Haré huelga, sí. Mañana mi columna no estará en estas páginas y mi voz no sonará en Gabon, ese refugio de puertas siempre abiertas y cada vez más frecuentado en la sintonía de Onda Vasca. Casi todos los argumentos racionales, empezando por el hecho de que quienes van a resultar directamente perjudicados por mi decisión nada tienen que ver con el monstruo invisible al que hace frente esta convocatoria, me señalaban que lo más correcto y coherente era no secundarla. Últimamente, sin embargo, mis pasos parecen estar alentados, como cuando tenía veinte años, por una corriente que no parte del cerebro sino de las vísceras. Me gustaría pensar que ha sido el corazón -querría decir que lo conservo- y no el hígado quien me ha hecho apostar esta vez por la belleza del gesto inútil.
Gran apoyo el mío, ¿eh?, que de saque doy por sentado que, salga como salga lo de mañana, cuando nos levantemos el viernes, igual que el dinosaurio de Monterroso, los motivos para el cabreo seguirán estando ahí. Una cosa es que a uno le queden unos gramos de romanticismo seguramente trasnochado y otra muy distinta, que se haya vuelto definitivamente ciego. No se puede tapar el sol con un dedo. Ni la precariedad ni los recortes sobre lo ya recortado van a desaparecer porque durante una jornada hagamos como que estamos muy enfadados y dejemos de respirar.
Vientos y tempestades
Los primeros que lo saben, salvo que hayan agotado hasta la última hebra su capacidad de análisis, son los sindicatos que nos han llamado a la protesta. Y si, además, conservan una mínima reserva de autocrítica, también deberían ser conscientes de su parte de culpa. Confundiendo derechos con privilegios, negando las evidencias y las verdades incómodas, convirtiendo las relaciones laborales en un cuentito de obreros buenos y empresarios malos, ellos también sembraron los vientos que nos han dado como cosecha la tempestad que tenemos encima.
Frente a ella, el único y triste parapeto es un derecho limitado al pataleo que recibe el nombre de huelga general. Cualquiera que no pretenda engañarse tiene claro que se trata de un residuo del pasado. Está por demostrar que fuera útil alguna vez; hoy, sencillamente, es una especie de representación carnavalesca, donde luce lo simbólico y se da por perdida la efectividad. Algo de ruido y ninguna nuez. En el mejor de los casos, una catarsis para que quienes participen en ella tengan la sensación, siquiera temporal, de que no han entregado el partido sin jugarlo o de que tienen vela en este entierro, que es el suyo.
100% de acuerdo.
Comentábamos esta mañana, que esto es como la huchita del Domund (o era, ya no sé si se hace), que eres consciente que vale de muy poco o casi nada, pero si no echabas 20 duros (hoy 1 euro) eras como una especie de hijo de… con patas… Y por si acaso…
Eso sí, es/era como un spa para la conciencia, y eso también vale… supongo…
Otro ciudadano anónimo que sale a la huelga como tu. Servirá para que el jefe me apunte en su lista, servirá para que me quiten una pasta, pero ahí debemos estar. Debemos evitar que esta sociedad sea como la de antaño, los señores feudales y nosotros los plebeyos.
un saludo
Jo… yo quería escribir algo en mi blog y te has adelantado así que ahora teclearé algo sobre pájaros y flores. Bastante de acuerdo y yo me sumo al gesto inútil, pero es que el pataleo es lo que nos queda cuando nos quieren imponer de todo para que los banqueros sigan mandando en el mundo. El viernes seguirán mandando pero mi conciencia se sentirá mejor. Es como un amigo que tengo que después de salir del baño tras las aguas mayores dice aquello de «ya me siento mejor persona».
Buff! ¿Y el espíritu de lucha?. Hace poco he leído por ahí aquello de que «los empresarios siempre están en lucha contra los trabajadores y que esta guerra la tienen ganada por goleada». Jodida verdad.
Por lo de mañana, pues mi jefe no ha dicho nada así que vendremos a trabajar. !A ver quién se niega en una empresa de 8 trabajadores con cero multiplicado por infinito de conciencia social!!De respeto por uno mismo! Quizás me una a los de arriba, incluido Javier Vizcaíno, en lo de hacer huelga lamentándolo, pero me uniré solo en el lamento. Mis derechos me los han robado mis compañeros, ETA con su falsa e hipócrita revolución socialista, mi jefe por supuesto, una sociedad consumista y egoísta, y las miles de personas que se cruzan conmigo por la calle encerradas en un obscuro y estúpido egoismo. Y me acuerdo de Marinaleda, ese pueblo de Andalucía, que se ve más como un chiste que como una realidad de la que tendremos que sacar algunas lecciones. Las huelgas, generales o no, siempre han sido útiles. La lectura es simple. Si no me pagas el valor real del producto que te ofrezco, no te lo doy (la mano de obra). Los empresarios hacen lo mismo y no pagan (mira el de marsans). Sin más como dice hoy en día todo el mundo, triste y abatido, voy perdiendo un poco más de mí mismo, de mi integridad, de mi desarrollo, de mi familia,…joder de mi dignidad, coj… Y esto es porque realmente estoy enfadado. Un poco más hundido en la miserable sociedad que quieren construir para nosotros a base de decretos. Una pregunta estúpida ¿gobernar a base de decretos y sin base social no es una manera de dictadura?
No me explico como puede costar tanto argumentar por qué existen razones positivas para hacer huelga y sin embargo dedicar casi todo el post a decir
que no merece la pena. Argumentando de forma negativa. No lo entiendo. No sé donde estan las visceras o el cerebro.
Un ejemplo de argumento positivo, podía ser lo que está haciendo desde hace días Jose Luis Burgos http://bit.ly/i7L1G3 en condiciones tan duras.
Solo por esto ya tenia el autor argumentos y justificaciones afirmativas para un discurso aleccionador.
Y no confundir con ingenuidad. Estamos hablando de dignidad y protesta, no de quejarse y lamentarse dejandose llevar por nihilismo.
Parece que no solo dejamos que nos roben el salario y la pension, sino hasta el lenguaje dejamos que nos lo roben. Y así nos salen los discursos.
¿Es que ya no somos ni capaces de decir las cosas de otra manera cuando más razones existen?