A Zapatero le han puesto fecha de caducidad. El 2 de abril, según la versión más extendida, o el 26 de marzo, de acuerdo con otras bolas de cristal, el optimista antropológico asumirá la evidencia y anunciará que se echa a un lado en su partido. Son tantos y, sobre todo, tan cercanos los heraldos que se están haciendo lenguas del asunto, que la profecía resulta verosímil. El resto de indicios parecen confirmarlo. Esta inusitada belicosidad que recién se le ha despertado en la cuestión de Libia, por ejemplo, cuadra perfectamente con el ánimo de alguien que se sabe amortizado. De perdidos, al río de la Historia. Que el azar decida si se le recuerda por la guerra en que no quiso intervenir o por la que apoyó con una determinación que en él parece sobreactuada. Tal vez, ni por lo uno ni por lo otro. La memoria es caprichosa. No sería extraño que sólo quedara en el imaginario colectivo futuro como el presidente que tuvo la ocurrencia de bajar el límite de velocidad de 120 a 110 kilómetros por hora. ¡Con lo que le hubiera gustado ser el mandatario que certificó el fin de ETA! Aunque ocurriera mientras él todavía esté en Moncloa, ese laurel no se lo llevará, me temo.
El factor humano
Mucho más que el análisis político de lo que su marcha pueda suponer, que se sustanciará en la misma victoria por goleada del PP que se produciría quedándose, me interesa el lado humano del lance. Pagaría un café por saber qué pensamientos bullen en su cabeza en estos minutos, días, semanas y meses que ya todos sabemos que son los últimos o, en el mejor de los casos, los penúltimos. ¿Qué sentirá al ver que aquellos que en las maduras le hacían reverencias y cucamonas ponen ahora tierra de por medio como si tuviera la peste y no lo quieren ver a doscientos kilómetros a la redonda de sus mítines? ¿Cómo puede mantener el tipo presidiendo un consejo de ministros en que están presentes media docena de Judas que lo andan subastando en corrillos y chauchaus? ¿De cuánto cuajo tiene que hacer acopio para manyar, como reza el tango de Santos Discépolo, que a su lado se prueban la ropa que va a dejar?
Pérez Rubalcaba, Chacón, Blanco, Bono, Fernández Vara, López, Jáuregui –tu quoque, Ramón?-, Barreda el manchego… Todos le deben, como poco, un par de favores, pero por lo visto, también a todos los afrentó con esto o con lo otro, y eso pesa infinitamente más a la hora de arquear la caja o, para ser más certeros con la metáfora, de ajustar las cuentas. Tomen nota, también por aquí cerca, los que creen que el poder es eterno.