponen muy tiquismiquis. En palabras literales de una fuente de la investigación, “Hay que llevar todo muy atado porque es una acusación muy grave”. En otros asuntos no se andan con tantos miramientos.
Por si fueran necesarios más elementos para la desazón, el estupor y la indignación, la desgracia atrae al lugar de los hechos a decenas de escarbadores amarillos provistos de cámara de fotos y grabadora. La carrera consiste en acercarse hasta donde sea posible al epicentro de la mugre. ¿Que hay que arrancarle unas palabras a la madre del detenido? Hágase en aras del sacrosanto interés informativo, que también da licencia para convertir en titular cualquier frase dejada caer en medio de la confusión y de la rabia por quien se ponga a tiro.
Una profesora que nunca abusó de ella dijo:»Era un cielo de hombre».
Cielo gris tirando a negro ,claro.
En otra ocasión de malos tratos por parte de una niñera vi hace unos años, arrear un hostión de impresión a un bebé, por parte de la cuidadora tras tener cámaras también instaladas.
Poniendose en riesgo como se ponen esas víctimas y siendo menores, la verdad creo que la sospecha debiera ser suficiente.
Porque por amor a la Justicia, parece como si esos diligentes policías se llegaran a convertir de una cierta forma en complices.
Es increíble cómo han tratado los medios esta noticia tan triste. De acuerdo con que crea alarma social en el supuesto de haberse cometido el delito; pero no olvidemos que tras el endurecimiento del código penal como máximo le caerían 6 años y que al no tener antecedentes se quedarían igual en 2 años máximo. En el telediario apareció la noticia después del asesino de Olot que habían matado a 4 personas, y el bombo que le ha dado El Correo a esta noticia en la que se ven afectados niños muy pequeños es intolerable. Filtrando una operación de la Ertzaina a los que no quiero imaginarme entrando allí como los hombres de Harrilson; vamos que cualquiera en esa situación confiesa que ha matado a Manolete. Ya aparecieron los políticos de turno apuntándose el tanto. Y no olvidemos que encima todo es «secreto del sumario»