La política y la realidad

Se me acababan los caracteres de la última columna, y antes del punto final dejé como corolario una frase que algunos lectores encontraron artificiosamente preñada de demagogia. “Claro que todos y cada uno de ellos tienen un buen techo asegurado”, anoté sobre los autores del anteproyecto de la ley vasca de vivienda que había puesto a escuadra en las líneas anteriores. Hecho el pertinente y siempre sano examen de conciencia, y a riesgo de ser acusado de sostenella y no enmendalla por pura cabezonería, mantengo lo dicho y añado dos huevos duros: la moraleja aparentemente panfletaria es extensible a la inmensa mayoría de los redactores de cualquier tipo de leyes o decretos que ordenan nuestra vida. Puede que hayan consultado con técnicos e incluso, que estén inspirados por la mejor de las voluntades o se hayan hecho dos cursillos para afinar la empatía, pero les falta lo fundamental, el conocimiento de primera mano de aquello sobre lo que van a legislar.

Difícil solución

Es un mal de la política de todo tiempo y, me temo, sin solución. Las decisiones las toman aquellos que no van a verse afectados por ellas y que ni imaginan -o prefieren no hacerlo- su resultado práctico para quienes sí tendrán que pechar con sus consecuencias. Nos encontramos así con que alguien que manda a sus hijos a exclusivos centros privados dicta las normas que deben regir en la educación pública o que quien lleva lustros sin subirse a un autobús urbano establezca líneas y horarios de un servicio que desconoce profundamente. Convenientemente asesorados, llegan como mucho a aprenderse el precio del billete de metro o de la villavesa durante la campaña electoral, porque saben que es una de las preguntas de manual en las entrevistas de esos días. Si te sales del guion, les creas un problema. Nunca olvidaré el tremendo enfado de un alcalde al que le pregunté si sería capaz de sacar una papeleta de la OTA de las infernales máquinas que había mandado instalar en su ciudad.

Decía el domingo Miguel Sánchez-Ostiz en Noticias de Navarra que era estéril preguntar a la mayoría de los políticos si la botella estaba medio llena o medio vacía. Independientemente de la filosofía que pudieran echarle a la respuesta, explicaba, la suya siempre estará llena de whisky de malta de la mejor marca y la mejor añada. Manejándose en esas coordenadas vitales, tan lejanas a las del común de los ciudadanos de a pie, es materialmente imposible que las leyes que promulgan se ajusten a las necesidades reales. Pero ellos ni lo ven ni lo sufren.

5 comentarios en «La política y la realidad»

  1. Lo cual evidencia lo esteril que es votar en unas elecciones. No sirve para nada. Pero no porque votar en sí como instrumento de la democracia sea ineficaz, sino porque el problema está en los representantes. ¿Quiénes son? Por qué están ahi, si no saben sobre qué legislan. ¿A quién representan? El otro dia oía decir a Carlos Fernandez Liria que un importante empresario americano dijo que por supuesto habia lucha de clases y que los ricos la estaban ganando por goleada. Daniel Innerarity ha comentado varias veces el peligro de desaparecer la política por ser absorvida por el mundo económico tal y como está hoy. Daba incluso la opción a la izquierda de recuperarse devolviendo la política a su verdadera dimensión. Las pruebas del desfase entre politicos y ciudadanía, entre representantes y representados son tan evidentes. Y de momento todo es puro nihilismo. Nada sobre nada.

  2. Ya lo pillo! los políticos profesionales hacen como los curas cuando (se supone) hacen voto de castidad y sin tener ni idea de sexo, luego nos dicen a los demás cómo y cuándo podemos follar.

  3. Hombre Peio, que digo yo que, si aceptamos el argumento de que alguien que ha decidido renunciar al sexo no debe opinar sobre las costumbres sexuales de los demás, por la misma regla de tres tampoco debería opinar sobre la Iglesia Católica la gente que haya decidido renunciar a dicha religión. Que a mí ni me va ni me viene, perooo por comentaaar…

  4. Blog muy acertado (y valiente, por cierto). Se me ocurre al respecto que la palabra ¨Democracia¨se usa muy a la ligera hoy en dia y casi siempre, como sinonimo de «Democracia representativa» o ¨Partitocracia». La «Democracia Directa» (referendums, consultas, participacion ciudadana, etc) esta realmente muy restringida en nuestra sociedad. Una sociedad libre y con altos niveles de educacion (para evitar el triunfo de la demagogia) se veria muy fortalecida del uso de la Democracia Directa. La alternativa a esto, me temo, puede ser el declive de la partitocracia y la desafeccion de la sociedad con la vida politica. Solo por comentar. Eskerrik asko!

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